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El libro 'Paisajes interiores' es una mirada sobre lo cotidiano hecha de juegos de luz, composición y texturas: una franja luminosa que emerge como un pliegue más de una colcha; el breve reflejo de las jardineras y el enrejado del balcón en una pared blanca; los pétalos y estambres a contraluz de una hermosa 'spathiphyllum', una puerta rayada por las sombras. «Son más bien instantes. Llevo haciendo este tipo de fotos, que son fragmentos de lo cotidiano, que son juegos de luces, desde hace mucho tiempo», indica el fotógrafo Pedro F. Palazuelos, quien en este libro expone 86 fogonazos de su intimidad luminosa, geométrica, por momentos borrosa. La foto más antigua data de 1982 y la más reciente fue tomada hace solo unos meses. El libro reúne fotografías inéditas, en su mayoría abstractas y sin apenas referencias, hechas de gotas de luz, de sombras y de reflejos sobre paredes y puertas de su casa, sobre tejidos o superficies de cristal. Palazuelos también ha seleccionado alguna imagen figurativa: plantas bañadas por un haz luminoso o una pera partida a la mitad. «Es el primer libro personal que realizo. Es el primer trabajo de mí, para mí».
El libro, editado por Océano Gráfico Editorial, se presenta hoy, a las 19.30 horas, en el Centro Cultural Doctor Madrazo de Santander. Además de Palazuelos, participan en el acto la editora Mer Guevara, el escritor y comisario Luis Alberto Salcines, y el periodista de 'El Diario Montañés' Guillermo Balbona. A todos ellos, al Gobierno autonómico, agradece Palazuelos la consecución del libro. Salcines y Balbona firman textos introductorios del libro. «Perseguidor de la luz», le denomina Salcines; «Palazuelos [...] ha detenido su mirada en el mayor viaje: esta pausa donde las cosas recobran un alumbramiento inaugural», escribe Balbona. El libro, además, supone la vuelta de Palazuelos después de protagonizar la exposición individual 'De cerca', en el MAS de Santander, en 2015, un recorrido por una trayectoria artística de casi cuarenta años en las que el fotógrafo ha trabajado para medios y agencias como 'Cambio 16', 'Tiempo', o EFE, en los que ha expuesto en museos, galerías y ferias como ARCO, en los que dirigió su propio estudio-galería en Santander, ilustró libros, o impartió talleres sobre prácticas de fotográficas.
¿Qué parte de Palazuelos asoma en 'Paisajes interiores', qué mirada, qué forma de proceder, qué verá de él el lector-espectador? «La gente verá que en el lugar más inesperado, en una habitación, está la foto más bella, la mejor fotografía. No hace falta viajar muy lejos para encontrarla. La fotografía también consiste en sacar el valor de aquello que, a priori, no es tan espectacular. El fotógrafo tiene que estar siempre por encima del motivo que fotografía. Me gustan los fragmentos, las cosas sencillas, poco rebuscadas, sin ningún barroquismo, sencillas... Y me gusta sacar partido a lo que está en la esfera de lo cotidiano. Se pueden hacer símbolos de lo cotidiano. La gente puede ver este libro como un ejercicio de que en casa, en lo más cercano, se pueden hacer fotografías de mucho interés». En 'Paisajes interiores', Palazuelos ha dado ejemplos de eso en lo que cree: un pequeño arcoíris que parece surgir de un rodapié, texturas llenas de claroscuros, ventanas en las que se solapan los reflejos del exterior y del interior de la casa.
Cuenta Palazuelos que cuando empezó a fotografiar el motivo era lo más importante: la iglesia, el paisaje, el árbol. Con el tiempo, la luz se colocó en el centro. «Tardas años y miles de fotos en comprender lo que vale la pena. Cada año, en mi evolución, he ido dando más importancia a la luz y menos al motivo». En 'Paisajes interiores' ha vuelto a vivir, comenta, «la magia de la luz, el asombro que produce encontrar la luz en la cocina, en el pasillo, en una habitación... Te produce tal asombro que no puedes menos que hacer la fotografía».
Para realizar las fotos de este libro, dice Palazuelos, no ha perseguido la luz, sino que esta ha salido a su encuentro. Esa es su forma de trabajar. «No preparo nada. Soy fiel a la realidad. Si tengo delante de una flor, no la muevo para que reciba más luz, sino que me muevo yo en torno a ella. Casi todo es espontáneo, no lo vigilo. No persigo la luz, casi que la luz me persigue a mí». A veces, el encuentro exige una reacción inmediata: «Hay fotografías que en dos segundos desaparecen. Eso me ha pasado muchas veces. Son instantes decisivos».
Palazuelos recuerda que su primera cámara fue una 'werlisa' con un puñado de funciones, y que sus primeras fotografías las hizo con los 22 alumnos del colegio de Bielva, en Herrerías, donde impartió clase entre 1975 y 1980. «Aprendí con los niños, revelando en un laboratorio que una firma nos dejó a mitad de precio. Los niños hacían maravillas». Él comenzó a hacerlas, primero fotografiando la naturaleza. «Me dolía casi la belleza de los bosques del Saja, era mi espacio privilegiado. Era como estar en otro mundo, solo rodeado de árboles que dejaban pasar la luz, con el ruido del agua...».
Después llegaron los proyectos fotográficos por encargo, los reportajes sociales, una serie sobre carteles electorales que realizó en 1982, en la que se encontró con superposiciones de papel en las paredes capaces de hablarle a la ciudadanía... Autodidacta, «me dejo llevar por lo que veo, no busco con la cabeza, soy de encontrar».
Ayer a mediodía, Pedro F. Palazuelos volvió a encontrarse con la luz en una tela blanca y en una bufanda negra, el contraste le cautivó. «Hago las fotos que no puedo dejar de hacer. Algo me impele. Es un momento de atracción, de fuerza, tengo que hacer esa foto».
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