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Su creación es certera por coherente y por responder a su propia necesidad de pintar. Su diana es pasional pero instalada en una serena ... inquietud que va muchos más lejos del punto de mira. Y como todos los creadores que no se detienen en el hallazgo ni se acomodan en el lugar reconocible, Emilio González Sainz (Torrelavega, 1961) es un perseguidor incesante e incansable. Ahora, fiel a su cita desde hace décadas, regresa a la galería Siboney para mostrar su nueva obra edificada en los dos últimos años.
Bajo el epígrafe 'La luna del cazador' comparte sus sitios pictóricos: registros dobles, superposición de narraciones -horizontales y verticales-, leves modificaciones de una misma escena, que ya ha incorporado a un lenguaje expresivo propio e identificable y que ha mantenido a lo largo de los años. Ello le ha permitido formar parte de una exclusiva nómina de creadores que sin configurar un grupo propiamente dicho, constituyen algo que podía calificarse como tendencia, por lo que de forma habitual hay obra suya en espacios representaativos de la nueva figuración española.
Hay un relato que asoma leve y sugerente en cada una de sus obras. Son paisajes en construcción, habitados o no. En realidad estancias estáticas que apelan al movimiento y escenas y escenarios que parecen extractos detenidos de una secuencia imaginaria. Desde este viernes -cita inaugural a las 19 horas-y hasta el 25 de julio, el cazador y su luna, el pintor y su pintura, confluyen en la galería de Juan Riancho con la complicidad casi familiar de unas composiciones en las que asoman jinetes, atletas, figuras celestiales, galgos... que adquieren la categoría de un lugar en el mundo. Su visión de la realidad, siempre en evolución, se ha ido, no obstante, transformando y configurando de una forma cada vez más personal. Conserva ese afán detallista que recuerda a los pintores ingenuos, y una precisión en sus pinceladas que le adscribe al cielo de los grandes paisajistas.
En palabras del propio artista queda clara la definición de la mirada, de su proceso creativo, de ese latido que vibra en su interior: «Yo digo que el pintor y el explorador tienen mucho en común. Estás pintando tan tranquilo y, de repente, ¡zas!, tienes una revelación. Se acaba de presentar así, sin más, donde menos la esperabas. Acabas de descubrir una puerta. Un paso. Ahora te puede la excitación. No sabes si dejarte ir o controlar. Te vas a volver loco...».
En paralelo a esta exposición en Santander, este mismo mes realizará otra muestra en el Castillo de Argüeso, organizada por Vicepresidencia y Consejería de Cultura y bajo el comisariado de Gloria Bermejo, en la que mostrará pinturas de medio y gran formato junto a series de acuarelas y tintas, realizadas en los últimos cinco años.
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