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Como buen clásico, sostiene Manuel Gutiérrez Aragón que «sintetizar no es pecado». El axioma, más que mandamiento, le queda al cineasta y escritor cántabro como un guante. Lo aplicó en el montaje de sus películas y lo sienten las palabras de sus novelas y ... sus cuentos. El cineasta de 'Demonios en el jardín' emprendió con 'La vida antes de marzo' una trayectoria literaria que en realidad siempre estuvo en su ADN creativo. No ya por los guiones de manera específica, sino en la propia mirada y el latido de sus ficciones. Estos días sale a la luz, como ya se anticipó, una compilación de textos que, en un camino de ida y vuelta y de vasos comunicantes, permite rastrear ideas, apuntes, o pequeños ensayos, desde la escritura. En ellos, dispersos en el tiempo (el más antiguo es de 1982) y publicaciones, el creador torrelaveguense atraviesa ese territorio siempre inestable de la dirección cinematográfica, al que dedicó casi cuatro décadas de su vida. De sherpa, guía y editor ejerce el profesor, ensayista y crítico cántabro José Luis Sánchez Noriega, exégeta y quizá el mejor conocedor de la trayectoria del director de 'Habla, mudita'.
Cine y tiempo Los personajes se trasladan de lugar de manera inmediata, situaciones cortas significan situaciones largas, un año en un minuto... Así transcurre el tiempo en el interior de mis sueños. Y en el cine los sentimientos son tiempo, la acción es tiempo, el movimiento es tiempo. Ya sabía cómo era el cine: está hecho de lo mismo que esté hecho el tiempo
Abstracciones fundamentales El mundo se nos viene encima, como aquel tren de los Lumière –el tren pionero de todos los trenes del cine– en su llegada a la estación de La Ciotat. Pero todos sabemos que, en las peleas, los actores no se hacen daño, y los amantes no se besan de corazón. Podríamos decir que la pelea no es sino la abstracción de cada uno de sus puñetazos. Y el amor, la abstracción de cada uno de sus besos.
'En busca de la escritura fílmica' (Cátedra, signo e imagen) se configura a través de una treintena de piezas de distinto tamaño y pretensiones, entre las que no hay más de media docena donde realmente hable de su carrera de cinco décadas filmando o escribiendo. Pero «el lector no debe preocuparse, porque si se trata de conocer la identidad creadora, el mundo de ideas, recuerdos, valores y obsesiones del artista, ello emerge tanto cuando los textos tratan sobre sí como cuando se refieren a otros», subraya el comillano Sánchez Noriega. No obstante, como subraya el propio Sánchez Noriega, Gutiérrez Aragón no es un cinéfilo que solo hable de cine. Sus reflexiones de adulto (no siempre ni necesariamente como cineasta) carecen de todo ensimismamiento y en ellas el cine entra en diálogo con otras formas expresivas (idioma, novela, teatro, pintura, música) y con realidades cotidianas (viajes, amistades, comidas). «Ahí emerge la personalidad de un creador, que siempre está mucho más allá de su destreza profesional o el valor de sus obras, y permite que atisbemos su forma de ser y estar en el mundo».
Gutiérrez Aragón, que el pasado año publicó su celebrado volumen de cuentos, 'Oriente', ya venía entrelazando ficción y evocación, esa forma suya de narrar difuminando los géneros, exenta de encasillamientos. Y algo de ese flujo aflora en las reflexiones de los textos seleccionados por Sánchez Noriega.
En esa hoja de ruta, donde nunca ha faltado su deseo de regresar a ese ecosistema puro y duro de hacer cine, el director de 'Todos estramos invitados' ha ido sembrando el camino con libros significativos como su dedicatoria 'A los actores' o 'Rodaje'. Y en todos ellos parecía anticiparse otro desembarco que alumbrará este año el cántabro: sus Memorias. Unas memorias, raras, en otra vuelta de tuerca de su creación, en las que como suele decir, hablará más de otros que de él, y más de otras películas, como las de Borau, que de las suyas. El volumen será publicado (Anagrama) al inicio del otoño.
Gutiérrez Aragón (Torrelavega, 1942), director de 'La mitad del cielo', Premio Nacional, ha escrito reflexiones significativas y expresivas como esta: «Un recinto cinematográfico es más que un sitio en el que se proyectan películas. Es un lugar de encuentro y de contacto físico, con el significado que cada uno le quiere dar a esto del contacto humano. No deja de ser curioso cómo el cine primitivo -al que hay que volver una y otra vez en busca de fundamento y reflexión, no de imitación- tomó oportunamente lo que le era necesario de otras artes para constituirse como una invención industrial y masiva».
En este libro, que discurre entre textos, a veces sobre el cine en diálogo con otros lenguajes y formas y realidades cotidianas, asoman La Habana, Guinea, Saramago, Buñuel, Edward Munch, Bardem, Kafka, Josefina Molina, su colega santanderino Mario Camus, Berlanga, Drove..., entre otros muchos nombres, lugares y referencias que sin suda también formarán parte de su memorias. La compilación está estructurada en 'Itinerarios sombras y sueños'; 'Crear y creer en las imágenes', 'Literaturas, lenguas y representaciones'; 'Artes e interrogantes y 'Figuras y perfiles'.
Sánchez Noriega, autor de numerosos ensayos, estudios y retratos, de Camus a Almodóvar, articulista y colaborador de El Diario, traza en el volumen que sale a la luz esta semana, un preludio bajo el epígrafe 'Geometría de tres puntos de un narrador'. En él subraya que son pocos, muy pocos, los textos de no ficción del cineasta de Torrelavega y recuerda que «son refractarios a la sistematización y a la teoría académica, y están escritos con gracia y hasta humor, de manera que predomina una fuerte voluntad de comunicación, como revela su lenguaje directo sin jerga, tecnicismos ni engolamientos intelectualoides». Incluso los trabajos más comprometidos y extensos, como los dos discursos de ingreso en la RAE y en la de Bellas Artes de San Fernando, «poseen un tono casi coloquial, como quien está pensando en voz alta y lo comenta en una conversación de amigos». Pero el editor aclara que lejos de lo superficial, los escritos del cineasta de 'Maravillas' responde a cuestiones «muy pensadas, maduradas a lo largo del tiempo, contrastadas en situaciones diferentes o destiladas a través de trabajos variados».
La condición de narrador de Gutiérrez Aragón, expresa Noriega, «se aprecia como irrenunciable en estos escritos donde las herramientas de la palabra y la imagen están en constante diálogo, complementándose y remitiéndose una a otra».
En esta, muchas veces lúcida, declaración de pensamientos, puede leerse un texto de hace un cuarto de siglo en el que el académico y autor de 'Cuando el frío llegue al corazón', afirmaba: «Durante un siglo de existencia, el arte cinematográfico ha contribuido a crear la modernidad y a imaginar la vida moderna. Y hoy día, quizá más que nunca, el cine sigue inventando la vida que estamos viviendo».
- Los personajes se trasladan de lugar de manera inmediata, situaciones cortas significan situaciones largas, un año en un minuto... Así transcurre el tiempo en el interior de mis sueños. Y en el cine los sentimientos son tiempo, la acción es tiempo, el movimiento es tiempo. Ya sabía cómo era el cine: está hecho de lo mismo que esté hecho el tiempo.
- El mundo se nos viene encima, como aquel tren de los Lumière -el tren pionero de todos los trenes del cine- en su llegada a la estación de La Ciotat. Pero todos sabemos que, en las peleas, los actores no se hacen daño, y los amantes no se besan de corazón. Podríamos decir que la pelea no es sino la abstracción de cada uno de sus puñetazos. Y el amor, la abstracción de cada uno de sus besos.
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