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Gustavo Martín Garzo (Valladolid, 1948) llega a Santander justo cuando su nueva novela 'La rama que no existe' llega a las librerías. Se trata de su primera obra ambientada únicamente en Cantabria y en la que la figura de la artista María Blanchard está bien ... presente. El autor de 'Las historias de Marta y Fernando' (Premio Nadal, 1999), 'El lenguaje de las fuentes' (Premio Nacional de Narrativa, 1994) o 'La puerta de los pájaros' (2014) presenta ahora una novela «algo» diferente a las que ha publicado hasta ahora «porque seguramente sea la más realista de las que he escrito hasta ahora», explica a este periódico tras su intervención en el I Encuentro Regional del Libro que la Sociedad Cántabra de Escritores ha celebrado desde el pasado viernes en la Biblioteca Central de Cantabria.
«Es cierto que María Blanchard tiene cierto papel en la novela porque uno de los personajes es un pintor, que ya tiene una cierta edad y que vive aislado en un pueblecito de Cantabria cercano a San Vicente de la Barquera. Se trata de un sobrino nieto de María Blanchard, un personaje inventado claro, un artista que sufre un bajón en su carrera porque se ha cansado de pintar», señala el autor.
Según explica ha querido vincular a María Blanchard con este protagonista «porque a mí siempre me ha parecido una pintora extraordinaria a la que creo que no se ha hecho el caso que merece por su condición de mujer porque no hay ninguna duda de que su trabajo está a la misma altura que el de los mejores pintores de su época», señala.
Además de admirar la creación de esta pintora, una de las más destacadas en la historia del arte de principios del siglo XX, Martín Garzo asegura que siempre le ha interesado mucho su vida que estuvo marcada por su problema físico, que sufrió desde pequeña porque nació con una malformación a consecuencia de un accidente que tuvo su madre cuando estaba avanzada y que le marcó el resto de su vida. «Sufrió mucho a consecuencia de esa deformidad que le torturó durante toda su vida y que llegó a condicionar también su vida amorosa».
Para el escritor ese problema es un ejemplo de lo que él llama «el cuerpo herido» y que en el fondo, según sostiene, «sufrimos todos de alguna y otra manera».
Es por ello que ese personaje, que forma parte de un «triángulo imperfecto» con los otros dos protagonistas de la novela, está «obsesionado» con el tema de la deformidad física. y le presenta como un pintor especializado en el dolor físico pero incapaz de pintar.
«Tal vez por ello, en este libro -que acaba de publicar Destino- abandono un poco la línea mágica más constante en mi obra y me vuelco más en lo psicológico», indica.
El narrador de esta historia, según dice, es un profesor de Ciencias en un instituto de secundaria de un pueblo de Cantabria. Lleva una vida de lo más anodina: sin alicientes artísticos, ni casi vitales, aunque con grandes dotes para la observación.
Todo cambia cuando conoce a Claudia, la enigmática nueva profesora de literatura que ha llegado al centro, de quien se enamorará perdidamente, y poco a poco irá conociendo lo que se esconde detrás de tanto misterio».
Ambos profesores forman un triángulo con ese artista en plena crisis de creación. «El compañero de esta mujer está secretamente enamorado de su compañera profesora y ella, en un momento dado, le regala una libreta por su cumpleaños. Él que es muy aficionado a observar la naturaleza y apuntar todo lo que le llama la atención de ella, empieza a escribir en ese cuadernillo todo lo que le sucede con esa mujer, desde como va vestida hasta donde quedan, los paseos que hacen por la playa de Oyambre y hasta las cosas que ella le cuenta de sus encuentros con ese pintor. Y el lector recibirá toda la información a través de lo que va escribiendo en esa libreta».
En 'La rama que no existe', Martín Garzo también hace un llamamiento a la reflexión sobre la importancia del arte. «¿Podríamos vivir sin el arte? ¿Cómo serían nuestras vidas sin la música, la literatura o las artes plásticas? De alguna forma creo que el sentido del arte en nuestra vida es que no deja de redimirnos», concluye el escritor y Premio Nacional de Literatura.
Gustavo Martín Garzo asegura que «la escritura cuando es una vocación se confunde con la vida de uno». Así, al menos, lo compartió en la mañana de ayer ante un grupo de autores, la mayor parte de ellos de la Sociedad Cántabra de Escritores (SCE), durante su intervención en el I Encuentro Regional del Libro. En su conferencia el autor de 'El lenguaje de las fuentes', les habló de donde viene su pasión por los libros desde que siendo niño vio a su madre inmersa en la lectura. «Creo que mi vida hubiera sido menos interesante sin el intercambio entre la lectura y la vida», reconoció. Tras recordar que cualquier libro se puede entender con la metáfora del jardín secreto y que las bibliotecas son una especie cueva de Alí Babá, el autor vallisoletano también opinó que en contra de lo que muchas veces se escucha «la lectura no siempre te hace más honesto» pues hay grandes lectores que humanamente son odiosos. «El libro, sobre todo si no interesa, es un espejo que muestra nuestro propio rostro y esto se hace muy evidente en el caso de los niños y los cuentos», señaló.
Y es que, en su opinión, los niños leen los cuentos que les interesan y, sobre todo, «aquellos que de alguna forma hablan de ellos».
«Para que haya un cuento tiene que haber un niño que no haga lo que los mayores le dicen que tiene que hacer», señaló y, como ejemplo puso a Caperucita Roja, «una niña que prefirió hacer caso al lobo feroz como, por otra parte, hubiera hecho cualquier niño que esté interesado en conocer la vida y ver las cosas que pasan por el mundo», aseguró durante su conferencia Gustavo Martín Garzo.
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