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Se dice que Mariana Yampolsky (Chicago, 1925-México 2002) no era muy rápida dibujando, por lo que cuando salía a tomar apuntes de la naturaleza, con sus compañeros del Taller de la Gráfica Popular en México, siempre se ayudaba de una cámara de fotografía. ... También se sabe que la fotografía es una forma de adquirir y preservar lo que se ama y posiblemente por ello, esta fotógrafa consiguió ser parte del pueblo mexicano al que tanto quiso y admiró desde el primer viaje sin retorno que hizo al país centroamericano. El Centro de Documentación de la Imagen de Santander (CDIS) acoge, hasta el próximo mes de junio, una exposición muy representativa de ese trabajo y de su pasión por las sociedades indígenas del país. Una muestra de su convivencia con ello y el lugar en el que vivieron. Lleva por título 'Siluetas de luz' y cuenta mucho de esas sociedades, pero también de la artista que las capturó en sus fotos y que, veinte años después de su muerte, han pasado a formar parte del Patrimonio Documental de la Unesco por el innegable valor antropológico y etnográfico de México.
María Millán es la comisaria de esta exposición que se puede ver por segunda vez en España. También fue la coordinadora de una dedicada a otra de las pioneras de la fotografía, Tina Modotti, y ahora se encuentra en los preparativos de otra gran muestra con material sobre Juan Rulfo. «La fotografía me interesa mucho, pero por encima de las obras, lo que me atrae son las personas», asegura. Y por eso se siente fascinada por Yampolsky y su forma de retratar el país que tanto amó. «Ella nació en el seno de una familia liberal y desde pequeña tuvo un claro sentimiento de preocupación social. Cuando se gradúa en Chicago se traslada a México porque había oído hablar del Taller de la Gráfica Popular, compuesto por artistas, muchos de ellos extranjeros. Fue una de las primeras mujeres en ingresar y formó parte de él durante 15 años», explica María Millán.
Aunque su principal empleo era el de grabadora y también trabajó de editora e ilustradora, se empezó a tomar en serio la fotografía cuando, conocedores de que siempre llevaba una cámara para tomar sus apuntes, se la encargó un reportaje sobre la escuela gráfica. A partir de ahí decidió tomar clases con Tina Modotti y sus trabajos fotográficos empiezan a tomar fuerza y eso que eran bien diferentes de las corrientes que imperaban. «En contra de muchos fotógrafos del momento, como Cartier Bresson, ella no estaba interesada en captar el instante oportuno sino en vivirlo y experimentarlo como si fuera parte de él. Solía comentar que se había perdido grandes fotografías por estar totalmente absorbida en lo que estaba pasando y también manifestaba que nunca hizo una fotografía que no hubiera vivido», explica la comisaria quien recalca que «eso hacía que en sus trabajos destacara la dignidad de los que aparecían en ellos» y que «los retratos de todas estas personas, en realidad, son su propio retrato interior». Un ejemplo de esto está en la fotografía 'Caricia', que se puede ver en el CDIS, y en la que Yampolsky observó durante mucho tiempo lo que pasaba entre una madre y su bebé sin inmiscuirse, dando como resultado una hermosa imagen. «Y sí -continua la comisaria- se perdió muchas fotos, pero así todo ha dejado un legado de unos sesenta mil negativos que en la actualidad custodia la Universidad Iberoamericana de México».
Otra característica de su obra es que todas son frontales. «Ella no roba ningún momento de los fotografiados. Se acercaba, pero sin invadirles, y lo mismo cuando se metía en sus casas, lugares muy humildes de los que logró resaltar su gran dignidad y el valor humano que se respiraba en ellos. Lo que hace es celebrar estas formas de vida de las que en la actualidad nos hemos alejado mucho».
El sentido del humor, como se puede apreciar en imágenes como 'El beso de la muerte' también en esta exposición, es algo que está presente en sus obras y, sobre todo, su gran vinculación con el paisaje mexicano. «Supo jugar con la luz de tal forma que parecía convertir en esculturas naturales las fotografías de unos simple cactus».
A nivel personal fue muy amiga de Leonora Carrington y Elena Poniatowska, «tres extranjeras que abrazaron la cultura mexicana y que compartieron juntas muchas experiencias» y su lucha, como la de ellas, por preservar esa vida de los indígenas que tanto amaban «hizo que no se preocupara demasiado por lanzar su carrera artística», concluye María Millán.
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