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Si el currículum de Myriam Seco se escribiese con jeroglíficos, ocuparía un amplio espacio. La egiptóloga dirige el proyecto del templo de Thutmosis III en Luxor, es profesora del departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Sevilla, ha escrito varios libros e imparte ... conferencias internacionalmente. El próximo estará en Santander, dentro del ciclo 'Ideas y maestros', el próximo 14 de junio (Fundación Caja Cantabria, 19.30 horas), para hablar sobre 'El esplendor del antiguo Egipto, el templo funerario de Tutmosis III y el templo de Tutankamon'. Su espacio profesional y vital se encuentra en Luxor, a la orilla occidental del Nilo, en el templo del mítico faraón. Una investigación muy ligada a Santander, dice, porque la Fundación Botín financió el proyecto durante diez años. Y una ciudad a la que le hace ilusión regresar, porque «aquí es donde prácticamente empezó todo».
¿Qué tiene Thutmosis III para que le haya dedicado catorce años de su vida?
El tema es que Thutmosis III fue uno de los faraones que puso las bases de lo que sería el Gran Imperio, que se desarrolló durante varios siglos. La misma dinastía que Tutankamon, por lo que hay una línea cronológica. Puso las bases del esplendor posterior del antiguo Egipto. En mi conferencia explicaré los trabajos que hemos estado haciendo en este tiempo, la información nueva que hemos obtenido, las nuevas zonas descubiertas, posteriores a lo que se comenzó a excavar hace décadas. Cuando nosotros empezamos estaba totalmente abandonado y hacía 70 años que había pasado el último arqueólogo por allí.
¿Encontrar un templo en el que nadie ha puesto la mano en 70 años es algo positivo?
Es bueno, porque es un templo en ruinas que se volvieron a cubrir de arena y quedó un poco en el olvido. Nadie le prestó atención en estos 70 años, hasta que en el 2008 empezamos a trabajar allí. Por eso tienes el potencial de saber que estás excavando en el templo de un faraón importante, que a pesar de su estado, puede tener mucha información. Los arqueólogos anteriores hacían excavaciones muy puntuales, porque no se buscaba sacar a la luz la totalidad ni se ponía en valor. Ahí aparece la opción de encontrar mucha información que está cubierta por la arena aún.
Así se trabaja entonces. Respecto a la actualidad, ¿cuál es el gran cambio de los métodos aplicados?
Ahora, en arqueología, lo más importante es la inclusión de las nuevas tecnologías. Tenemos informaciones con las que antes no contábamos. En Egipto no se pueden tomar muestras, pero tenemos georadares, topografía muy desarrollada, visión en 3D… Posibilidades que antes no tenías. Ha sido un cambio grandísimo. Además los yacimientos ya no se pueden excavar si no restauras lo que descubres.
Es decir; aquello que encuentren, ¿deben devolverlo a su estado original con su trabajo?
Así es. Tienes que restaurarlo, darle divulgación y exponerlo en un museo si es posible. No es solamente documentar y abandonar el yacimiento para pasar a otro lugar. No se puede hacer eso. Hay que ponerlo en valor y preparar todo lo que encuentras en él para que se conozca. Nosotros tenemos piezas importantes sacadas del yacimiento en museos de Luxor o en Sharm el-Seij.
¿Cuál es la importancia de la tumba de Tutankamón de la que también hablará en Santander?
Es la tumba más importante del mundo, con más de 6.000 piezas. Algo que se va a celebrar en los próximos meses cuando se celebra el centenario del descubrimiento. Se va a inaugurar el nuevo museo que albergará la colección completa que nunca se ha expuesto y que han permanecido en almacenes.
¿Qué papel tuvo el Duque de Alba, sobre el que ha escrito, en la historia de la arqueología?
El duque de Alba fue quien invitó a Howard Carter a España, para explicar su gran descubrimiento de la tumba de Tutankamon. Eran amigos, se conocieron en Egipto, a donde el duque viajó en varias ocasiones. Cuando Carter descubre la tumba escribe una serie de cartas para explicarle cómo es la emoción del descubrimiento. Alba traerá a Carter para dar dos conferencias en el año 1924 y dos más en 1928 y explicar sus descubrimientos, con un material gráfico de gran belleza. Esas conferencias tuvieron una gran repercusión mediática. Contribuyeron a difundir el hallazgo.
Están preparando una edición nueva del libro en el que cuentan la relación entre ambos. ¿Qué tendrá de nuevo?
Escribimos un libro con toda la documentación de la Casa de Alba sobre esta relación y los viajes del duque. Ahora con motivo del centenario, estamos actualizando y ampliando ese primer libro, añadiendo nueva información y fotos de las expediciones. El libro está ya en imprenta y en tres semanas estará en la calle la nueva versión, en la que dedicamos un capítulo a cómo se reflejó en la prensa. A Carter le encantó España y decidió dejar todo ese material aquí, y la Casa de Alba fue prestándolo para que se divulgase por todas las provincias. España en ese momento estaba jugando en primera división a nivel cultural y fue uno de los eventos culturales más importantes de la época. Fuimos pioneros en la labor de dar a conocer ese descubrimiento.
Eso era entonces, pero, ¿en qué nivel diría que se encuentra España a día de hoy?
Bueno, en aquel momento, llegó la guerra y España no creó una escuela de egiptología. Ahora ha resurgido pero, por ejemplo, en los años 50, 60 o 70, no había una representación de esta materia en la universidad. Ahora sí porque los egiptólogos nos hemos formado fuera y hemos vuelto a España, pero se quedó retrasada. Ese auge se paralizó.
Mencionaba la emoción del descubrimiento que relataba Carter. ¿Qué se siente al descubrir?
Es una gran satisfacción. Todos los que trabajamos en arqueología estamos movidos por una gran vocación, una gran pasión. Te dedicas a investigar, a intentar sacar información del pasado, a ver qué te dicen los restos, cómo interpretas el modo de encontrarlos… Cuando te llega, por un objeto o por algo que te cuadra de alguna investigación, algo nuevo, es una satisfacción y una responsabilidad.
¿En qué se traduce esa responsabilidad?
Desde ese momento eres la persona que tiene que pasar esa información al futuro. Es una maravilla. Esos momentos hacen que se te olvide todo lo duro que tiene la arqueología y estos trabajos que requieren un gran esfuerzo. Hay descubrimientos simbólicos, especiales, otros con gran información histórica, algunos de una gran belleza artística… Cuando entras en una tumba y sabes que todas estaban saqueadas en la antigüedad, pero estás en un pozo funerario, y mientras bajas, hasta que llegas al fondo, esas semanas, siempre estás soñando con la idea de que quizá haya algo en buen estado. El arqueólogo sueña con encontrar una tumba intacta. Es lo máximo que te puede pasar. Por eso Howard Carter fue un afortunado.
¿La visión que tenemos de la cultura egipcia está sostenida por su culto a la muerte?
Es algo ligado también al interés. Hace cien años, lo que interesaban eran los templos que estaban en pie. Al principio se le ha dado más importancia a toda la construcción en piedra. Ahora hay estudios de sectores de talleres, almacenes, ciudades. Eso sí que ha cambiado de forma radical en los últimos años.
Como relata, la arqueología tradicionalmente estuvo ligada a la aristocracia y las clases altas. ¿Ese papel lo han ocupado las instituciones filantrópicas?
Claro que ahora es lo mismo. Nosotros funcionamos con patrocinios privados y sin esas fundaciones que se interesan por la Cultura, no podríamos trabajar. En mi caso, estoy muy agradecida a la Fundación Botín. Tuve la suerte de conocer a Emilio Botín, un gran aficionado a la egiptología. Es una gran suerte tener a una persona de esa capacidad económica, interesada por los trabajos que haces. El patrocinador perfecto para un proyecto de esta envergadura y estas características. Como Carnarvon que financió la expedición de Tutankamón de Carter y justo en el último viaje que estaba dispuesto a sufragar, se descubrió.
Una de las cosas que más reclamaba era limitar la cantidad de gente que visita los espacios y que terminan dañando las instalaciones. ¿Se ha avanzado en este sentido?
Ahora mismo todo está más controlado. Además, en Egipto, en los últimos diez años se ha cambiado mucho el modelo. Se han abierto sectores que no se podían visitar, se ha diversificado el programa turístico y está mucho más controlado. Queremos poner en valor el yacimiento para hacerlo visitable, precisamente. Ver la excavación y entender el trabajo que se ha hecho. Abrir el turismo a otros sectores.
¿Socialmente se entiende en su verdadera dimensión la importancia de indagar en el pasado?
Claro. De ahí sacamos la información de dónde venimos. En el pasado se encuentra la información del futuro. Es fundamental tener acceso a todo eso. Nosotros trabajamos en un espacio nunca antes excavado, porque estaba cubierto por terreras, acumulaciones de tierra que se fueron depositando al excavar otras zonas. Según fuimos limpiando, no pensábamos que llegaríamos a un nivel virgen. Cuando quitamos toda esa montaña encontramos las informaciones más importantes. Por ejemplo, un edificio que era la administración del templo. Allí estaban parte de los archivos, formados por ostracas y fragmentos de papiro. Vimos cómo se organizaba el trabajo, cómo se compartían obreros entre los templos, tres recetas de cómo fabricar adobes…Tienes datos de la vida cotidiana que son importantísimos. Eso es lo que te permitirá reconstruir ese momento histórico.
¿Qué supone uno de estos proyectos para la población local?
Es una inyección de dinero. Nosotros trabajamos con obreros, unos 130, que a su vez son hijos o nietos de otros obreros de arqueología. Sus padres o abuelos pueden haber trabajado con Carter. Hay una tradición, sobre todo en Luxor, de trabajadores que llevan más de cien años participando con misiones extranjeras y ahora con algunas egipcias. Mueven la economía de toda la ciudad, porque viven de las excavaciones. Por su trabajo y por lo que supone el turismo.
Tiene una especialidad en arqueología submarina, lleva casi quince años en esta excavación, ejerce como profesora. ¿Qué otras áreas profesionales le gustaría explorar en el futuro?
Ahora estoy trabajando también en Emiratos Árabes, en otras excavaciones dentro de un proyecto de la Universidad de Sevilla. La verdad es que me gusta sobre todo Oriente Próximo. Toda su historia me atrae mucho y es un mundo apasionante que tiene tanto patrimonio y tanto por descubrir que no me importaría montar un proyecto en cualquiera de esos países.
¿Quién es su personaje favorito de la mitología egipcia?
Ya que estoy en Tebas, nos vamos al dios Amón, dios principal de la ciudad. No podía ser otro. Esas procesiones que se organizaban, con el dios saliendo de Karnak y visitando la otra orilla del río en barco, pasando por todos los templos. Tenía que ser fantástico vivir aquel ambiente festivo y aquella parafernalia. Algo increíble.
Y si nos vamos a la vida real, ¿qué profesional ha inspirado su trabajo?
Me formé en Alemania y una figura importante fue Reinhard Stadelmann. Cuando le conocí era director del instituto Arqueológico Alemán. Yo estuve tres años investigando, volví a Sevilla a presentar la tesis y empecé a buscar trabajo, algo complicado en esos momentos. Decidí irme a Egipto y buscar allí in situ. Me acercaba y le decía que quería trabajar con él. Al cabo de unos años, ocurrió. Trabajé con el Dhashur, en el templo de los colosos de Memnon.
?Cuando alguien atesora tanto conocimiento, como vive la ficción de una novela o una película sobre la materia?
Algunas películas es un horror verlas. En general, las que están ambientadas en Egipto suelen ser bastante malas. Quitando 'La Momia' antigua, que refleja todo el ambiente de la excavación, el traslado de las momias, el trabajo que supone…
¿Animaría a los jóvenes a meterse en este mundo?
Les animaría a hacerlo si les apasiona. Si tienen vocación. Supone un gran esfuerzo y si no es tu pasión, es una locura meterse en esto.
¿Qué es lo más importante que le ha dado Egipto?
Experiencia en la vida. Ya llevo 24 años allí. Todo.
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