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Ensayar a cien kilómetros de Barcelona, en La Cúpula, buscando retratar la sociedad e invitar a reflexionar a través del humor y la sátira, son ... las herramientas que Els Joglars ha utilizado durante los últimos 60 años. La compañía en activo más longeva de Europa llega mañana y pasado a Casyc (20.00 horas), dentro del ciclo Talía, con '¡Que salga Aristófanes!' bajo el mando de Ramón Fontseré (Torelló, 1965), director de la formación.
- Se acercó al mundo literario hace ya 20 años con un libro en el que contaba cómo afrontar el trabajo de actor. ¿Ha cambiado mucho en dos décadas?
- No, porque cuando uno tiene el veneno dentro, cuando lo vas descubriendo y saboreando, lo que haces es incrementar esa especie de referente de trabajo. Yo soy producto de la escuela de Els Joglars y su manera de entender el teatro a través del trabajo artesanal, del tiempo que poco a poco vas añadiendo, con algo fundamental en este oficio nuestro que es trabajar de una manera disciplinada, sin prisas, con constancia. Los resultados no vienen por ciencia infusa. El secreto es que cuanto más tiempo dediques y más dudas elimines, más seguro te sientas en el personaje,
- ¿En qué lo nota exactamente?
- En el juego, con tus compañeros, disfrutas. Es como la cosa de los grandes payasos. Tenían uno o dos espectáculos que hacían toda su vida. Cada vez iban añadiendo matices, cambiaban gestos, lo iban enriqueciendo hasta llegar a lo que el espectador llama virtuosismo. En todos los oficios de arte ocurre.
- ¿Esa disciplina y constancia es lo que hace que una compañía dure tantos años con una identidad definida?
-Creo que sí. Si Els Joglars ha durado tanto tiempo es porque Albert Boadella supo inculcar este método de trabajo, divertido, que no tiene por qué ser pesado por intenso. Detrás de estos años, muchos utópicos, viviendo lo soñado, hay un trabajo serio, hecho con pasión e ilusión, pero también con disciplina, horas de ensayo y de práctica. Pero supongo que es lo que hace todo el mundo que logra que lo que hace tenga una cierta potencia, genere admiración y que se note que está bien hecho. Muchas veces nos dicen que parece que improvisamos y es justo lo contrario.
- El resultado de ese trabajo consigue, según dice, que el actor sea el rey en el escenario. ¿Qué personaje le ha resultado mayor desafío para lograrlo?
-Dalí. Era un personaje muy físico. Hay que saber dar con los matices para que no sea monótono. Dalí fue, sobre todo durante la gira, un reto. Tenía una energía enorme. Con otros personajes puedes estar en un tono más sostenido, pero él era un allegro vivace. Todo el rato en alto. Dalí era lo que todos conocían cuando había una cámara y el que hablaba de pintura con conocimiento, que era un gran estajanovista, un trabajador incansable. Se consideraba un artesano, que ante Velázquez o Rafael se veía mediocre. Siempre reconocía su influencia y que nunca alcanzaría sus cotas. He disfrutado mucho pero he tenido una brega importante con Dalí.
- A la altura de la figura
- Sí. Era una biografía que repasaba su vida, haciendo un vista atrás de esas, un flashback, también de Europa y de una época.
- Hablar con Els Joglars también suele ser hacer flashback. Quedaron atrás las misas de desagravio o las amenazas de bomba que se producían antes de sus espectáculos. ¿Han alcanzado la tranquilidad?
- Pues qué quieres que te diga, yo en los años 80 y 90 creo que hubo una libertad absoluta. El ochenta por ciento de las producciones de Els Joglars hoy serían quemadas en las redes sociales. Sería imposible. Las series de televisión, los espectáculos de aquellos años, tan divertidos... Éramos muy jóvenes, teníamos que ir a declarar a los juzgados, había esas misas de desagravio, las amenazas de bomba, pero eran cosas que asumíamos con naturalidad. También el público que había nos arropaba mucho. Habían vivido la represión de cuarenta años de dictadura y necesitaban espectáculos y actores asilvestrados. Era como un acto de militancia ir a vernos. Albert, que es un artista capaz de plasmar las épocas, reflejó cada época de España en las obras. Son espectáculos que plasman la realidad. Sabemos cómo era la Grecia antigua por Aristófanes, porque la retrató en sus obras, por ejemplo. Cada espectáculo es un tramo de la historia del país.
- Por los escritos de Aristófanes también sabemos que criticaba abiertamente a sus enemigos y al sistema imperante. ¿Podría hacer lo mismo a día de hoy?
- Lo haría pendiente de la censura, de los programadores (ríe). Fíjate, 2.500 años y seguimos así. Siempre ha sido igual. Como dices, Aristófanes se metía con los políticos, los filósofos y con los dioses. Satirizó a Zeus sin piedad.
- Después del tiempo que ha pasado, ¿nos creemos más libres de lo que somos en realidad?
- Yo no me considero libre porque estoy sometido a mil cosas. Casi prefiero que me digan lo que tengo que hacer. Dalí decía: todas las grandes obras se han hecho sin libertad. Yo prefiero una sociedad con un Estado de Derecho, con unas obligaciones y unos ciudadanos responsables a esa cosa de la libertad, porque puedes acabar como Tristán e Isolda.
- Si Els Joglars se hubiera dado en una época con más permisividad, ¿su historia habría sido muy distinta?
- Creo que no. Habría sido parecida. Ahora está todo muy polarizado, es blanco o negro y el matiz, dudar, es un tabú. Eso que hacemos de alumbrar una realidad insospechada, desvelar algo que mucha gente por pereza, por mecanización, por complejo, no se atreve a decir, cuando lo ve sobre el escenario, coincide con lo que piensa interiormente, se convierte en catártico. A través del humor y la ironía, hemos sacado lo bueno de las cosas malas. Con ese efecto didáctico se ha amasado nuestro juego de entretener y hacer reflexionar.
- Por sus palabras, está muy presente Albert Boadella en el presente de la compañía.
- Si hemos durado 60 años es gracias a él. Yo he llegado hace diez a la dirección; no he hecho nada. He continuado la historia, la ética y estética de Els Joglars. Boadella es un hombre que está en plena forma y es un referente, un maestro, mi amigo y tengo la suerte de consultarle. Como actor hará 40 años que estoy en esta casa y también he aportado, pero el creador es él. Es de justicia.
- Terminamos mirando hacia delante. ¿Qué le apetece hacer?
- ¡Yo seguir así! No quiero nada más. Poder hacer bolos, que me gustan mucho. Ser una compañía itinerante de aquí para allá, que venga el público y que la cosa dure. Después de este espectáculo vendrá otro y así hasta que el cuerpo aguante.
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