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La primera vez que estuvo en Santander, Moncho Borrajo (Orense, 1954) fue a una discoteca cuyo nombre no recuerda y al Teatro Coliseum, hoy un hotel. «Siempre he trabajado muy bien ahí». Hoy regresa a la capital cántabra, para presentar en el auditorio de Los ... Salesianos (20.30 horas) su obra '50+1', un intento de resumir medio siglo de carrera en torno al humor.
-Cincuenta y un años dan para muchas risas. ¿Qué hay en este espectáculo?
-El año pasado celebraba los 50 años oficiales y ya no podía poner más títulos, porque he hecho de todo. Como es imposible hacer una síntesis de tantos años en un espectáculo, opté por hacer uno con cosas nuevas y recuperar algún monólogo anterior. Cuando uno tiene la suerte de tener estrella, como dicen los americanos, una forma de hacer personal, lo que no puedes es cambiar. Hace poco me dijeron que me repito. Y yo respondí: como Chaplin, como Gila, como Groucho, como Toni Leblanc...
-¿Qué implica esa forma personal de hacer?
-La capacidad de improvisar, la ternura, ese tiro al blanco que hago con los políticos, con el hecho además, de que en 51 años, yo no he tenido ni una sola denuncia de nadie por ofenderlo en el espectáculo y nunca he sido una persona blandengue, pero he tenido normas que he cumplido siempre.
-¿Por ejemplo?
-No me meto nunca con ningún problema físico de nadie; he tenido gafas desde que iba al colegio y sé lo que era eso. Tampoco con las religiones aunque si un arzobispo dice que los homosexuales somos unos tarados mentales, está faltando a una norma básica de la Iglesia que es la caridad. Tampoco me he metido con los militares. Un coronel cuenta un chiste del Rey y es una broma entre militares, lo cuentas tú y es una ofensa a la patria.
-Habla de tener buena estrella, pero para sumar 51 años de carrera, hace falta también un trabajo arduo.
-Soy una persona que amo mi profesión. Ver el público riendo a carcajada limpia, tal y como está el país... Como digo últimamente; se murió Franco, se murió Suárez, se fue Felipe, se fueron todos y yo sigo aquí. ¡Algo valdré! Tengo un museo en mi pueblo con cientos de trofeos pero ninguno oficial.
-¿Le gustaría tenerlo?
-No me interesa ya. Tengo un ego muy tranquilito. Me gustaría la Medalla del Mérito al Trabajo o la de Bellas Artes, porque he hecho de todo, y los premios siempre gustan, pero tal y como está la sociedad y quién da los premios, no me interesan. Si no forman parte de un aprecio a la cultura, sea del grupo político que sea, no me interesa.
-¿A dónde va una sociedad que está perdiendo la capacidad de reírse de sí misma?
-Hay dos problemas fundamentales en el mundo del humor. Uno la autocensura; han conseguido lo que había conseguido Franco, que no escribieras un texto porque tú te limitabas. El segundo, que cualquier mediocre sea juez de tu trabajo en las redes sociales. Para colmo, han convertido el caparazón que debería llevar el público en una piel tan fina que si no dices lo que yo pienso, aparte de facha eres un montón de cosas más. Eso es muy peligroso, porque una de las razones fundamentales del humor es empezar a reírse de uno mismo. Ahora los políticos son más importantes que las creencias, o la moral. No puedes meterte con ellos porque saltan los cruzados de esa gente. El humor es un regalo del cerebro y en una sociedad descerebrada, cada vez hay menos humor.
-¿Usted se autocensura?
-No. Lo que hago es seguir haciendo humor. El humor vale como medicina porque te cura cuando aprendes a reírte de ti y como arma porque vale para atacar al poderoso, al prepotente. Eso nace desde el bufón y hay que mantenerlo. Siempre me he metido con el poder, con el que está en el poder. La izquierda de este país no recuerda cómo me metía yo con el PP o con UCD. Solo les cabrea cuando me meto con ellos.
-Si no hay sentido del humor, ¿tampoco hay memoria en la sociedad?
-No, no. Aquí hay una goma de borrar que saben utiliza muy bien. También un frontón para que les rebote y aplicar el «y tú más», que les encanta. Ahora que llego a Santander, algo tendré que decir de un túnel y del 'Anchoas'. Te dan los chistes hechos de cosas que si no te las tomas con humor, te suicidas.
-¿Con el «y tú más» se traspasa el límite del respeto?
-Hoy se confunde ser agudo con ser maleducado. Se entiende la ofensa o el insulto como ser valiente. Ser valiente es llegar al punto con ingenio. Yo, a mis 73 años, manejo la ternura, sigo teniendo a mi niño interior vivo, lo sigo criando y cuando sale en el escenario consigo que nazca una lágrima, y eso lo he aprendido de los grandes cómicos. Gila hacía chistes de la guerra justo después de la guerra. Eso era ser valiente.
--¿Y a usted qué le hace reír?
-Los niños. Que tienen una cosa que yo mantengo: decimos las cosas a la cara y tienen algo que deberíamos cuidar todos que es la capacidad de sorprendernos. ¡Así fui a Disney y volví nuevo!
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