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«Es curioso durante veinte años he trabajado de corresponsal en más de treinta países y únicamente he sido director de un periódico durante un año y, sin embargo, se me conoce mucho más por esta última faceta» asegura David Jiménez (Barcelona, 1971). Una gran ... culpa de ello la tiene su anterior libro 'El director' (Libros K.O, 2019) en el que narra su experiencia al frente de El Mundo y las presiones que sufrió para desarrollar su trabajo. En 2022 publicó 'El corresponsal' (Planeta) una novela, basada en hechos reales, que presentará este viernes, en la librería Gil, a las 19.00 horas. Un acto que le permite regresar a Cantabria, un lugar muy especial para él pues su madre es santoñesa y es en esa villa donde pasa muchas vacaciones.
-Llega a Santander para presentar 'El corresponsal' en plena invasión de Rusia a Ucrania. ¿Está siguiendo el trabajo de los enviados especiales a la zona?
-Sí, lo estoy siguiendo casi con un hormigueo en el estómago y muchas ganas de coger la mochila e irme para allá, pero tengo que reconocer que el conflicto está muy bien cubierto por decenas de periodistas y, sobre todo, por una nueva generación que lo está haciendo genial.
-¿No le parece que algunos están haciendo de este conflicto un espectáculo para ganar audiencias?
-Es cierto que sigue habiendo un grupo que convierte la guerra en espectáculo, pero también hay compañeros que están haciendo un trabajo estupendo. Aunque para mí lo más importante de todo lo que se está viendo en Ucrania es la importancia de que haya periodistas allí que nos lo estén contando porque imaginemos que estaría haciendo Putin si no hubiera ningún testigo. Si no hubiera cámaras estaríamos viviendo una situación muchísimo peor.
-¿Qué le parece el tratamiento de los medios?
-Hay de todo, estoy viendo coberturas muy serias y rigurosas, como la de Radio Televisión Española, y luego también veo otras que son capaces de convertir una guerra en entretenimiento. Lo peor es que al final las audiencias serán mejores en estos últimos casos. Pero eso ha existido siempre. Hace 20 años había profesionales que transmitían sus crónicas con empatía, seriedad y rigor y otros que, con menos ruido que ahora porque no existían las redes sociales, convertían la guerra en un espectáculo. Para mí, insisto, el problema está en que la audiencia parece preferir el espectáculo a la información seria.
-¿Cómo ha cambiado el trabajo del corresponsal?
- Ahora la rapidez en ofrecer la información y el impacto que tengas en las redes sociales son dos factores prioritarios por encima de la profundidad, del análisis o incluso de la calidad. En eso hemos perdido. Y luego está otro tema, el de la atención. ¿Hasta cuándo vamos a sostener la atención en lo que pasa en Ucrania? Probablemente llegará un día sin previo aviso en el perderemos el interés y estaremos de nuevo preocupándonos por las reyertas políticas domésticas.
-En 'El corresponsal' narra la historia de Miguel Bravo, enviado a Birmania para cubrir la Revuelta Azafrán, pero ¿qué es lo que ha querido contar con esa historia?
- 'El corresponsal' es un libro de aventuras, de acción, de amor y al final lo que pretendo es llevarme a los lectores a un viaje para que conozcan lo que es la vida de un reportero de guerra y tenerlos casi a mi lado en un país tan exótico y bello como es Birmania. Además esas situaciones tan al límite que viven los personajes me parece que son muy literarias para hablar sobre la condición humana. Sobre la lealtad, el amor, la traición. Todas estas cosas que los reporteros viven con una intensidad especial.
-¿Cuánto hay de mito en el trabajo de un corresponsal?
-Mucho, los reporteros de guerra también pasan miedo y sufren otro tipo de heridas que les ocasiona el ser testigos del lado más oscuro de la condición humana. Es un trabajo muy distinto al que se muestra en películas de Hollywood. En mi libro he querido contar cómo es de verdad el oficio y la vida íntima de esta gente que se va a jugar el pellejo.
-Y después de veinte años de conflictos bélicos por treinta países, en 2015 vuelve casa para dirigir El Mundo y sin saberlo se ve inmerso en otra guerra, pero de despachos.
-De repente me encuentro metido en otra trinchera, la del despacho de director, con enemigos muchas veces invisibles y balas que no sabes por dónde llegan ni quién las dispara. Así que sí, pasé de las trincheras de la guerra a las trincheras de las intrigas y del poder. Curiosamente, la mayor desilusión que yo he vivido en el periodismo ha sido en estas últimas trincheras. Creo que como reportero he podido vivir el periodismo más idealista y romántico y como director de El Mundo viví el lado más oscuro, feo e intrigante del oficio.
-Al menos se despachó a gusto en su anterior libro y aunque ya había publicado anteriormente 'Hijos del monzón', 'El botones de Kabul' y 'El lugar más feliz del mundo' su mayor éxito llegó con 'El director'. ¿A qué se debe?
- 'El director' rompió una ley de silencio que había alrededor de los malos comportamientos de la prensa. Al menos nadie lo había contado desde la posición de director de un periódico. Se convirtió en un best seller porque aportó luz a algo que nunca se había contado que es esa relación oscura entre el poder y la prensa. Es un libro que, entre las muchas alegrías que me ha dado, se ha convertido en un manual en las facultades de periodismo.
-Antes decía que le han vuelto las ganas de coger su mochila e irse a Ucrania, ¿le entran alguna vez ganas de volver a ponerse al frente de un periódico?
-Ninguna. Prefiero la trinchera en la guerra que el despacho. Y es curioso que mi carrera haya quedado marcada como director y no como reportero. Ese fue uno de los motivos que me llevó a escribir 'El corresponsal' para que la gente recuerde lo que yo he sido. A mí lo que me interesa es el periodismo y no el periodismo como intriga política. También es verdad que como reportero solo era responsable de mis crónicas y como director lo era del pan de cientos de familias y, por lo tanto, las decisiones que tomes tienen un peso mucho más importante. Me hubiera gustado ser director en la época del boom del periodismo, cuando los periódicos ganaban una fortuna, la difusión crecía todos los años y casi no teníamos espacio para poner toda la publicidad que llegaba.
-¿Y qué hace ahora?
-Estoy con un pie en el viejo periodismo y con otro en el nuevo que ofrece muchas posibilidades. Colaboro con varios medios, como The New York Times, he hecho podcast para Amazon y luego estoy muy ilusionado con la adaptación al cine de 'El director', de la que soy productor ejecutivo. También tengo varios documentales en proyecto.
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