Azahara Alonso
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Azahara Alonso
De la dictadura de la productividad, de las imposiciones turísticas sobre qué visitar o no en un viaje, de una sociedad en la que no hay sitio para la pereza y que está llena de mensajes motivacionales que no lo son tanto... De todo esto ... habla la filósofa y poeta Azahara Alonso (Oviedo, 1988) en su primera novela 'Gozo' (Siruela) que esta tarde presenta en la librería Gil, a las 19.00 horas. Una obra que se ha definido como un canto a la ociosidad.
- Pocas veces un primer libro recibe los elogios que ha tenido el suyo. ¿Los esperaba?
-No. Supongo que nadie los espera. De verdad que no tenía una expectativa clara de lo que iba a ocurrir. Me hacía mucha ilusión publicar. Especialmente con Siruela que es una editorial que siempre ha sido de supervivencia para mí. Así que solo con eso yo ya sentía que tocaba el techo.
-Tal vez ese éxito se debe a que 'Gozo' es muy difícil de definir. Se puede decir que es una novela, pero también un ensayo o incluso una crónica. ¿Cómo lo planteó?
-En ningún momento me planteé el género mientras la escribía, pero luego a medida que la historia tomaba peso la narración se iba acercando más a la novela. Tanto Julio Guerrero, mi editor, como yo estamos de acuerdo en que es una novela pues el ensayo tiene otro tono, no tendría una presencia de la primera persona ni tantas licencias literarias. Pero dicho esto reconozco que tampoco es una novela al uso y está entre varios géneros. Algo que es propio de la novela del siglo XXI. Es el género más poroso que hay en lo que respecta a las influencias que recibe. El ensayo es un poco más encorsetado, incluso para bien, y otros géneros, como la poesía, también. Pero, la experimentación siempre es bienvenida en lo literario.
-Desde la primera frase de la novela, se empieza a plantear una serie de preguntas en relación a los dilemas planteados por el trabajo, la política del tiempo, los envites del turismo... ¿La escritura consiguió ayudarla a responderlas?
-Más bien hay una aproximación a esas respuestas. Yo estudié Filosofía y sé que las grandes preguntas no tienen una respuesta y eso es parte de la trampa. De la trampa feliz, de seguir escribiendo, de seguir leyendo y, sobre todo, de seguir pensando. Por eso también creo que el ensayo no sería la mejor forma para responder esas preguntas en el sentido de que siempre he pensado que importa más el viaje que el destino final y que la narrativa nos ayuda un poco más a divertirnos.
-Han definido 'Gozo' como «un elogio a la ociosidad». ¿Lo comparte?
-Han dicho eso sí. Entiendo que en esas lecturas igual se ve así, pero en la mía lo es en una parte, pero también está presente, no tanto el no hacer nada, que se está destacando mucho, sino el no hacer nada de lo que se espera de nosotros. El no cumplir con eas expectativas que también nos infligimos a nosotros mismos que son las de la productividad en todos los campos.
-¿Tan exigentes somos como nosotros mismos?
-Sí. Vivimos en la sociedad del rendimiento, que es muy distinta a las sociedades disciplinarias de antes, en la que ejercemos esa exigencia, además de muy buen grado, y que está muy revestida de esos mensajes supuestamente motivacionales que en realidad son un poco opresivos.
-¿Hay solución?
-Veo muy difícil que la haya a novel comunitaria, general o global. Pero supongo que también habrá gente que se sienta satisfecha con ese modo de vida, por lo tanto se trata de comprobar si estamos a gusto o no con una forma de vida que implica el trabajo como algo que vehicula por completo la identidad o el turismo como algo que indica lo que hay que hacer con las ciudades y con los destinos más allá de lo que puede ofrecer algo en sí mismo.
- 'Gozo' es el nombre de una isla al norte de Malta en la que vivió un tiempo. ¿Tanto la inspiró?
-Aquella estancia que se identifica casi completamente con la de la narradora del libro, no la recuerdo como un año sabático como el que vive ella, pero sí como un momento de encuentro con otro lugar, de contraste y de dificultades de distinto orden, pero precisamente por eso muy estimulante a la hora de formarme como persona más allá de los estudios. Recuerdo la isla con muchísimo cariño, también por los lazos personales, y como algo ajeno a una burbuja turística que hoy la ha desconfigurado tal y como la conocí.
-Hasta ahora, literariamente, se la conocía por su libro de aforismos. ¿Cree que se los considera un género menor?
-Así es y no hace falta nada más que visitar una librería para comprobarlo y ver donde los sitúan, en la sección de poesía y en un pequeño apartado. Sin embargo, hace unos siglos los aforismos eran un género importantísimo que de alguna forma cristalizaban el pensamiento y la moral de la época. Ahora ha cambiado, no tiene esas aspiraciones y menos mal.
-¿Sigue cultivando ese género?
-Sí, sí, aunque es complicado. El libro fue una recopilación de notas que iba escribiendo en cuadernos y muchas de ellos ni siquiera eran aforismos en un principio. Fueron tomando forma luego.
-Tengo que preguntarle por José Hierro porque usted es gestora de la Fundación del poeta. ¿Cómo lo definiría?
-Como el gran ejemplo de sencillez y elegancia. Todo el mundo sabe que es uno de los grandes poetas de nuestra lengua. Pero me gustaría destacar que lo que transmitía, que son también los valores de la Fundación en la que sigo trabajando como profesora, son la horizontalidad y la sencillez, que no simplicidad. Él proporcionó ese contacto directo con la poesía con las cosas que nos fascinan y que, desde luego, no tiene nada que ver con esa idea de las musas. Para mí Hierro siempre será ese poeta que bajaba a escribir a los bares con el ruido de las maquinas tragaperras de fondo porque le gustaba estar entre la gente.
-Sigue impartiendo talleres de literatura. ¿Qué le aportan?
-En mi caso me ayudan a pensar en la escritura y a estar en contacto con gente que tiene mis mismos intereses. Detenernos un par de horas a analizar textos, a pensar y luego escribir es para mí un oasis que ojalá se extendería un poco más.
-¿La palabra está en peligro de extinción?
-Diría que no, aunque solo sea por los 50.000 mail que mandamos al día y que son escritos me imagino que no. Pero sí creo que hay muchos peligros de extinguir la forma en que nos comunicamos. Pero no creo que dejemos de usar la palabra ni de cuidarla porque a aquel que le fascine la literatura no dejará de mimarla.
-¿En qué proyecto trabaja ahora mismo?
-En ninguno en concreto, pero sí estoy escribiendo con vistas de formar un libro, si bien, como decía antes no pienso en ningún género en concreto aunque de esa escritura diaria están naciendo cosas.
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