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De evento en evento está Miguel Poveda (Barcelona, 1973). Ilusionado, preparando un proyecto de flamenco jondo sobre textos de Federico García Lorca y el documental paralelo que llevan años grabando y está pendiente de un viaje a Buenos Aires. «Estoy otra vez enlorquecido», bromea. Está ... noche presenta en Santander su disco 'Diverso' y compartirá cartel con María Peláe.
-¿Su álbum 16, 'Diverso', es un disco de capricho?
-Sí, es mostrarte un poco más desinhibido, con muchos más colores. Este no ha sido un disco más concreto como los Poemas del Exilio de Rafael Alberti o el de Lorca, sino que en este hay un viaje por el flamenco tradicional, por la canción popular mexicana, argentina, por la diversidad y por todos esos colores que se han ido adhiriendo a mi piel a lo largo de mi carrera y de mi vida.
Jueves Miguel Poveda y María Peláe
Viernes Los Secretos y la Banda Municipal de Santander
Sábado Pastora Soler e Índia Martínez
Domingo Los Morancos
-Y también del tiempo de pandemia, ¿Quizá porque estuvo un tiempo quieto?
-También. Correspondía un poco a esa revelación contra la prohibición que era lógica y asumida, pero, de alguna manera, eso de encerrarnos en casa, yo que soy tan inquieto y tan viajero, pues la forma que me permitía poder viajar y tomar contacto con otros lugares, era la música, que tiene ese milagro y esa capacidad. Desde México estaban grabando mariachis, de Buenos Aires la Orquesta de Tango, desde Jerez los músicos, yo desde otro lado... Hasta que pudimos ir juntándonos.
-A la hora de llevar ese viaje al directo, ¿ha tratado de adaptar el sonido al destino o ha tratado de presentarlo de acuerdo al suyo propio?
-No he querido transformarme en otra cosa que no soy. En todo momento he querido ser quien soy, con mi forma de cantar. Buscando la idiosincrasia de cada música y siendo respetuoso, pero sin dejar de ser yo, porque para ser cantor de canto ya hay otros mejores y para ser cantante de rancheras hay otros mejores de allí. Pero sí mostrarles mi cariño y me respeto con mi personalidad. El mejor homenaje que podía ofrecerles era hacerlo desde mi propia esencia, sin disfrazarme.
-Y con este planteamiento, ¿quién es usted?
-Soy un alma inquieta, un enamorado de la música, un ser que respira por y para la música, para compartir, transmitir, aprender, sentirme vivo. Lo que me conecta a la vida no es lo que vemos en las noticias, que si solo miras eso, lo que hace es quitártela. Intento aferrarme a la belleza de este planeta. A la esencia, las cosas pequeñas, la música, el teatro, el cine, la literatura... A todo lo que me haga reflexionar, crecer y moverme los cimientos del corazón y del alma.
-Para alguien tan imbuido en estas manifestaciones culturales, ¿cómo siente que cancelen propuestas culturales porque el mensaje no gusta?
-Me parece como de otras épocas. Inaceptable en los días que vivimos. Bueno, ¡nunca! Desde el respeto, la libertad de expresión es fundamental. A día de hoy, cuando uno cree que hemos avanzado mentalmente, culturalmente y como sociedad, resulta que de repente te salpican estas cosas y crees que no es posible. No sabes si estás viendo la televisión en blanco y negro o dónde estoy. Se trata de sentido común. El mío, por naturaleza, me dice que es inaceptable.
Ha cumplido medio siglo, tiene una carrera larga como voz referencial. ¿Hay relevo?
-Sí, sin lugar a dudas. Soy muy fan de todos los cantaores y cantaoras que nacieron después de mí y ya son maestros. Tienen una sabiduría sobrenatural y además, ahondando en lo tradicional y aportando su personalidad. Eso es para celebrarlo; que se preocupen de cuáles son los cimientos del cante. Ahí está Israel Fernández, que es un artistazo e infinidad de otros nombres. Soy optimista. Se ve que soy muy disfrutón, pero creo que estoy en lo cierto.
-En su tránsito por otros folclores, ¿cree que se trata con más respeto que el nuestro propio?
-Ya no tanto, afortunadamente. Cada vez percibo que la gente se ha dado cuenta de que fuera de nuestras fronteras nos hacen la ola. Alucinan con el flamenco. Y poco a poco, se va tomando conciencia del valor artístico que tiene esta música. Me refiero siempre al público. A las instituciones y a quienes les corresponda habría que darles un tirón de orejas, pero por el flamenco y por la cultura en general.
-Dice que para ir a ver a otro artista en directo, tiene que ser una buena persona.
-Ah, yo sí. Lo necesito. Mira que hay gente que me gusta, pero si la energía no es buena... No voy. Creo que el que canta con sinceridad o lo hace bien de verdad, donde se nota que la sensibilidad es extrema, tiene que ser buena persona. No me imagino a alguien recitando a Rafael de León siendo mala persona, es imposible, porque no sería capaz de entender la profundidad y el amor de su obra, por ejemplo.
-¿Se sigue dejando llevar, esperando que la vida le sorprenda?
-Me dejo llevar porque es la única manera de seguir rejuveneciendo y ganarle tiempo al tiempo. Hay que dejar abierto el factor sorpresa para sentirnos vivos. La vida tiene cosas que enseñarte para bien o para mal y van a hacer que aprendas. Para mí es una obsesión aprender día a día.
-¿Y eso en qué se traduce?
-Yo no me saqué el Graduado Escolar, no pude. No fui buen estudiante; mi cabeza se distraía hacia la música. Mientras los demás estudiaba yo pensaba en subirme a un escenario. Cuando hizo falta dinero en mi casa me puse a trabajar en una fábrica, en una obra... A veces me he castigado con eso, con no haberle prestado atención a los estudios y haberme formado mejor. Entonces, ahora siento que tengo una segunda oportunidad con la vida y con la música y no la quiero desaprovechar. Quiero abrir el alma y el corazón al aprendizaje.
-Aprendió cuando encontró la verdadera motivación.
-Exacto. Ahí ya me agarré. Pero recuerdo que al principio no sabía ni hacer entrevistas y solo decía sí o no (ríe). Me llamó Bigas Luna para grabar una película, gané en La Unión, salí en los periódicos y dije; de aquí no me baja nadie ahora que he conseguido dedicarme al arte y empecé a aprender. Y sigo.
-Como curiosidad, ¿sabe que una paisana suya, Carmen Amaya, da nombre a un espacio cultural en Santander?
Claro, lo sé y de hecho voy a ir al cementerio a llevarle flores, que no he ido nunca, a Carmen Amaya y a Rafael Rodríguez Rapún, que fue el último amor de Federico García Lorca. Para mí este viaje a Santander va a ser muy bonito por eso.
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