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La crónica es su maleta. Y la escritura, su mapa, su GPS, su brújula. En su pasaporte puede leerse: «Viajar es buscar. Buscando se encuentra». El periodista, el hombre, el santanderino, el ciudadano del mundo, «un tipo corriente», se funden todos en la forja (frases ... cortas, párrafos largos) de un contador de historias. De Moynaq a Vietnam, de Pretoria al Sáhara, Álvaro Machín ha dado 'Un millón de pasos'. Ahora comparte con los lectores trayectos y anécdotas, azares y pasiones, despertares y sucesos, en el libro que publica el sello cántabro El Desvelo Ediciones. Pasos y destinos plasmados en dieciséis capítulos que son otras tantas geografías humanas.
No hay ánimo de trascendencia ni pretensión de guía, el periodista de El Diario refleja en su libro –un proyecto que latía ya en el tiempo– el fruto de sus apasionadas vocaciones: mirar, conocer y contar. El propio Machín define este itinerario de cruces y encrucijadas, de lo inesperado, de lo frustrante y de lo asombroso, de esa extrañeza que surge de quien va por el mundo con los ojos abiertos: «Solo son las historias de un santanderino que sale de vez en cuando a dar una vuelta».
En 'Un millón de pasos. Las vueltas por el mundo de un tipo corriente' Alvaro Machín huye de la guía de viajes al uso y traza ante todo su propia cartografía personal, a modo de compilación, a través de una colección de anécdotas, personajes y experiencias a lo largo de unos cuantos años.
Late la urgencia del periodista, el poso del cronista y la curiosidad del escritor /lector seducido por quienes viajaron para contar. «Relatos de andar por algo lejos de casa. Uzbekistán, Camboya, el Cabo de Buena Esperanza, las carreteras de Benín, un par de timadores en Tiananmén...».
De los destinos, de las distintas compañías, de los motivos y del ánimo que envuelve cada fecha, se recogen detalles en los relatos de cada capítulo. Y en el arranque algunos datos informativos del país en el que se desarrolla. «Casi todos están sacados de las fichas de países que ofrece el Ministerio de Asuntos Exteriores de España, un instrumento que siempre me ha resultado muy útil. Algunos de esos datos son genéricos. Otros se han escogido para ayudar a poner en su contexto algún asunto vinculado a lo que se cuenta en las siguientes páginas». Machín da su primer y pequeño paso cada día en las páginas y en la web de El Diario donde el lenguaje periodístico y la profesionalidad reconocida encuentran sus historias cotidianas, su crónica y su exclusiva. Ahora da el salto para escribir sin mirar de reojo el reloj de la redacción y poder adentrarse en un terreno desconocido. «De algún modo, otro viaje».
Álvaro Machín (Santander, 1976), que ha vivido siempre cerca de las vías del tren y que desde niño -confiesa- le gustaron las historias de viajeros, asegura que los saharauis le contaron que para ellos «el Sáhara es un hotel de mil estrellas. Cuando lo escuchas miras al cielo. Por esta frase y por muchas como esa he sido feliz mientras viajaba». Prologado por la periodista de El Diario, Marta San Miguel, la también narradora define 'Un millón de pasos' como «un mapa emocional por los territorios a los que todos, alguna vez, deberíamos asomarnos. Y esos territorios no son países ni capitales o postales turísticas, sino el lugar donde uno llega cuando se atreve a viajar». Machín, en su preludio confesional y testimonial, cita dos referencias que encauzaron su inquietud viajera, curiosa y literaria: el explorador Joseph Thomson y el escritor Robert Louis Stevenson. Y hace suyas las palabras del autor de 'La isla del tesoro': «Yo no viajo para llegar a ningún sitio. Lo hago tan solo por el placer de ir». Pero Machín mide las dimensiones de sus objetivos y sitúa sus crónicas: «Nada de odiseas ni grandes aventuras. Ahora se dice mucho eso de 'ser viajero y no turista'. Supongo que yo, como mucho, soy un turista con cierta curiosidad y con insistencia (y con mucha pasión, eso sí)».
Como buen periodista, desciende a los detalles y desvela sus costumbres y manías, su singular manera de afrontar cada viaje, sus ritos reiterados como una invocación. Su fidelidad a «un cuaderno especial, de tapas duras, con relieve, y el uso de un bolígrafo, uno sólo».
Y, por supuesto, siembra su texto de sensaciones y reflexiones sobre el viaje. «Viajar invita a fijarse un poco más en los detalles. A mirar. Al menos, a sentir curiosidad». Tras cada trayecto, una causa inicial, un motivo o no, una consecuencia.... A Benín o al Sáhara fue por trabajo. Conoció Burkina Faso, supo por qué a Argel la llaman la ciudad blanca…Fue a ver un Mundial a Sudáfrica, de fin de carrera a Cuba, y a Chile por una locura de amor. En solitario subió al Transiberiano «para recorrer 10.000 kilómetros en el mapa y muchos más por dentro».
Su libro, que acaba de ver la luz, empieza a asomarse a las librerías con distribución nacional, e inicia ahora su propio viaje: será presentado en las ferias de Madrid (día 12) y Santander, aunque su puesta de largo oficial tendrá lugar en el Ateneo el próximo 7 de junio. Al día siguiente los pasos le llevarán a la librería Cámara de Bilbao, punto de partida de un periplo de presentaciones.
Machín, ganador del Premio periodístico Langarita y del Solidarios ONCE en Cantabria, además de su labor profesional en El Diario ha compaginado en el pasado colaboraciones radiofónicas y con televisiones locales de Cantabria, además de su actividad docente. Tras esta aventura editorial, entre la experiencia y las ganas saciadas de contar historias, concluye: «El viaje, el concepto, es una buena escuela. Agudiza los sentidos, reduce fanatismos, enseña… Tranquiliza. Suena grande, demasiado grande, pero es cierto».
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