«La mirada del periodismo debe moverse entre la pasión y el escepticismo»
Director de la revista 'Mercurio' ·
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Director de la revista 'Mercurio' ·
Periodista y escritor, retrata la confluencia del mundo digital y el analógico como una oportunidad para el periodismo y la literaturamaría buenaposada
Miércoles, 2 de mayo 2018
Tras desarrollar su carrera tanto en prensa como radio y televisión, el periodista Guillermo Busutil no ha dudado en investigar y aprovechar el potencial de las nuevas plataformas digitales. Director de la revista 'Mercurio' de la Fundación José Manuel Lara de Sevilla, columnista y crítico ... literario y de arte , regresó a Santander para participar en el Congreso de Periodismo Cultural.
–¿Cómo ha cambiado la labor periodística, y el propio valor de la literatura en la era digital?
–En el caso de la literatura tampoco ha cambiado tanto. Se sigue escribiendo pensando en el papel, no en las redes sociales o internet. La literatura sigue siendo de momento analógica. Hace unos años se hablaba mucho de que los escritores tendríamos que aprender a escribir para móviles y para otro tipo de soportes, pero es algo que todavía hoy no está muy claro. El periodismo sí que se ha visto revolucionado por el entorno digital, porque el periodista se ha convertido en muy pocos años en un 'multiperiodista': tiene que pensar en escribir para el papel y en cómo le va a dar una vuelta y va a utilizar un lenguaje más apropiado para las redes sociales. Porque no se trata de escribir el texto en papel y subirlo tal cual a la web, que es lo que algunos periodistas hacen. En la Red tienes que adaptarte, usar frases más cortas, más directas, adaptarlas al tipo de lector que quieras captar. El lenguaje y el enfoque tienen que cambiar en función del soporte, como ocurre en el ámbito audiovisual, por ejemplo. Si trabajas para un medio que te pide un texto para el papel, otro para la radio y además tienes que sacar un total o un corte para televisión, al final te conviertes en una especie de alquimista de todo a cien, porque todo es a cien por hora, y encima debes mantener la calidad. Es complejo, pero ese es el reto periodístico del siglo XXI.
La literatura no ha cambiado tanto en cuanto su ejercicio, pero, ¿y las temáticas?
Ahora hay muchos ensayos sobre el tema tecnológico, la revolución de las redes sociales, de su aspecto tóxico, del alcance de estas plataformas... Por ejemplo, sobre cómo las campañas Políticas de Obama se han dirigido mucho hacia las propias redes que al papel. Ahí sí que hay una mirada crítica y analítica en la literatura sobre este campo. Sobre cómo está cambiando el 'modus operandi' de la sociedad y el pensamiento político social. Mi enfoque va por ahí, trato de mostrar cómo en las redes puedes trasladar el debate de prensa escrita buscando otro tipo de componentes y otro tipo de público. La literatura también ha entrado en algún caso a esa realidad; uno de los últimos Premios Nadal fue para un libro que contaba la historia de un hombre que fallece y deja abierto su perfil en Facebook, y cómo su mujer mantiene vivo ese perfil. Era una novela floja y cuyo argumento estaba cogido con pinzas, pero hasta que un escritor no pueda decir en una novela «y el cielo era azul en Santander», y el lector pueda pinchar en algún sitio y tener una fotografía como mínimo de ese cielo en tiempo real, esas propuestas no tienen mucho sentido. Pero llegará.
–Dada su amplia trayectoria en diferentes medios, ¿cómo es su experiencia con las nuevas herramientas digitales?
–Soy muy curioso y, en ese sentido, creo que la edad es una actitud y una mirada frente al mundo. Así que me siento muy joven y muy rebelde, y con muchas ganas siempre de conocer y cruzar nuevas fronteras. Otra cosa es que sea algo torpe porque mi generación es la analógica, y nos cuesta más adaptarnos a los cambios digitales comparado con los jóvenes, que ya vienen casi con un móvil en la mano. Pero aún así creo que me muevo bien en los nuevos entornos digitales, y que las redes sociales son muy importantes. La clave está en cómo se utilicen. Yo a veces me muevo como un navegante por las redes, para investigar y conocer, otras voy buscando bronca, viendo dónde hay pelea como Hemingway, y si la encuentro y me interesa me meto y participo. Lo que detesto en las redes sociales es la frivolidad, el discurso egocéntrico y banal del 'selfie'. Muchos jóvenes, y no tan jóvenes, lo justifican diciendo que las redes son para entretenerse, pero para eso también puedes leer un libro o ver una buena película o una buena serie. Seguro que se van a entretener más, y encima se aprende.
En el congreso se ha destacado que en las redes se vierte un discurso muy emocional, muy pasional. ¿Cómo convive con esa realidad el periodismo?
El periodismo es una pasión. Es una mirada sobre el mundo, sobre la realidad y sobre el ser humano. Esa mirada hay que ejercerla desde dos sentimientos totalmente opuestos. Uno es la pasión y otro el escepticismo. Pasión por conocer, pasión por contar, pero también capacidad de ponerlo todo en duda, no creerte todo ni lo primero que llega. En el momento en que pierdas una de las dos cosas dejas de ser periodista e incluso, sin darte cuenta, de estar vivo.
–Con el auge digital parece que se de una mayor importancia a la imagen que a la palabra escrita. ¿Qué supone este hecho para el periodismo?
–La imagen es muy importante, pero es la palabra la que construye la imagen. Cuando tres personas escriben y utilizan la palabra 'madre', cada una lo hace reflejando a la suya o lo que ese término encierra para cada una de esas personas. No es una imagen, son varias, porque las palabras tienen la capacidad de multiplicar su significado. El lenguaje es muy importante, mucho. Lo es el audiovisual, sí, pero también la conciencia del lenguaje escrito. Si tu escribes bien vas a generar muchas más imágenes, frente a la capacidad de trasladar muchos conceptos a través una única imagen. Para mí, eso de que una imagen vale más que mil palabras siempre ha sido mentira. Lo que pasa es que hay que saber elegir la palabra, y por eso los escritores y los periodistas tenemos que tener, aunque muchas veces la urgencia de nuestro oficio no nos lo permite, ese culto del poeta que decía «Yo que pasé media vida buscando un adjetivo…». Pues sí. A veces hay que buscar el adjetivo insumiso que le va al texto, el verbo preciso que remata la oración. La imagen es muy importante, pero es la palabra la que construye la imagen.
–¿Cómo cambia o se adapta el lenguaje del contexto analógico al ámbito digital?
–Aunque uno utilice el lenguaje de una forma en el plano analógico, si luego escribe para el digital, para internet o las redes sociales, tiene que utilizar un lenguaje con un enfoque casi publicitario, de frases concretas que golpeen, que impacten. Twitter es un buen ejemplo. A mí nunca me ha gustado demasiado el tuit porque requiere de una agilidad mental brutal, y la mayoría de la gente los utiliza para trasladar meras ocurrencias. No siempre tienes esa agilidad mental, pero ese tipo de lenguaje es el que tienes que utilizar. En plano digital, cuando subo un artículo semanal a las redes, a Facebook, por ejemplo, siempre busco imágenes que generen un diálogo entre lo que cuento, la imagen y el lector. La foto, o el dibujo, o el vídeo o la ilustración son un gancho potente que invitan al lector a adentrarse en el texto. En ese sentido no hay una sola forma de lenguaje, existen muchas. Hasta el silencio es una forma de lenguaje.
–Como director de la revista 'Mercurio', ¿cómo ve el futuro en el campo editorial en relación con la revolución tecnológica?
–Ahora mismo estoy feliz porque acabamos de cumplir 200 números. Yo la cogí hace 11 años y conseguimos convertirla en una revista de ámbito nacional, lo que es un motivo de gran satisfacción para todo el equipo y todo el grupo. Ahora vamos a sacar un especial sobre los 100 últimos Mercurios. Veo con mucho optimismo el mundo editorial. Es verdad que hay una sobresaturación. Ahora muchas veces al librero le llegan un día las novedades y al siguiente las devuelve, porque es imposible entrar esa dinámica de sobreproducción editorial. En ese sentido las redes sociales y lo digital han contribuido a que ese fenómeno se multiplique, porque hoy con 2.000 euros te publicas un libro de 500 ejemplares y los metes en la Red y sus plataformas o en el espacio físico de una librería. Yo creo que eso hará que seamos más selectivos y más críticos como público, como prescriptores y como lectores. Luego, cuando al final se produzca la verdadera revolución de la muerte del papel, que todavía va a tardar mucho, a lo mejor nos encontramos con que ya no hay tanto libro, pero en las redes seguirá pudiendo multiplicarse la escritura. A nivel de salud, de vida literaria, existe actualmente una batalla entre la gente que lee para entretenerse, que entra en la Red para conocer o leerse 'best-sellers', y la gente que lee para pensar y para enriquecer su mirada, que es la gente que busca la literatura. Yo como lector, no ya como crítico, lo que le exijo a un libro es que me pellizque, que me haga pensar, temblar, que me conmueva, que me haga subrayar una frase. Ese es el que guardo o recomiendo a un amigo. Si no, para mí es un libro de avión o de tren. Y creo que eso también lo tiene que hacer el periodista con su trabajo, con su opinión, con su manera de presentar o editar la información con que retrata la realidad. En ese sentido, uno de los grandes problemas del periodismo es que ha dejado de contar historias y esa es su auténtica función: todos los periodistas somos contadores de historias, y debemos saber seducir a nuestros lectores con ellas, sea en papel o en digital.
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