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El Centro Botín acoge estos días a un grupo de gente «extraordinaria», doce niños y tres adultos que se han volcado con la experiencia de dotar de vida a Farout, el planeta más lejano del sistema solar. Una misión capitaneada por Onírica Mecánica, o ... lo que es lo mismo Jesús Nieto, creador y director del taller que se imparte esta semana bajo el título: 'Rumbo a Farut: Hacia alguna parte' y que se imparte por las mañanas para los pequeños y por las tardes para los adultos. «Con este taller nos proponemos mirar el teatro y nuestra forma de viajar desde otro punto de vista. El teatro será una herramienta para que los talleristas reflexionen, al tiempo que crean, sobre el concepto del viaje, sobre lo que nos une, nos separa y la forma que tenemos de relacionarnos», explica este creador, multipremiado y que desde hace doce años investiga propuestas diferentes para todos los públicos con especial atención a los intereses, inquietudes y lenguajes contemporáneos. «Nuestro viaje a Farout nos sirve como imaginario para viajar hacia un lugar donde volver a replantear todo. Sería algo así como crear la forma de vida de un planeta desde el principio. Crear una utopía en este lugar», señala. Y ambos grupos llevan desde el lunes sentando las bases de lo que sería ese planeta, tanto en el número de habitantes como su relación con la naturaleza.
¿Y cómo se puede llegar a construir un planeta? Jugando. «Nosotros trabajamos con los sentidos y para ello invitamos a los participantes en el taller a vivir una experiencia sensorial mediante distintos juegos. Así por ejemplo les bajamos a la calle con los ojos vendados para que tomen conciencia del sonido y que prepararen una narración sobre lo que oyen o lo que tocan porque luego regresaron al mismo espacio todavía con los ojos tapado y en algunos tramos ayudados por una cuerda», señala sobre uno de las sesiones que se han llevado a cabo.
Así que el taller se divide en dos partes, una en la que se suceden ese tipo de juegos sensoriales que les ayudan a desarrollar otros sentidos y otra en la que ellos, como creadores, desarrollarán una especie de dramaturgia o juego que mostrarán a sus familiares o amigos, mañana, viernes, último día de la actividad. «El viaje final, el que invitamos a hacer a esas personas que vengan mañana, que entrarán de uno en uno y de una forma muy 'especial'. Esa acción está protagonizada por los espacios y la concepción de ellos que han creado los propios talleristas».
De momento, y tras tres jornadas de taller, el director reconoce que los niños ganan en espontaneidad a los adultos. «Es lógico, los niños no se juzgan nunca. Lo toman todo como una parte del juego y están encantados de poder hacerlo. Los adultos son más proclives a juzgarse y por lo tanto son más cortados a la hora de proponer y eso que, los tres que están siguiendo el taller estos días están bien dispuestos a tirarse a la piscina y eso es algo que nos ha sorprendido mucho», señala.
El creador del taller reconoce también que las lecturas de su actividad es distinta para los menores que para los mayores. «El planteamiento de los adultos de cómo debería ser ese planeta que les invitamos a habitar es mucho más intelectual, mientras que las ideas de los niños y niñas son mucho más locas», matiza.
Jesús Nieto construye dispositivos poético-mecánico-imaginarios para todo aquel enamorado de lo extraordinario. En los últimos años investiga sobre la memoria reciente, la transformación de la percepción sensorial y el lugar que ocupa la tecnología en todo esto. Su investigación crea experiencias escénicas que combina paisajes sonoros, audiovisuales y objetos mecánicos que son los 'actores' en sus espectáculos. Proviene del teatro de objetos, siempre desde una perspectiva contemporánea en la búsqueda de nuevos lenguajes escénicos. Escribe, dirige e interpreta habitualmente sus piezas. Ha recibido numerosos premios por la originalidad e innovación de sus propuestas. El taller que imparte esta semana forma parte de un proyecto de investigación que se llama 'Trilogía del presente', «que son piezas de investigación que cuestionan otros futuros posibles en un momento en el que tenemos una idea catastrófica del futuro. Estamos instalados en que el futuro es catastrófico y no podemos salir de ahí y necesitamos relatos que vuelvan a emocionarnos e ilusionarnos y el tema de incorporar el relato de los jóvenes y de los adolescentes nos dan esperanza porque si no, no hay forma de salir de esto», concluye.
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