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Las conferencias de Rita Segato consiguen llenar auditorios y campus universitarios, y sus seguidores inventan decenas de 'hashtag' para hacer circular sus mensajes por la red. Antropóloga e intelectual feminista, de postura crítica y transversal, levanta grandes adhesiones en toda Latinoamérica. Segato ... se encoge de hombros al saberse tan reconocida. «Soy una persona común y corriente, y es solo que se me ocurre pensar y contar lo que pienso, solo que a veces lo hago en forma de cuentos. Es un pensar en la vida», comenta mientras se remueve en uno de los sofás de La Magdalena, donde esta semana ha impartido un curso magistral.
Segato ha trabajado ampliamente y de forma cruzada sobre conceptos como el racismo, la violencia, las formas de colonización, el feminismo. Lo ha hecho desde los ámbitos académico y activista, alumbrando ensayos como 'Las estructuras elementales de la violencia' o 'La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez'. Es catedrática emérita de la Universidad de Brasilia y ha participado en procesos importantes como los juicios en Guatemala por el caso 'Sepur Zarco'. Muy en el centro de su discurso e investigación ha situado el sistema patriarcal, un gran esquelo que soporta toda la desigualdad social, una estructura oculta tras la moralidad, un adversario común para mujeres y hombres.
Segato es crítica con el llamado 'feminismo del enemigo'. Se yergue en su asiento para explicar esta cuestión. Para empezar, considera palabrería y distorsión que se lleguen a abrir debates sobre la presencia o no de los hombres en las manifestaciones o en la lucha en el espacio público. «Ese no es el problema», rechaza casi molesta. Y expone: «Nuestro enemigo no son los hombres, sino el orden patriarcal. Porque nuestro movimiento es antisistémico y radical», comienza explicando. «Hasta que los hombres no se empeñen en desmarcarse del mandato de masculinidad, el mundo no se mueve. Hasta que no podamos convencerles de que ellos también se destruyen como humanidad al curvarse al mandato de masculinidad como hoy lo entendemos –atravesado por una exhibición de potencia y de la capacidad de dominación–, hasta que no les convenzamos de que sufren, el mundo no cambia. Nosotras las mujeres estamos ayudando a los hombres a que perciban su opresión, cómo son oprimidos por el mandato de masculinidad y el orden corporativo masculino. Nosotras vamos a ayudarles».
Segato plantea en sus conferencias −el pasado lunes ofreció una charla abierta en La Magdalena− que el feminismo se enfrenta a esta estructura de poder patriarcal como movimiento plural, como un cúmulo de teorías y experiencias, sin una voz del todo unificada −«y eso lo entiendo como algo grande»−, y con la singularidad de ser ahora transgeneracional −aprende mucho, comenta, de las adolescentes argentinas que salen a la calle con un discurso muy armado; el movimiento 'sub16', lo llama, le emociona.
¿Y cómo etiquetar el movimiento feminista actual dentro de su historia? «No soy propensa a hablar de olas. Esta fase del movimiento feminista comenzó, con una gran producción teórica, hace aproximadamente setenta años. Y fuimos juntando una reflexión sofisticada que llena los estantes más importantes de las librerías físicas y virtuales del mundo», comienza explicando Segato. El movimiento ha transitado por los márgenes del sistema y también se ha institucionalizado; ha cambiado con el tiempo, y ahora ha llegado, juzga la profesora, a una especie de meta: «Está llegando a destino: es sorprendente esa llegada, casi es un puerto de cambio, una nueva era, es casi tocar en el centro de reproducción del patriarcado. Estamos llegando a un gran momento en el que el movimiento toma el espacio público de una manera plenamente política».
Una medida que explica el impacto del movimiento feminista son, precisamente, sus detractores. «Los antagonistas de nuestro proyecto histórico tuvieron que reaccionar en un tiempo muy corto. Y ellos nos dan la medida de la fuerza de nuestro movimiento. En lugar de ser un problema, son la constatación de que nuestro movimiento está tocando en el epicentro de reproducción del patriarcado. Lo muestran con su rapidez de intentar frenarnos. Ellos son la medida de nuestro éxito, no de nuestro fracaso», interpreta.
Segato es también titular de la Cátedra Aníbal Quijano del Museo Reina Sofía. ¿El museo contemporáneo es capaz de ofrecer un relato completo, complejo? Segato responde con otra pregunta que le hicieron hace poco en una reunión en el Pompidou. Allí le preguntaron por cómo el eurocentrismo afecta a los propios museos europeos. «Lo que dije es que Europa en sus museos aprisiona y mira el mundo. Como el mundo está aprisionado, el europeo mira los objetos pero estos no le devuelven la mirada, no hay reciprocidad, hay una soledad absoluta. El europeo mira al mundo pero no se deja mirar, no recibe de sus museos una mirada que lo ilumine y le ofrezca un espejo».
También utiliza la metáfora del espejo para hablar del lenguaje y su capacidad de interferir en la realidad, de modificarla: «El lenguaje es un espejo, por eso tengo ciertas reservas con relación a su censura. Hay que dejarlo fluir naturalmente. Yo no me obligo, porque si censuramos el lenguaje perdemos el espejo».
Al comienzo de la conversación, Segato se ha declarado algo perpleja ante su capacidad de convocatoria.
-¿No siente que tiene cierto poder de inspiración?
-No sé, yo es que no lo intento.
Explica entonces que cuando comenzó su vida académica también empezó a sentir la «ansiedad» por publicar. Entonces tomó una decisión: «A partir de ahora, voy a hacer las cosas por placer y a mi medida». Puso así freno a lo que ella identifica como un fallo del sistema de evaluación de la carrera académica que exige la producción de publicaciones y el logro de créditos y puntos. «Y eso es la muerte de la imaginación». Pone un ejemplo: el politólogo y profesor Benedict Anderson dejó escrito apenas un libro −'Comunidades imaginadas'−, y hoy no puede haber un aula en el mundo donde no se lea este texto si se quiere estudiar el concepto nación. «Es de lo poco que escribió, un libro finito, así», dice Rita Segato y junta mucho los dedos índice y pulgar, «es un libro extraordinario que cambia la manera en que pensamos la nación. Y Anderson solo escribió eso».
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