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Conocido como el maestro de los hispanistas, el británico John H. Elliott ha muerto este jueves en Oxford (Reino Unido) a los 91 años, debido a una neumonía, según sus familiares. Autor de obras como 'La España imperial' (1998), 'Richelieu y Olivares' (2002), 'Imperios del ... mundo atlántico: España y Gran Bretaña en América, 1492-1830' (2011) y, el más reciente, 'Catalanes y escoceses. Unión y discordia' (2018), entre otra decena de tratados, recibió el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales en 1996, y fue reconocido con el 'doctor honoris causa' por las universidades Complutense, Carlos III de Madrid y Universidad de Sevilla.
Doctorado en Historia en la Universidad de Cambridge, fue profesor del King's College de Londres, y desde 1973 en el Institute for Advanced Study, en Princeton. En ambas instituciones investigó la historia española, especialmente la de figuras como el Conde-Duque de Olivares (s. XVII) y la época de los Austrias, a través de la historia comparada, llevando el aprendizaje del pasado hasta enfrentarlo con el presente español, aunque, indicaba, evitando el «presentismo». Su influencia en el ámbito académico anglosajón era tan alta que incluso se hablaba de la «escuela anglosajona de estudios históricos españoles» o sencillamente la «escuela Elliott».
De visita frecuente en España, y sobre todo al Museo del Prado, del que fue patrono, Elliott solía participar en conversatorios en el Instituto Cervantes y en Casa de América, por ejemplo, donde exponía conocimientos históricos y opiniones personales sobre un país que pisó por primera vez cuando estudiaba en la universidad. En sus entrevistas insistía en que su método consistía en desarrollar la «empatía» por las personas que estudiaba, ver aquel mundo anterior desde la piel de su personaje, más aún cuando intentaba comprender una época de «decadencia» imperial. La obligación del historiador, decía, estaba en «explicar y reconciliar pasado y presente».
Sus últimas investigaciones se centran en el proceso, y sentimiento, catalán, cuya historia separatista consideraba basada, en cierta medida, en «mitificaciones», según expuso en su último libro. Aunque comprensivo con el reclamo catalán de que se reconozca su «diferencia» dentro de España, criticó el papel de los políticos en la tensión generada en años recientes, a partir de la «manipulación de la historia», por los acontecimientos de 1714. En una entrevista a la revista 'Convivio' decía: «Estaba aprendiendo catalán con una familia; tenía simpatía por esa nacionalidad sofocada por el régimen, y cada día me sentía más catalanista. Al mismo tiempo, frente a la documentación del siglo XVII sobre la rebelión de los catalanes, vi que su historia tradicional era mitológica, romántica y que no casaba con los documentos. En ese momento empecé a entender la fuerza del nacionalismo». También salía en defensa del rey Juan Carlos y decía «entristecer» con la actitud de generaciones «nostálgicas», «ignorantes» y «sin memoria» del franquismo y de la Transición.
Una anécdota contada por sus discípulos Richard Kagan y Geofrey Parker sostiene que en sus años activos en el Trinity College tuvo a seis discípulos que querían hacer con él su tesis doctoral a la vez. Ante la demanda, organizó un seminario, al que «invitó a todo hispanista que encontrara por allí» y al que cada uno de los estudiantes debía presentar un informe acerca de la tesis que quería hacer». También les puso en contacto con otros académicos de metodologías diferentes. Así cada uno escribía «el tipo de historia por la que personalmente se sentía atraído», como le pasó a él al elegir España. Sólo insistía en que la «buena historia» requería «estilo claro y sencillo, marco amplio y, lo más importante de todo, un tema audaz», recuerdan en el libro 'España, Europa y el mundo atlántico. Homenaje a John H. Elliott» (2002).
Elliott falleció en el hospital John Ratcliffe de Oxford, aquejado también por complicaciones renales y un rápido deterioro físico. Sus familiares aseguran que mantuvo su lucidez hasta el final.
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