Antonio Heredia
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Antonio Heredia
Define la Real ACademia Española el concepto vocación como inclinación a un estado, una profesión o una carrera. Y algunos casos, la vocación define toda una vida. Es el caso de Antonio Heredia, (Sevilla, 1940). Catedrático de la Filosofía de la Universidad de Salamanca, a ... la que siempre ha estado unido, docente, articulista y guitarrista frustrado, recibió en Santander el nombramiento como Socio de Honor de la Sociedad Cántabra de Historiadores de la Filosofía Española, el segundo reconocimiento de esta clase que se concede, tras el del año pasado al catedrático andaluz Pedro Cerezo.
-Si tuviera que definirse a sí mismo, ¿cómo lo haría?
-Como un trabajador que ha creído en aquello que hacía. Realmente ha sido como una fiebre, una especie de llamada o vocación hacia la filosofía española. Difundir nuestro pensamiento, nuestra historia.
-No es mala forma de expresarlo porque le ha dedicado una vida.
-Completamente. Una vida completa. Recuerdo de pequeño que teníamos un libro de lectura en la escuela llamado 'El libro de España' y aquello me impresionó. Lo bonita que era, su diversidad. Me creó una afición y por ahí puede venir también el deseo de conocer más nuestro país.
-¿La diversidad debería ser un motivo de unión más que de distancia?
-Efectivamente. Yo he sentido como mío todo lo que era diverso. Soy andaluz y nunca he tenido envidia ni aversión al resto de regiones. Me encanta cómo se baila la sardana, los trajes regionales de Cantabria, la música de las gaitas gallegas y como sevillano, el baile por sevillanas. Me he considerado muy feliz en esto de haber sabido asumir en la unidad esa diversidad.
-Sevillano al que algo de acento le queda
-(Ríe) Eso parece. Algo ha quedado, sí.
-Dedicarse a esa vocación ¿ha supuesto sacrificar muchas otras cosas o ha sido un camino siempre satisfactorio?
-Sin duda ha habido que renunciar a muchas otras aficiones. Yo tocaba la guitarra, pero por dedicar tanto tiempo al estudio no tenía más para tocar y eso lo he perdido y es una de las cosas que más siento.
-Le hubiera sido útil, porque la música también es una buena forma de difundir ideas.
-Completamente de acuerdo. Estuve en Francia unos tres años, de vacaciones, y con la guitarra difundía el folclore de mi tierra y aquello era una fiesta.
-Ha viajado y conocido otras culturas de la mano de la filosofía. ¿Es una materia universal que une y conecta?
-Sí, la filosofía es como bien dice una materia que une, pero también muy diversa. Todo el mundo es filósofo en el sentido general de la palabra; todo el mundo se hace preguntas y quiere saber. Como decía Aristóteles, el saber es un instinto. Pero, ¿hasta dónde quiere saber? ¿Dónde se pone el límite? En este sentido, la filosofía es muy orgullosa, atrevida, ansiosa de saber siempre más. Podemos trazar figuras de filósofos inmensos que se han ocupado de cuestiones últimas y otros que hacen su labor analítica por afición, pero que no tienen las herramientas necesarias, se quedan un poco a medias. Pero con seriedad, todo es aprovechable.
-Hablemos de una de esas figuras enormes; Unamuno aplicaba el término 'Des-vivirse' en política, que significa poner la máxima energía vital propia en los asuntos públicos. ¿Estamos escasos de esa entrega?
-Desde luego en el sentido de Unamuno sí. Desvivirse esa dejarse, no por cualquier cosa banal, sino llegar al fondo. Lo que más le apasionó fue la búsqueda de la verdad, por encima de cualquier cosa. Llegar a la raíz. Hoy día no lo veo muy claro.
-¿Consiguió encontrarla?
-Para Unamuno la religión era la fuerza revolucionaria más importante que existía. Eso le estimuló a luchar. Sus últimas palabras fueron «Dios y España». España era su pasión y Dios era su fuerza. Veía España como una mano abierta e invitaba a los españoles a conocerla en todas sus dimensiones, porque si no, no podrían amarla.
-¿Quedan líneas de investigación en torno a Unamuno?
-Creo que sí. Quedan poco escritos suyos por conocer, pero cada época tiene su percepción que le hace ver lo que otras no ven en el mismo objeto de estudio. Todos vamos contribuyendo a enriquecer ese fondo de la obra de Unamuno. No te deja indiferente, aunque hay gente a la que no le gusta, pues él mismo se titula como autopredicador. Hurga, entra en el interior de la persona y la estimula.
-Hablando de otra época, en los Seminarios de Historia de la Filosofía del año 78 abordó el papel de la filosofía en el bachillerato. ¿Con el tiempo que ha pasado, qué balance hace hoy?
-Analicé los años del 38 al 75, una época políticamente muy precisa, con un proyecto muy particular y libros de texto acordes con los programas oficiales. Pero es cierto que los profesores podíamos explicar con bastante libertad. Hoy parece que se ha infantilizado la sociedad, los niños necesitan la imagen, el discurso seguido les aburre... Entonces todo era letra y hoy vivimos la época de la imagen.
-¿Cómo se jubila uno de una institución a la que ha dedicado tantos años como usted a la Universidad de Salamanca?
-Pues nunca se jubila (ríe) No, no. Yo solo me jubilé administrativamente y sigo trabajando gratis et amore por la universidad. Le tengo muchísimo cariño, me siento muy en deuda con ella y con la sociedad que me ha ayudado a estudiar y a seguir adelante. Es como una segunda madre para mí, madre nutricia.
-¿Que le reconozcan con un premio como el que recibe en Santander es sinónimo de haber aportado algo a su campo?
-Es el reconocimiento de una labor, pero no puramente personal. Como en todos los casos que se premia, se señala a una persona, pero siempre junto a esa persona le han tenido que acompañar muchas otras. Eso tengo en mí ahora cuando recibo este reconocimiento; a toda la cantidad de personas que me han acompañado y lo que hemos hecho entre todos. Nunca nadie hace nada solo. Nunca.
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