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'Retrato de Marcel Proust', Jacques-Émile Blanche. (1892). Musée d'Orsay
Todos los mundos de Proust se concentran en el Thyssen

Arte

Exposición
Todos los mundos de Proust se concentran en el Thyssen

El Museo recrea el universo estético y emocional del escritor a través de obras de grandes maestros de la pintura

Lunes, 3 de marzo 2025, 15:41

El arte supera y vence al tiempo que todo lo destruye. Marcel Proust (1871-1922) se propuso demostrarlo con una de las más monumentales aventuras narrativas de la historia. Los siete títulos con los que quiso recuperar el tiempo perdido. El genial escritor francés creía que cada obra de arte alumbra un mundo, como lo hacían sus novelas. Y muchos de esos mundos se concentran ahora en el Museo Thyssen-Bornemisza, que en la exposición 'Proust y las artes' acoge 136 obras de gigantes del arte. En cartel hasta el 8 de junio, viene a ser el arte recobrado de Proust y evidencia la importancia que este tuvo para uno de los escritores más influyentes del siglo XX.

Creía Proust que «el mundo se recrea tantas veces como surge un artista original» y que «sólo a través del arte podemos salir de nosotros mismos y ver otros mundos». Universos encerrados en obras del Greco, Tintoretto, Rembrandt, Vermeer, Van Dyck, Turner, Fantin-Latour, Whistler, Ruskin, Manet, Monet Degas, Renoir, Watteau, Zuloaga o Leger, entre muchos otros. Todos pintores admirados por Proust, cuyas obras se reparten en las nueve salas de una brillante exposición con la que Fernando Checa, su comisario, recrea esos mundos proustianos.

'Después del almuerzo'. Pierre-Auguste Renoir, 1879. Städel Museum de Fráncfort

Hay también esculturas, grabados, dibujos, trajes -algunos de Fortuny, que estuvo a punto de ser un personaje de Proust-, tejidos que pertenecieron al escritor, fotos y libros. Están las primeras ediciones de los siete tomos 'A la busca de tiempo perdido', publicados entre 1913 y 1927 y cedidos por la Biblioteca Nacional de Francia, y su primera obra, 'Los placeres y los días (1896). Esta se presenta en la primera sala para testimoniar el temprano gusto por las artes, la música, el teatro y en especial por la pintura, con sus frecuentes visitas al Louvre.

El viaje por la emociones y los gustos estéticos del narrador se abre con una foto de un jovencísimo Proust, retratado por Nadar con solo quince años, y se cierra con la imagen del escritor en su lecho mortuorio, junto a dos autorretratos de Rembrandt en la madurez y en la ancianidad que testimonian esa derrota del tiempo que el arte combate.

'Muchacho comiendo cerezas' h. 1858, Édouard Manet. Museo Calouste Gulbenkian. Lisboa

Es un exquisito recorrido por varios siglos del mejor arte a través de piezas que evidencian el interés de Proust por la arquitectura, la moda, la técnica o los coches, como el que utilizó para recorrer las catedrales góticas de Francia. «Le interesaba tanto el pasado como la modernidad», dice Dolores Delgado, conservadora de pintura antigua del Thyssen y comisaria técnica de la exposición.

Pasión secreta

Proust es «una pasión secreta» de Fernando Checa, exdirector del Prado y gran especialista en pintura antigua, que ha dedicado más de tres años a preparar la muestra. «Es la exposición de un 'proustófilo', pero no es una exposición fetichista, llena de objetos. Rompe con los criterios convencionales del montaje para no ser cronológica, ya que Proust es el autor de la novela más anticronológica», destaca Guillermo Solana director artístico del Thyssen.

La muestra recorre y refleja los ambientes artísticos, monumentales y paisajísticos que le rodearon y que Proust recrea en sus libros siempre a través de los artistas que le sirvieron de estímulo. Permite entender el París en el que vivió: La cosmopolita, efervescente y rica capital de la Tercera República, su gran transformación tras las reformas urbanísticas del barón Haussmann, con la aparición de la electricidad, los coches, los espectáculos, los restaurantes y los cafés y la hecatombe de la I Guerra Mundial.

'Retrato de Sarah Bernhardt', 1876. Georges Clairin. Petit Palais, Musée des Beaux-Arts de la Ville de Paris

Incide en la poco conocida «conexión española» de Proust a través de las figuras de Mariano Fortuny, Ignacio Zuloaga o Raimundo de Madrazo. Exhibe algunos vestidos y telas diseñados por Fortuny para destacar el crucial interés del autor francés en la moda. De Zuloaga muestra el formidable retrato de la condesa Mathieu de Noailles, y de Madrazo otros dos retratos, el de la esposa del pintor, María Hahn, y el de Laure Hayman. La importancia del teatro en la obra de Proust se aprecia en la impresionante retrato que Georges Clairin pintó de la actriz Sarah Bernhardt, figura en la que Proust se basó, entre otras, para crear el personaje de la Berma, presente a lo largo de la novela. Lo ha prestado el museo del Petit Palais de París.

'Retrato de la condesa Mathieu de Noailles', 1913. Ignacio Zuloaga. Museo de Bellas Artes de Bilbao

También apasionaba a Proust la imagen de lo moderno que crearon los pintores impresionistas en sus representaciones de las calles y otros ambientes parisinos: los Campos Elíseos, el Bois de Boulogne, los palacios de la aristocracia del Faubourg Saint- Germain, o las playas y costas del norte de Francia. Son algunos de los escenarios en los que se desarrolla la novela de Prouts y que reflejaron pintores como Édouard Manet, Camille Pissarro, Pierre-Auguste Renoir, Claude Monet, Eugène Boudin o Raoul Dufy.

El Thyssen ha hecho uno de los iconos de la muestra el cuadro 'Rue Saint-Honoré por la tarde. Efecto lluvia', pintado por Pisarro en 1987 y protagonista de un largo litigio, que aún colea entre el museo, y los heredero de la familia a la que fue expoliado por los nazis.

La excepcional exposición no habría sido posible sin la generosidad de prestadores como los museos del Louvre, Orsay y Carnavalet de París, el Mauritshuis de La Haya, el Rijksmuseum de Ámsterdam, el Städel de Fráncfort y la National Gallery of Art de Washington, el Prado o el de Bellas Artes de Bilbao.

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