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El Museo de Altamira abre al público la exposición 'El color engendra vida: arte rupestre de cazadores recolectores en los cañones del Bajo Pecos', formada por algunas de las manifestaciones de arte rupestre «más complejas e impresionantes de América del Norte», realizadas por cazadores recolectores hace casi 4.000 años. La muestra recorre, a través de fotografías y acuarelas realizadas por la comisaria, Carolyn Boyd, las imágenes más representativas de los más de 300 sitios localizados hasta el momento al norte del río Grande. Esta zona ha sido declarada este año como Monumento Histórico Nacional de Estados Unidos por su «complejidad, espectacularidad» y el número de sitios con arte, que sigue creciendo cada año.
Entre las imágenes representadas destacan las figuras humanas que detallan adornos corporales, armas o parafernalia. Junto al ser humano, aparecen animales como ciervos, felinos, y figuras serpenteadas, así como figuras enigmáticas cuyo significado se desconoce. Las investigaciones realizadas por la comisaria de la muestra han revelado la relación entre las escenas narradas en el arte rupestre del Bajo Pecos y los mitos y ritos de las sociedades agrícolas mesoamericanas posteriores. Además, su investigación sugiere un origen muy antiguo de conceptos y rituales que aún hoy se practican.
Así lo refleja el mural de White Shaman, del que se presenta una reproducción a gran tamaño en la exposición. El panel, que alberga más de 30 figuras humanas, se ha interpretado como la narración de la creación, con un mito donde se detalla el nacimiento del sol y el establecimiento del tiempo a través del peregrinaje que realizaron los antepasados huicholes para cazar al venado.
La región del Bajo Pecos, ubicada en el suroeste de Texas (Estados Unidos) y Coahuila (México), se caracteriza por un paisaje de desfiladeros y cañones estrechos que albergan cientos de abrigos rocosos donde se han localizado yacimientos arqueológicos y pinturas rupestres que documentan la forma de vida de los cazadores recolectores. Hace 4.000 años, los habitantes de la zona, nómadas y con una subsistencia a base de forrajeo, plantas silvestres y caza menor, comenzaron a realizar arte rupestre en complejos murales con un estilo esquematizado y ordenado. Los nativos americanos creían en un universo en el que una fuerza vital impregnaba todas las cosas, incluido el arte rupestre, por lo que los personajes representados son seres vivos que participan activamente en la creación, en el pasado, en el presente y en el futuro.
La exposición, financiada por el Ministerio de Cultura y Deporte , ha sido comisariada por Carolyn Boyd, miembro de la red internacional Rock Art Network, un grupo de trabajo creado por el Getty Conservation Institute y la Bradshaw Foundation. Este ciclo ya ha mostrado el arte de los cazadores recolectores San en Ukhahlamba Drakensberg, África, y de la Quebrada de Humahuaca, Argentina.
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Ana del Castillo
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