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En un tiempo de crisis que parece no tener fin, en el que los efectos de los trances cíclicos inherentes al capitalismo se ven agravados por pandemias, por una extensión de los conflictos armados que nos tocan cada vez más de cerca y por el ... acuciante problema del calentamiento global, los museos deben tener algo que decir. En un momento de creciente polarización, de auge de los populismos, de desconfianza en la política y en las instituciones en el que, sin embargo, proliferan todo tipo de ideas conspiranoicas, los museos tienen que participar activamente en los grandes debates de la actualidad. Desde sus respectivas especializaciones temáticas, deben formar parte del ágora como espacios de diálogo abiertos a la participación ciudadana, espacios para la convivencia. Pueden y deben contribuir, en definitiva, a la mejora de la calidad de nuestra democracia.
Los museos son, de hecho, lugares en los que personas de toda índole pueden acercarse a la cultura y, además, encontrarse e intercambiar ideas en pie de igualdad, sin condicionantes de tipo académico o formal. Hace ya mucho tiempo se superó la noción del museo 'templo de las musas' al que la ciudadanía se acercaba con temor reverencial a admirar las colecciones aristocráticas, las maravillas de la historia natural o del patrimonio cultural o los avances de la ciencia y la tecnología, siempre como receptores pasivos de relatos y mensajes no demasiado accesibles que les eran normalmente ajenos. Hoy se trata, por el contrario, de fomentar la cultura crítica, haciendo posible un diálogo constructivo entre los especialistas y la población. El Mupac, un museo especializado en prehistoria y arqueología, debe ayudar al público general a comprender la complejidad del pasado, pero no solo; también la de su presente, hablándole de evolución natural y cultural, de adaptaciones a un medio cambiante, de contactos y cambio cultural y social, de las causas de ese cambio (ambientales, socioeconómicas) y de sus consecuencias; de procesos de larga duración, pero también de acontecimientos puntuales, que nos han conducido a ser lo que somos y pueden sugerirnos el camino a seguir para, por ejemplo, poder continuar existiendo como especie sobre este planeta. Se trata, en definitiva, de ayudar al público a conocer el pasado ofreciéndole las herramientas para aprender de él de forma crítica y mejorar, así, su capacidad para actuar en el presente. Un museo donde hacer partícipe a la ciudadanía de un patrimonio colectivo que, no lo olvidemos, es también una construcción ideológica de la que emanan una simbología y un imaginario que puede hacer suyos o, por el contrario, poner en cuestión. En uno y otro caso, en haber conseguido promover una reflexión crítica residirá el verdadero éxito del museo.
Incorporando las propuestas de la 'Nueva Museología' (Navajas Corral, 2013), los museos del siglo XXI han de culminar su aspiración de estar plenamente al servicio de la comunidad. Para ello, deben superar sus procedimientos tradicionales y proyectarse a la sociedad haciendo uso de todas las herramientas que los avances tecnológicos ponen a su disposición para la comunicación y la socialización del patrimonio. Aquí resulta clave la innovación y el desarrollo como elementos que permiten optimizar la capacidad de impulsar y aprovechar las interrelaciones con la comunidad y propician una gestión integral del patrimonio, generando actividad económica de forma directa e indirecta a través de la transferencia de conocimiento. Los resultados del museo no se medirían, así (o no solo), en términos de visitas e ingresos, sino de sus logros como activador social y económico. El Mupac, un museo público de ámbito autonómico, se encuentra inmerso en un proceso de renovación que, partiendo de premisas estrictamente museológicas, le va permitir ocupar la posición que le corresponde en el ámbito de su especialidad. Responsable de unos magníficos fondos entre los que se encuentran colecciones dotadas de valores universales excepcionales vinculados a los de los sitios patrimonio mundial de los que provienen, va a mejorar sus instalaciones y equipamientos con el único objetivo de poder cumplir plenamente las funciones que tiene asignadas. Va a pasar, de hecho, de ser en cierto modo un 'no-lugar' (en su trasiego entre sedes inadecuadas en edificios dedicados a usos varios –docentes, administrativos, residenciales o comerciales)– a disponer, por primera vez, de una sede propia; no un 'edificio estrella', sino un inmueble reconocible y plenamente adaptado a la satisfacción de sus necesidades funcionales. En estas condiciones, podrá contribuir de forma relevante al proceso puesto en marcha en Santander para que la cultura sea motor de dinamización y proyección de la ciudad, no solo en términos turísticos, sino de mejora de la calidad de vida de sus habitantes. Además, el Mupac, con su nuevo equipamiento científico-tecnico, está llamado a convertirse en un centro de I+D+i, un polo de actividad cultural y económica en torno al patrimonio prehistórico, a modo de nodo central de un 'sistema' que, junto con las Cuevas Prehistóricas, el Centro de Arte Rupestre de Cantabria y el Museo de Altamira, dinamice la región generando empleo de calidad vinculado al sector servicios en el marco de la denominada 'economía de la cultura'.
Tal es la aspiración del Mupac: convertirse en un museo del siglo XXI antes de cumplir su Centenario en 2026.
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