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Pablo Sáinz Villegas (La Rioja, 1977) está considerado uno de los grandes guitarristas del panorama internacional. De gira internacional, ha hecho un alto en el camino para participar en dos conciertos didácticos en Cantabria. Con 40 años recién cumplidos, el artista ha recibido premios ... internacional y trabaja en su próximo disco que grabará con el tenor Plácido Domingo.
-Empecemos por el principio, ¿cómo llegó la guitarra a su vida?
-Mis padres son profesores y siempre pensaron que la música es un elemento básico en la educación. Con seis años empecé a tocar la guitarra, aunque siempre he pensado que la guitarra me eligió a mí. Fue una relación entrañable e íntima y, a medida que me desarrollé como persona y como músico, la relación se fortaleció más. A los 15 años aposté por la música como mi forma de vida. Al final, ese compromiso hizo que mi sueño se cumpliera.
-¿Qué tiene la guitarra que no tienen otros instrumentos?
-He tenido contactos con varios instrumentos, pero la esencia de la guitarra está muy conectada con la cultura española. Al mismo tiempo, simboliza la multiculturalidad que vive este mundo. Es el instrumento de la gente y está muy cercano a mi esencia como ser humano. Me permite conectar con la gente porque no hay que olvidar que la música le pertenece a ellos. Es símbolo de democratización y globalización. La música representa el lenguaje de las emociones y es universal porque todos los seres humanos sentimos, estés en China o Estados Unidos. Al final todos deseamos que el círculo que creamos a nuestro alrededor con la familia y los amigos se sienta bien y esté alegre. La guitarra y la música me permiten ser esa persona.
-Hoy está considerado uno de los grandes guitarristas del panorama internacional, ¿Qué le queda por hacer?
-No miro el camino, yo lo entiendo más como un espacio que crea cada uno en su vida. ¿Cómo quieres que sea tu casa o tu jardín? Y es lo mismo en la vida. Vas poniendo cosas en tu círculo para sentirte bien. Es crear un lugar atemporal, donde cuidas los pequeños detalles para que todo vaya bien. Es un jardín que crece porque siembras semillas. Aquí es donde todos creamos y queremos que se cumplan nuestros sueños. ¿Cosas que me quedan por hacer? Un montón. En la vida estamos para compartir y para inspirarnos unos a otros. De nada sirve tener un jardín precioso si nadie viene a verlo. Tampoco sirve de nada ser músico si nadie viene a verte. La música le pertenece a la gente y es un acto de generosidad, de humildad en el que invito al público a participar, compartir y sentir mi música. Ellos dan sentido a mi música.
-¿Cómo es tocar en los escenarios de mayor prestigio del mundo o acompañar a genios como Plácido Domingo?
-Es muy emocionante, no por los escenarios sino por conectar con las personas. Me siento igual que cuando toco en los colegios a través de mi proyecto social. Mi propósito es el mismo. Todos tienen el corazón preparado para sentir, escuchar y disfrutar. Me siento muy dichoso en el escenario.
-¿Cómo surgió el proyecto para hacer conciertos didácticos?
-Con 7 años subí por primera vez a un escenario, me fascinó y fue mágico. Quería subirme otra vez y como no era posible, mis padres me llevaron a residencias de ancianos donde tocaba y era feliz viendo su sonrisa. Fue la semilla, y hace doce años, en Estados Unidos esa semilla volvió a brotar. Necesitaba hacer una labor social con la música y empecé en Tijuana y San Diego, de México a Estados Unidos, en una zona fronteriza. Mi proyecto surgió como 'Legado de la música sin fronteras'. Al final, las barreras físicas desaparecen cuando no están en la mente. Mi propósito como músico es la multiculturalidad, la tolerancia y crear puentes que van por encima del muro más alto y conectan a los países y sus culturas. A través de la música quería que los niños en situación de exclusión social de Tijuana creyeran en sus propias posibilidades. Aquí surgió el proyecto, que con el apoyo de la Obra Social laCaixa trajimos a España, primero a Logroño y ahora en Cantabria.
-Usted elimina barreras y otros levantan muros...
-Es una pena, pero yo he elegido romper muros. Mi trabajo es contarlo a través de la música para evolucionar como civilización.
-Recibió parte de su formación musical en Cantabria, ¿cómo es su relación ahora con la autonomía?
-Paulino García Blanco fue profesor mío durante tres años y me marcó mucho como músico. Esos años decidieron que fuera el guitarrista que soy y definieron mi música.
-¿Qué aporta la música a su vida?
-Es un regalo el poder escuchar música y llorar o reír. La música es el aire que respiro, es el idioma en el que me siento libre y me permite expresar ideas que con palabras se quedan limitadas. Es una oportunidad de poder volar y entrar en lo más íntimo de las personas e invitarles a entrar en lo más íntimo de mi persona.
-¿Qué transmite con su música?
-Mis mensajes hablan de tolerancia, de creer en los sueños y en el ser humano. Son mensajes de amor y crecimiento.
-¿Qué proyectos tiene ahora entre manos?
-Grabar el disco con Plácido Domingo, que saldrá en primavera, con boleros, tangos, coplas... Música para la comunidad hispanohablante. Y seguir con la gira internacional en China, Los Ángeles...
-Terminemos acordándonos a ese niño que con seis años cogió una guitarra. ¿Qué queda de él?
-He vuelto a la inocencia de ese niño. Ha sido un proceso bonito volver al origen, a la misma luz, después de viajar por retos y lugares complicados. Como músico he podido explorar las emociones humanas y regresar a la esencia. En la vida nos autoimponemos la perfección como meta y la perfección está destinada a los dioses, no al ser humano. Ha sido un proceso de reconciliación con el ser humano porque al final nosotros nos debemos dar al público en cuerpo y alma, incluso en el error.
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