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Faltaba media hora y la expectación era evidente. El muelle Calderón de Santander hervía atestado de todo tipo de gente, desde familias con niños, turistas o jubilados hasta estudiantes locales e internacionales o profesionales que hacían una pausa en sus rutinas para ver de qué ... iba todo aquello... En las terrazas voladizas del Centro Botín tampoco cabía un alma. Todo el mundo miraba al mar, que brillaba azul y plácido, esperando la llegada de los músicos. La idea de ver aparecer un piano flotando despertaba la curiosidad de todo el mundo. Y también las dudas, claro: una señora preguntaba a una amiga si sabía por dónde aparecería la 'orquesta', otra quería saber si estarían muy lejos del muelle. Una niña que acompañaba a su abuela andaba preocupada por si los músicos se marearían. El mar y el día, sin embargo, acompañaron al 'Piano de la bahía' porque las aguas se mecían suavemente y el sol brillaba con fuerza, inundando la escena de luz. El I Encuentro Internacional sobre artes, emociones y creatividad promovido por la Fundación Botín con la colaboración de la Universidad de Yale tuvo un final coherente con sus propias propuestas.
Cuando el reloj marcaba las 14.00 horas se hizo el silencio entre la multitud. Por toda partes surgieron frondosos bosques de brazos con los móviles en alto. El piano apareció sobre su plataforma bajo de la grúa de Piedra y poco a poco fue avanzado hasta situarse a escasos 20 metros frente al Centro Botín. Comenzaba el espectáculo 'El piano de la bahía', en el que el trompetista y lutier Voel Martin, la pianista Violette Prevost y la bailarina Mónica Cofiño ofrecieron al público una sorprendente mezcla de música y danza sobre las aguas del Cantábrico.
El espectáculo estuvo dividido en partes. La protagonista de la primera fue la pianista Violette Prevost, que ofreció una serie de piezas musicales que parecían jugar y acompasarse con las suaves ondas que llegaban hasta el muelle. Ataviada con un llamativo vestido rojo, al término de su primera actuación Prevost se lanzó al agua y fue nadando hasta una boya próxima. Llegaba el turno de Voel Martin, quien se sentó al piano con su traje de neopreno y recibió sobre la plataforma a Mónica Cofiño, quien acompañó sus melodías con unas eléctricas coreografías que recordaron a los movimientos de una marioneta.
Tras las piezas interpretadas por este dúo llegó uno de los momentos más llamativos del acto. La pianista Violette Prevost volvió nadando desde la boya hasta el piano, donde se encontró con Cofiño, mientras Martin se lanzó al agua para acompañar desde allí con su trompeta las melodías del piano. A lo largo del tema el músico llegó en ocasiones a desaparecer totalmente bajo el agua, de la que sólo escapó parte de su instrumento. Se trató de una pieza realmente emotiva que el público despidió con un encendido aplauso. Así, 'El piano de la bahía' se convirtió en la mejor demostración de las premisas planteadas durante el congreso: el arte, la música, la emoción y la creatividad nos ayudan a conocernos mejor y a ser más felices.
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