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Un día después de su concierto en el Festival Internacional de Santander, Lang Lang (Shenyang, China, 1982) el único intérprete que, por ahora, ha ... conseguido llenar la Sala Argenta, se siente feliz: Por la acogida del público, por cómo salió el concierto por estar en esta ciudad... El pianista, al que el New York Times considera el artista más popular de música clásica del planeta no para de sonreír. También lo hace al hablar de su nuevo proyecto, el disco 'The Disney Book' en el que interpreta algunas de las composiciones más populares de la factoría de la que no se ha perdido una película y tiene claro que para que los jóvenes se interesen más a la música clásica hay que acercarse a ellos y «ofrecerles una buena experiencia».
– ¿De donde salió la idea de juntar el Arabesque de Schumann y las Variaciones de Bach para el concierto que interpretó en el FIS?
–Las dos son parte del repertorio alemán, y aunque de dimensiones muy distintas, las dos son variaciones. Siempre viene bien un calentamiento antes de enfrentarse a una obra gigantesca como las 'Variaciones Goldberg' y el Arabesque le ofrece a mi cerebro una oportunidad magnífica para hacer ese calentamiento.
–Precisamente grabó las Variaciones en la catedral de Santo Tomás en Leipzig (Alemania), donde se halla sepultado su autor. ¿Sintió algo especial aquellos días?
–Por supuesto. Fue muy especial, conmovedor hallarme en aquel espacio, sentir que Bach estaba allí y tener la posibilidad de escuchar aquel órgano barroco, con un sonido idéntico al que escuchó él mismo...
–¿Qué emociones provoca tocar en un espacio como el del Palacio de Festivales?
–Fue maravilloso. Es una sala muy íntima, con el tamaño perfecto para realizar los pianisímos, las ornamentaciones e ir, poco a poco, construyendo las atmósferas...
– Después de tantos años, ¿han cambiado sus sentimientos antes de salir a escena? ¿Sigue alguna rutina o tiene algún ritual?
–Evidentemente con la experiencia uno gana tranquilidad, pero si toco una obra nueva, estoy tan nervioso como al principio. Y sí, claro, sigo una rutina, que básicamente consiste en ensayar... y echar una cabezada.
–¿De cinco o diez minutos?
–(Ríe) No, no... De media hora y lo hago en el propio auditorio. Me siento más seguro.
–A los 27 años publicó su autobiografía: 'Un viaje de miles de kilómetros. ¿No era muy joven para escribir un libro así?
–No, no creo que fuera excesivamente joven, porque en realidad lo que básicamente hice fue escribir sobre la generación de mis padres, la revolución cultural y el enorme salto que se produjo en China entre la suya y la mía, que equivale a un siglo. Cien años en los que se pasó de los antiguos instrumentos chinos al piano o al violín. Fue un cambio tremendo y me pareció que estaba bien escribir sobre ello.
– El New York Times le considera el artista más popular del planeta de la música clásica. ¿Ha pagado algún peaje para llegar a esta consideración?
–En primer lugar, tengo que reconocer que soy muy afortunado de hallarme donde estoy y que el mérito no es solo mío. Necesitas la ayuda de muchas personas y que sean buenas para hacer la mejor interpretación y llegar a nuevos públicos. Siempre estoy intentando cambiar, aprender nuevas obras... Y está claro que no se puede vaguear o quedarse en la zona de confort.
–¿Qué puede hacer un intérprete para hacer ver a los jóvenes que la música clásica no es aburrida?
–Hace falta trabajar mucho la educación y mostrarles lo bonito de nuestro mundo –se refiere a la música clásica–. Tienes que preocuparte por ellos, ofrecerles una buena experiencia. Si no lo haces, si no les atiendes, ¿por qué te van a escuchar ellos a ti? Quieren escuchar música nueva, no algo de hace 200 años, así que hay que construir un puente cultural que una esos dos mundos. En el nuestro hay gente que no lo comprende y que creen que todo el mundo debe acercarse a él. Pero las cosas no suceden así.
–Ha creado una Fundación para que los niños tengan acceso a la música clásica. Háblenos de ella.
–Procuramos ayudar a que niños en situación desfavorecida puedan aprender y disfrutar de la música totalmente gratis. Ya tenemos 150 centros asociados en todo el mundo con nuestro programa 'Keys of Inspiration', apoyamos a esas escuelas y al ayudar a que esos miles de niños descubran la música, la devolvemos al lugar que le corresponde en el currículo.
–Tiene miles de seguidores en todo el mundo, sobre todo en China, su país. Algunos le comparan con un ídolo de rock y eso ha levantado muchas críticas entre los llamados puristas. ¿Lo entiende?
–Al contrario, para mí es un privilegio sentirme tan querido y una responsabilidad seguir logrando que la gente siga escuchando música clásica. Es un honor que la gente me escuche y me anima a seguir esforzándome, en seguir intentando tocar bien. Si no lo logro, por más famoso que sea, no me siento o no me sentiré a gusto.
–Pero ha tocado con Metallica, ha interpretado bandas sonoras de videojuegos, diseña pianos carísimos... .¿Estará de acuerdo en que no es un músico ordinario?
–¿Ordinario, en qué sentido?
–Interprételo como usted quiera.
–¡Bueno, a mí me gustaría ser un músico extraordinario!
–Su último disco 'The Disney Book' ('El libro de Disney') interpreta las melodías más populares de la factoría. ¿Las eligió usted mismo?
–Veía las películas de Disney de niño y espero verlas con mi hijo. Evidentemente he elegido mis temas favoritos, pero no ha sido fácil porque en general son unas canciones maravillosas, preciosas y una locura. Tengo grandes expectativas sobre el disco. Ha sido un trabajo muy bonito y duro durante cuatro años para hacer que estas canciones no sonasen como música de bar o ascensor sino, como la maravillosa música que es. Y tampoco queríamos que arruinase mi técnica. Afortunadamente los arreglistas han hecho un trabajo soberbio para incorporar de alguna manera el espíritu de Debussy o Chopin y el de la música clásica.
Lang Lang no ha fraguado su trayectoria en concursos de piano, pero conoce bien el que puso en marcha hace 50 años Paloma O'Shea, con la que además cenó en Santander tras su concierto del pasado lunes en el Palacio de Festivales.
–Paloma O'Shea ha anunciado que deja el Concurso de Piano de Santander. ¿Qué opina de este tipo de certámenes?
–Lo sé. Estoy al tanto porque ella misma me lo ha contado. Nos conocemos desde hace años y conozco también su vinculación con la Escuela de Música Reina Sofía de Madrid. Mi carrera no está vinculada a los concursos de este tipo, pero me parece que son una magnífica oportunidad para que las de los jóvenes pianistas despeguen y se den a conocer. Además, Santander es una ciudad preciosa que seguramente es muy inspiradora para ellos y por eso no debería perder este concurso tan prestigioso. En estos cincuenta años el certamen ha alcanzado el más alto nivel y es algo que debería mantenerse.
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Ana del Castillo
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