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Carlos Benito
Martes, 26 de enero 2016, 17:37
Eran «el producto definitivo», tal como dice una de sus canciones, un artefacto concebido para tomar por asalto el mercado y «desplumar al mundo». En febrero de 1986 se produjo el primer ataque de Sigue Sigue Sputnik, una canción titulada 'Love Missile F1-11' que ... sirvió al grupo londinense para volver boca arriba todas sus cartas. Y eran unas cuantas. Estaban las pintas, claro, ese 'look' demencial que elevaba a la enésima potencia la colorista vistosidad propia de la década: como rockers de un futuro postapocalíptico, los miembros de la banda lucían peinados pasmosos y atuendos inconcebibles, que podían ir desde el harapo cuidadosamente hecho trizas hasta el traje fosforescente. Estaba el envoltorio teórico, un sistema de referencias visuales y culturales en el que se mezclaban las marcas, la ultraviolencia, la saturación audiovisual, la geopolítica y la electrónica, todo ello impregnado de nostalgia por la mitología de los años 50. Y estaba, en fin, la música: un rock and roll alienígena y tecnificado, generosamente inspirado en Suicide, en el que destacaban el pulso insistente de un bajo sintetizado y las explosiones y frases grabadas de películas que salpicaban el conjunto.
«Durante un momento glorioso, fuimos el grupo más de moda del mundo, el más extravagante, del que más se hablaba», ha resumido el 'bajista espacial' Tony James, el hombre con la pelambrera de piña rosa y las gafas futuristas que dio forma a Sigue Sigue Sputnik. Muchos se quedaron con la impresión de que el quinteto (sexteto si contamos a Yana YaYa, la 'pin up' marciana encargada de los efectos electrónicos, que no solía aparecer en las fotos) era una creación de los maquiavélicos estrategas de la industria, que habían aplicado sus fórmulas siniestras para sintetizar un proyecto de impacto, pero esa tesis no deja de ser disparatada: ¿qué ejecutivo discográfico imaginaría un engendro tan poco convencional y tan ajeno a la prudencia? En realidad, Sigue Sigue Sputnik llegaron a la compañía EMI perfectamente formados, con todos sus detalles tal como los conocemos, y entroncan de manera natural con el punk del que proceden. De hecho, tienen fuertes vínculos con lo que podríamos llamar la aristocracia de aquel movimiento: los Clash fueron cruciales en su prehistoria y Tony James y su novia residían en una casa que había estado ocupada por Sid Vicious, quien les había legado un dormitorio pintado completamente de negro, tanto las paredes como el suelo, el techo y las ventanas. Allí tuvieron viviendo durante un tiempo, como inquilino entrañable pero bastante latoso, al mismísimo Johnny Thunders, dedicado a inyectarse cualquier sustancia que le quedase a mano.
El recorrido de Sigue Sigue Sputnik arrancó en 1982, cuando Tony James se encontró sin banda. Había pasado por varios grupos notables del punk británico (London SS, Chelsea y, sobre todo, Generation X), pero el vocalista de los terceros, Billy Idol, le había dejado en la estacada para perseguir la carrera en solitario que tantos éxitos habría de brindarle. Tony decidió que había llegado el momento de dar forma al proyecto de su vida, un sueño ambicioso y obsesivo: la música canalizaría la vitalidad del rock and roll primigenio, a través de la visión electrónica de Suicide, y todos los integrantes de la banda serían deslumbrantes estrellas las veinticuatro horas del día. A través de un anuncio en el Melody Maker localizó a Neal X, el gallardo guitarrista de monumental tupé blanco. En el mercado de Kensington descubrió al vocalista Martin Degville, un tipo que parecía venido de otro mundo pero que en realidad era de Birmingham, donde había compartido piso con Boy George: Degville era un diseñador con tacones de quince centímetros y un tocado de plumas de colores. «Era fácil localizarlo en la estación de tren abarrotada, porque todo el mundo miraba en su dirección», recuerda Tony James en sus memorias, donde también deja claro que no se trataba precisamente de un dios del canto. Faltaban los dos baterías, porque Tony estaba empeñado en que quería dos, y directamente reclutaron por la calle a dos tipos pintureros que jamás habían empuñado una baqueta.
La importancia decisiva de los Clash en aquel proceso, impulsada por la estrecha amistad de Tony con Mick Jones, resulta difícil de sobreestimar. Los Clash les suministraron las dos baterías para que los tales Ray Mayhew y Chris Kavanagh aprendieran a aporrearlas. Mick Jones prestó a Neal X una bonita Gibson de los 50, la misma con la que había aparecido en el vídeo de 'London Calling', y regaló a su colega James un básico sintetizador y la guitarra Roland con la que podía hacerlo sonar. «El mito decía que, cuando actuábamos en directo, el bajo secuenciado estaba grabado, porque nadie podía creerse que se pudiese tocar físicamente. Pero yo lo hacía, era la guitarra la que disparaba los bajos del sintetizador. Es increíblemente difícil de tocar, porque tienes que pulsar cada nota perfectamente diez milisegundos antes del ritmo», aclara James. La banda no se quedó corta a la hora de alimentar su propio mito: solo se dejaban retratar de noche, tenían un equipo de apoyo exclusivamente femenino bautizado como las Ultravixens, introdujeron publicidad entre las pistas de su elepé y llegaron a crear un grupo para telonearles, The Transexual SS, que hacían 'playback' y desbarraban sobre una versión de veinte minutos de 'Wild Thin'.
Pequeño Frankenstein
El sencillo de 'Love Missile F1-11', como después su álbum de debut, estuvo producido por el insigne Giorgio Moroder, aunque antes habían intentado reclutar a Prince (al pobre le pareció todo demasiado violento) y a David Bowie (que años más tarde versionaría la canción). A lo largo de 'Love Missile' suenan frases tomadas directamente de 'La naranja mecánica', 'Scarface', 'Blade Runner', 'Terminator' y la primera de 'Rambo', sin pedir siquiera permiso para usarlas, de manera que después tuvieron que eliminarlas en la edición estadounidense. Y, contra todo pronóstico, el plan maestro y bastante insensato de Tony James funcionó más allá de toda previsión: el 'single' se convirtió en un bombazo inmediato en el Reino Unido y, más tarde, en países como España, donde alcanzó el número uno de la lista de ventas y (sorprende recordarlo hoy) encabezó en mayo 'Los 40 Principales'.
Vídeo: Sigue Sigue Sputnik - 'Love Missile F1-11'
El suyo fue un éxito global y también fugaz. En 1989, después de un complicado segundo álbum, el circo Sputnik se disgregó. Tony James se incorporaría después a The Sisters Of Mercy y hoy integra el dúo Carbon/Silicon con el inevitable Mick Jones. Martin Degville regenta actualmente algo llamado Sigue Sigue Sputnik Electronic, donde versiona a su antiguo grupo «con un nuevo estilo electro». Y Neal X editó el año pasado el álbum de debut de su grupo The Montecristos, en el que mantiene su obsesión por el viejo rock and roll e incluso reinterpreta en clave retro el 'Love Missile'. Ah, Tony y Neal también han producido a artistas como Fangoria.
«Intenté crear una gran banda de rock and roll pero acabé creando un monstruo, que tenía más que ver con el impacto mediático que con la música, más con la imagen que con el genio musical. Aun así, creo que creamos algo extraordinario, algo único, y lo llevamos hasta el número uno», reflexiona en su web Tony James, que sigue recordando cn emoción la primera vez que navegó por internet: «Durante todo ese tiempo, mi pequeño Frankenstein, mi Sputnik, había estado muerto, demonizado, enterrado sin dejar rastro, o eso creía yo. Porque, de repente, ahí estaba, vivo en los corazones de ordenadores y fans de todo el mundo. Había literalmente cientos de páginas sobre Sputnik y pude leer cosas sobre mí que había olvidado. Puede sonar sentimental, pero de verdad que me quedé sobrecogido. Sputnik estaba vivo en el ciberespacio». Al fin y al cabo, uno de los muchos eslóganes resultones de Sigue Sigue Sputnik era 'nosotros hemos creado el futuro'. Lo cierto es que a algunos no nos habría parecido mal que hubiesen acertado y que, treinta años después, la música de la radio sonase así.
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