![The Gutter Twins hechiza el Festival Azkena de 2008](https://s3.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/pre2017/multimedia/RC/201602/17/on-extra/media/cortadas/PORTADA--575x323.jpg)
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Isabel Ibáñez
Miércoles, 17 de febrero 2016, 13:02
Fue como uno de esos cuadros de retrato que te persiguen te muevas donde te muevas. Los que caímos enfrente sentimos la mirada de Lanegan apresándonos todo el concierto, intimidados. Era de día, ocho y media de la tarde, sábado 6 de septiembre de 2008. ... Pero la voz de Lanegan se extendió bajo la carpa y se hizo la oscuridad. ¿Cómo definir lo que sucedió? No hubo, al menos alrededor, personajes hablando a los colegas, katxi en mano, de espaldas al escenario, algo tan habitual en los festivales. Era como si el predicador de 'La noche del cazador', ese maravillosamente macabro cuento de hadas, se hubiera subido allá arriba y nos encandilara con su voz sobrecogedora y su presencia imponente como a niños atemorizados. Nadie rechistó. Nadie osó hacerlo. El silencio del público se hizo ensordecedor y así escuchamos una canción tras otra callados todo el tiempo, sin atrevernos a mover los pies siquiera para acercarnos a la barra. Inquietantes y oscuros, Greg Dulli y Mark Lanegan, The Gutter Twins, los gemelos de la alcantarilla, ambos de negro, expusieron su album 'Saturnalia' con esa perfecta mezcla del agudo y grave de sus voces. Y después hasta The Jayhawks, que también nos gustan, supieron a kalimotxo aguado.
Lanegan (Ellensburg, Washington, 1964) es... es... es más o menos lo que parece. Extraña que tras los conciertos -se le ha visto varias veces después de aquella actuación en otros escenarios vascos, junto a Dulli (Hamilton, Ohio, 1965) y también en solitario- acceda a atender a la parroquia que quiere comprar sus productos de merchandising o quizá simplemente acercarse a él. Te mira entre el flequillo despeinado con sus ojillos oscuros, menos alto y poderoso de lo que parece cuando canta aunque siempre rocoso, y ofrece una mano que sorprende por poco firme, como con miedo de que pretendas algo más de él. Y cuando eso pasa, si alguien se abalanza para abrazarle y hacerse una foto, se palpa su malestar. No creo que aparezca sonriendo en ninguno de esos selfies que le han robado. ¿Timidez? Desde luego no es el paradigma de la extroversión. ¿Superioridad? Puede ser, en cualquier caso es de esos tipos que se lo pueden permitir. Una vez, 'The Guardian' hizo una entrevista a los Gutter Twins. Dulli explicó por qué él estaba junto a Lanegan para contestar: «Porque si no estoy aquí para suavizar las cosas, él te comería vivo». Vale. Hay que entender que tanto Lanegan como Dulli han sufrido el acoso de algunos fans. Lanegan contestaba en aquel artículo a una pregunta sobre qué tiene él para atraer a este tipo de personas: «No tengo ni idea. Creo que cuando la gente escucha tu música a veces se siente profundamente unida a ti y cree que saben algo de ti, que somos almas gemelas o algo así. Cuando están escuchando tu música todo el tiempo, se convierte en parte de su vida, y algunas personas se obsesionan».
Como sus fieles de aquella noche, Lanegan tampoco se movió en los tres cuartos de hora que debió durar el asunto, amarrado al micrófono, a su lado Dulli, dos supervivientes del grunge de Seattle y de tantas otras cosas. El primero pasó su adolescencia entrando y saliendo de la cárcel por robos y delitos menores con drogas y casi la palma con 20 años por culpa de un tractor que se le echó encima. Y Dulli, al que dos porteros de discoteca patearon en 1998 hasta dejarle en coma. Los dos amigos se han rescatado mutuamente de muchos abismos. Durante el show cayeron temas como 'Idle Hands' o 'The Stations'. No hubo palabras entre canciones, ¿masculló Lanegan un gracias al final? Ni sé si hacía calor o si aquella fue la típica noche de verano vitoriana, de rompehielos, vamos, pero que levante la mano quien no sintió algún escalofrío.
El amigo Cape, rockero bien conocido en nuestra tierra, ha guardado aquella cita como «uno de los momentos más especiales de todas las ediciones del Azkena»: «Recuerdo ese concierto de Dulli y Lanegan, en el escenario pequeño, como la comunión de dos genios compenetrados al cien por cien: la increíble y única voz de Lanegan con la delicadeza y, a la vez, energía de la guitarra de Dulli. Crearon una atmósfera entre inquietante y elegante que alucinó a los muchos que no conocían a estos dos artistas y, a los que les esperábamos, nos sorprendieron una vez más poniendo el listón más alto. Difícil de superar la magia y emoción de cada tema». Porque eso fue lo que hubo allí. Ambos visitaron Bilbao en enero del año siguiente, en sala Santana aunque en versión acústica, un bolo al que acudió el querido y añorado Javi Trapi, atraido por los recuerdos de aquella velada en el Azkena. Volvieron a encantar, aunque lejos de lo que nos hicieron sentir meses antes.
A esta alturas de la lectura es fácil adivinar que todo esto es producto de la memoria calenturienta de una fan. No recuerdo el orden de las canciones ni si el dúo bebía agua, cerveza o bourbon. Yo no llevo los apuntes de Óscar Cubillo, que también estuvo por allí, seguramente ataviado con una de sus floridas camisas. Pero esto fue lo que escribió al día siguiente en su crónica del festival: «La noche se enderezó con los Gutter Twins de Seattle. El gordo y el flaco. Gregg Dulli (Afghan Whigs) y Mark Lanegan (Screaming Trees). Nadie vio sonreír a Lanegan, ex (?) heroinómano, lacónico, hosco y huidizo, colega ahora del locuaz, amistoso y dado a las expansiones cordiales Dully, de pasado drogadicto, alcohólico y sin techo. Su intervención fue un mantra creciente y planeador de los que se estilan en el festival itinerante Wintercase. Atracaron el post rock de 'Spiritualized', compartieron espíritu con el gospel de 'Soulsavers' y fueron clásicos por usar rock Nick Cave, blues ('St. James Infirmary') y soul».
Llegado el final, al darse la vuelta Lanegan, por un momento creímos ver la espalda del predicador, Robert Mitchum con sus nudillos tatuados, ya saben, Love and Hate: «Estos dedos, queridos hermanos, están siempre luchando los unos con los otros. El odio de la mano izquierda lucha, y parece que el amor va a perder pero todo cambia, el amor gana. Ha ganado la mano del amor y el odio de la mano izquierda ha quedado fuera de combate». No, las manos de Lanegan están tatuadas con puntos y estrellas, pero no lo duden, la noche de Gutter Twins fue de Love.
The Gutter Twins cantando 'The Stations' en el programa de David Letterman en 2009
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