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olatz barriuso
Miércoles, 24 de febrero 2016, 13:20
Lo confieso, la primera vez me acerqué a ellos porque estaban de moda. O se estaban poniendo de moda. El grupo del que todo el mundo habla, decían los blogs especializados en esa cosa tan etérea y sobada del indie, ahora devenido, precisamente con Izal ... como máximo exponente, en 'indie mainstream'. O sea, música ajena a los circuitos bisbaleros pero igualmente de consumo masivo, que gana detractores enfurecidos a la misma velocidad que escala puestos en las listas de éxitos y de descargas y agota entradas para los bolos como si no hubiera un mañana. Así que allí estaba yo, en un 'festi' en Valladolid en el otoño de 2013, ahíta de pintxos (sí, también hay pintxos, y deliciosos, en Valladolid) con un frío que pelaba, en un gélido pabellón que no estaba lleno ni por asomo, esperando a que saliera Love of Lesbian, cabeza de cartel, a calentar el ambiente. Por allí deambulaban adolescentes rubias en shorts en pleno noviembre que podrían ser las hijas de Santi Balmes con el nombre de Santi Balmes emborronado con pintalabios en la cara; colgados con sombrerito de diverso pelaje, cómicos insignes de los de monólogo en la tele; universitarios pijos con pinta de no querer irse solos a casa y gente algo más talludita con ganas de escuchar música y pasarlo bien. Y por qué no, pillar fichas de plástico para canjearlas por bebida.
En esas estábamos, guardando religiosamente la cola, cuando escuché que la peña del escenario principal coreaba y daba palmas. No eran demasiados pero botaban mucho, y parecían como en trance. Dejamos el katxi para más tarde y nos acercamos. Sobre las tablas oficiaba la dichosa banda, ésa de la que todo el mundo hablaba desde que habían lanzado el autoproducido 'Magia y efectos especiales'. Sonaba 'Qué bien', ese tema buenrrollista por antonomasia con un clip en el que salen tíos con una barba hoy rayana en caricatura grotesca de lo hipster. Así y todo, mola. La gente es muy feliz en el vídeo, igual que lo es en los conciertos de Izal, con su frontman Mikel como alma de la fiesta, vitoriano nacido en Pamplona y emigrado a Madrid, ingeniero, capaz de llamar al grupo con su apellido.
'Qué bien'
Esa noche vallisoletana marcó un punto de inflexión. Se hicieron el ya clásico selfie con la masa enfervorecida detrás. Para entonces, ya lo habían petado en la icónica Plaza del Trigo del Sonorama Ribera, en Aranda ese reducto-talismán convertido algo así como en pasaporte a la fama para bandas emergentes y yo ya me había enganchado sin remedio a sus letras efectistas, a sus rítmicos medios tiempos, a esos conciertos en los que la parroquia siempre da palmas porque las canciones parecen estar compuestas expresamente para que los acólitos palmeen y coreen sin perder una estrofa de la primera a la última de sus letras. Una «agradable digestión en las paredes del cerebro», dicen ellos para describir los efectos de su música.. Pues eso, un subidón dulce, como de gintonic con cardamomo, nada agresivo, pero cien por cien disfrutable.
En Valladolid me sentí un poco fuera de lugar solo me sabía lo de 'y solo quedará, por probar un sentido, el del ridículo por sentirnos libres y vivos'; para la siguiente vez, en el Antzoki, ya declamaba esos versos de aire filosófico que les valen comparaciones de poco fundamento con Vetusta Morla como la que más. Y, de nuevo, quedó claro que cuando Mikel se planta enhiesto ante el micro, cuando Jordá golpea la batería, siempre protagonista en los temas de Izal, la gente enloquece y se lo pasa bien. (Nota: en el bolo del Antzoki la parejita que teníamos delante no paró de bailar. Y otras cosas. Hormonas aceleradas en su máxima expresión). Sí, Izal es bailable y enciende el ánimo. Llegó después Kobetas, a una hora más bien temprana, todavía lucía el sol, bajo una carpa plastiquera. No importó. Los tablones del suelo reverberaban como si el chiringuito se fuera a ir rondando ladera abajo y el licor patrocinador del BBK Live corría en regueros interminables. Los directos de Izal son propensos al sudor, a la euforia, al chupito.
'Copacabana'
Este sábado, Izal volverá a Bilbao (Fever, Santana 27, 22.00 horas) para demostrar por qué se han convertido en una de las bandas con más 'haters' por metro cuadrado. Que si letras del todo a cien, que si vendidos a las multinacionales, que si copiones de Vetusta (sí, esto se repite mucho), que si van de divos, que si salen mucho en la tele, que si Radio 3 les promociona. Vale, lo que quieran, pero hay ganas de disfrutar su último álbum, 'Copacabana', en directo. Un cóctel con una parte de lo de siempre, otra de ritmos latinos, más influencias a lo Two Door Cinema Club, algo de electrónica, algún dardo envenenado para los que les critican 'Ya no importa lo que digan y menos lo que callen', canta Mikel en 'El baile' y la misma comunión total con sus fans. Lo dice la canción que da título al disco: 'Es un parpadeo, un rápido destello...'. Un destello, sí. Pero de pura felicidad.
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