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Javier Muñoz
Martes, 1 de marzo 2016, 20:34
Siniestro Total actuó en Aste Nagusia de Bilbao, me refiero a la de 1987, después de una intervención policial en el Arenal que, según informó EL CORREO, dejó un balance de cien heridos, cuatro de ellos graves. La Plaza Nueva era un hervidero de gente ... donde borboteaban la cerveza y el kalimotxo. Los vasos de plástico alfombraban el suelo, y olía a alcohol, zotal, orines y barrillo. La capital vizcaína estaba lejos de ser esa estampa soleada de turistas bebiendo vino de autor mientras contemplan el Euskalduna, el Guggenheim y la torre de Iberdrola. Los de Siniestro también estaban lejos de ser lo que hoy es el rock (o lo que queda de él). Llevaban una gaita a los conciertos y saludaban al público al grito de: «¡Buenas noches, Santander, somos los Ramones!». El día que actuaron en el Rock-Ola de Madrid, en 1983, arrancaron con el himno del Celta de Vigo.
Había que echarle valor para hacer eso en la ciudad de Almodóvar y McNamara ('Gran ganga, gran ganga, soy de Teherán'). En la urbe moderna y a la última del alcalde Enrique Tierno Galván (el de «¡El que no esté colocado, que se coloque!»). En la ciudad donde los Smiths habían actuado gratis total en las fiestas de San Isidro ('Heaven Knows Im Miserable Now'). Y donde el grupo Séptimo Sello proclamaría en 1985: «Todos los paletos fuera de Madrid». Una canción que abogaba «por la unidad de los madrileños en una nación« y que se quejaba de que «subes en un autobús y huele a campo, ¿quién tiene la culpa? Los paletos». Dos años antes Siniestro Total había cantado en el Rock-Ola 'Matar hippies en Madrid' (la versión original era 'Matar hippies en las Cíes').
En las fiestas de Bilbao, el rollo era diferente. La noche del 21 de agosto de 1987, los gallegos subieron al escenario de la Plaza Nueva en un ambiente cargado. La Cruz Roja todavía atendía a los heridos de las cargas policiales cuando a escasos metros de allí el batería del grupo, Julián Hernández, gritó: «¡Sólo podemos decirlo de esta manera! ¡Gobernador civil, al pil pil!». Una consigna como esa hubiera alterado hoy a los tuiteros más bullangueros de la Red, pero no era para tanto. 'Menea el bullarengue', recetaba la banda gallega, canción que les gustaba entonces a los jóvenes que en nuestros días defienden el orden establecido. Letras como 'Himno de Riego/Smoke on the water/Pájaro chogüí/Himno a la alegría/Menea el bullarengue'.
Cuando Siniestro Total llegó a Bilbao, hacía tiempo que rulaba sin Germán Copini, que había creado Golpes Bajos en 1983 para coleccionar moscas y huir de las miradas de la gente. Pero en boca de Miguel Costas las canciones sonaron en la Plaza Nueva igual de cáusticas. Tenían regusto a albariño y a esas tapas de garbanzos que recuerdo que servían en Santiago mientras fuera de los bares llovía a mares. ¡Cómo llovía en Santiago hace treinta años!
En Aste Nagusia, la palma se la llevó Julián Hernández, el albacea de Siniestro, el que veló por las esencias del clan. Golpeó la batería como un descerebrado mientras Miguel Costas clamaba: «¡Gora Bilbao! ¡Gora Athletic!». A continuación, el grupo rompió con el 'Rockaway Beach', de los Ramones. Y en los bises todo se desmelenó. El gentío coreó: «¡Que se vayan!». Los músicos encadenaron 'Miña terra galega', versión celtiña de 'Sweet Home Alabama', de Lynyrd Skynyrd. Un despropósito. Un concierto de rock. Y al que no le guste, esta semana tenía a Bertín Osborne en el palacio Euskalduna.
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