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ANTONIO PANIAGUA
Miércoles, 23 de marzo 2016, 13:06
Alguien dijo que el siglo XX acabó cuando cayó el Muro de Berlín. Un par de críticos musicales, sin embargo, habían anticipado antes que la centuria se extinguiría cuando Frank Sinatra muriera. Lo hizo en mayo de 1998, cuando el cantante era una sombra de lo que fue. Con un corazón débil y la vejez haciendo estragos, Frankie daba pena. Vivía acorralado por la edad y en manos de Bárbara, su última esposa. Nada que ver con lo que fue. «Voz de sueño y espesor de macho», escribió Francisco Umbral en su artículo para recordarle nada más conocer su defunción. Cumplidos los cien años de su nacimiento, conviene evocar su figura y uno de los capítulos más apasionantes de su vida, el amor tempestuoso con Ava Gardner. Cuando España acogió las grandes superproducciones de Hollywood en los años cincuenta, un encolerizado Frank Sinatra se plantó en Madrid. Devorado por los celos, quería poner orden en su vida y en la de Ava, quien se divertía en juergas flamencas y regalaba su cuerpo a toreros. Mario Cabré llegó a componer unos poemas para la actriz y Dominguín contaba a todo el que quisiera escucharle que se había acostado con ella.
Francisco Alberto nació el 12 de diciembre de 1915 con tan mala pinta que su abuela le puso bajo el agua fría de la ducha para reanimarle. Los fórceps le dejaron marcado. Vino al mundo en un cuerpo escuálido y contrahecho. Nadie podía sospechar que aquel niño esmirriado sería un portento. Sobra decir que luego se recuperó estupendamente.
Uno de los mejores retratos de Sinatra proviene no de un pintor ni de un fotógrafo, sino de un escritor. Se llama Gay Talese y lo pinta con un vaso de bourbon en una mano y un cigarrillo en la otra, entre dos atractivas rubias a la espera de sus palabras. Pero él no decía nada. Debía de estar hastiado. Cuando las fans se orinan en la butaca para no perder el sitio y disfrutar de su ídolo, este llega a desarrollar una desorbitada y hastiada autoestima. Es lo que precisamente le pasó a La Voz. Pero a todo el mundo le llega su día, y ese día le llegó a Sinatra: de repente toda su chulería se mudó en una pasión obsesiva al conocer a Ava Gardner en la portada de una revista, a mediados de los años cuarenta. «¿Sabéis qué? Me casaré con esa chica», le dijo a un amigo el italiano. Que estuviera casado con Nancy Barbato y que acabasen de tener su tercer hijo no fue ningún problema para Sinatra. Nancy sabía de sus andanzas, de sus noches de jazz, de sus amantes y de sus líos entre brumas etílicas en los peores garitos. Sin embargo, siempre volvía a casa. Hasta que el día de San Valentín de 1950 le pidió el divorcio.
¿Qué tenía Ava Gardner para volver loco a Frank Sinatra? ¿Qué tenía Ava Gardner para volver locos a todos los hombres? Lo cuenta muy bien el periodista Raúl del Pozo. «Iba al Castellana Hilton a sentarme en el sofá donde ponía el culo Ava Gardner. El mejor culo del mundo estuvo aquí. Yo me rozaba en el sofá como un perro».
Artie Shaw
Ava se juntó con Frankie tras un matrimonio tormentoso con el clarinetista Artie Shaw, un tipo que la llamaba palurda y la torturaba con pullas, desplantes e insultos. Salió de esa pesadilla para meterse en un infierno. Porque el idilio con Sinatra, que acabó en boda, estuvo plagado de bofetadas, borracheras, cuernos recíprocos, dos abortos de ella y dos intentos de suicidio de él. Las dos veces el hombre que hacía las cosas a su manera se atiborró a pastillas. Ava Gardner siempre sospechó que las justas para no morir y las necesarias para que ella se apiadara y volviese a su lado.
Cuando Sinatra unió su destino al de Ava Gardner la carrera de él se desinflaba. Las ventas de sus discos menguaban, no lograba llenar el aforo en los conciertos y la parca recaudación de sus películas hizo que la Metro Goldwyn Mayer rescindiera su contrato. Que el católico Frankie abandonara a su esposa para irse con otra, una mujer a la que de niña le gustaba andar desnuda por entre las plantaciones de tabaco, indispuso al cantante con su público. Lo malo es que el artista llevaba mal que Ava fuera más famosa que él. Eso y que casi tuviera que ponerse de puntillas para besarla cuando ella se ponía tacones. ¿Cómo una pareja tan envenenada por las peleas constantes no se rompía? El escritor David Torres ayuda a esclarecer el secreto: «Se querían tanto que fornicaban en defensa propia». John Houston, que dirigió a la actriz en 'Mogambo', arrojó también luz sobre el misterio. En una cena concurrida y en la que estaba presente el gobernador británico en Uganda, el director empezó a incordiarla preguntándole cómo podía vivir con semejante enano. «Anda, Ava, explícale al gobernador por qué estás casada con ese Frank que sólo pesa 50 kilos». «Es fácil», contestó ella. «Porque son tres kilos de Frank y 47 de polla».
Se dice que Ava Gardner suplicó lo indecible a los productores para que dieran una oportunidad al alicaído cantante con un papel en la película 'De aquí a la eternidad'. Las malas lenguas dicen que la mafia fue más persuasiva que la actriz. ¿Recuerdan al cantante Johnny Fontana en 'El Padrino' pidiendo un favor a Vito Corleone? Sí, en efecto, Fontana es un trasunto de Sinatra. Al margen del poder de convicción de cada uno, todos quedaron satisfechos. La Columbia, que reclutó al actor y cantante, y Sinatra, que consiguió el Oscar al mejor actor de reparto.
Silla contra Franco
Pasaban del odio a la cama sin solución de continuidad. Perico Vidal, el productor de cine que trabajó para los grandes de Hollywood, contó una anécdota inolvidable. En un hotel de El Escorial, después de dos horas bebiendo, el cantante y Vidal comenzaron a arrojar sillas contra un retrato de Franco. Estaban tan borrachos que ni uno de los trastazos llegaba a su destino, de modo que todos caían fuera del marco. Frankie había pillado una melopea triste y llamó por teléfono a Ava, que por entonces andaba de farra por Madrid. Sentado al piano, empezó a tararear al auricular una balada en un susurro, como si fueran los dos únicos supervivientes de un mundo a la deriva. Al cabo de unas horas apareció Ava Gardner esplendorosa, con un abrigo de armiño bajo el cual, según la leyenda, no había nada, solo su piel. Al día siguiente el cantante apareció con la cara llena de arañazos. Solamente ellos saben si se comportaron como 'Extraños en la noche'.
Sinatra y Gardner era dos almas levantiscas, pura lava. Ella también las sabía armar gordas. En el Corral de Manolo Manzanilla, un famoso tablao del Madrid de los cincuenta, Perico Vidal contempló algo insólito. Marcos Ordóñez lo cuenta así en su magnífico libro 'Big Time'. «Allí podía subirse a una mesa, levantarse las faldas y ponerse a mear como si tal cosa. No exagero: yo le vi hacer eso varias veces».
Por incidentes así a Frank Sinatra no le gustaba demasiado España. Abominaba de Franco. Si otros artistas nadaron y guardaron la ropa, Frankie tenía al morador del Palacio del Pardo por un «dictador miserable». No debía tener su mejor día cuando prometió: «Nunca volveré a ese maldito país». Incumplió su palabra, pues regresó en 1986 y 1992. En el Santiago Bernabéu ofreció un concierto que se prometía histórico, pero que casi acabó en un fiasco: para llenar el estadio se tuvieron que regalar entradas a policías y soldados. En 1992 Sinatra cantó para la Barcelona olímpica, cuando su carrera declinaba.
Pese a que su matrimonio sólo duro cuatro años, Frank y Ava se recordaban en la distancia. Cuando Ava murió en un hospital de Londres en 1992, en su mesilla había una foto de los dos besándose. Cuando se lo contaron, Frankie se echó a llorar.
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Álvaro Machín | Santander
Guillermo Balbona | Santander
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