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Eider Burgos
Miércoles, 30 de marzo 2016, 18:04
Dicen que los rockeros nunca mueren; al menos, mientras perduren en la memoria. Y David Bowie será imposible de olvidar. El Duque Blanco, Ziggy Stardust, Aladdin Sane... cómo cada uno elija recordarlo es cosa de gustos. El británico se despidió de este mundo a los ... 69 años, víctima de un cáncer, el pasado 10 de enero en Nueva York; la misma ciudad que servirá de escenario para el multitudinario tributo ante casi tres mil personas que entre hoy y mañana le rendirán 25 artistas en el Carnegie Hall y el Radio City Hall, respectivamente.
Del pop al rock, pasando por el country o el jazz, una veintena de músicos de primera fila y afines a todas las etiquetas se llevarán los clásicos de Bowie a su terreno durante dos noches. Sus canciones han quedado en buenas manos. En las de Mumford & Sons, que lucieron como cabeza de cartel en el Bilbao BBK Live el año pasado, y en las de Pixies, que este año les cogerán el testigo. También en las de Blondie, Debbie Harry, Patti Smith, Cyndi Lauper, Jakob Dylan (hijo de Bob), The Flaming Lips, Laurie Anderson, Esperanza Spalding, Cat Power... Incluso en las de Tony Visconti, productor del artista de las mil caras y uno de los pocos que sabían de su larga enfermedad. Él fue quien le acompañó en su último trabajo, 'Blackstar', publicado dos días antes de su muerte y que hoy se lee como una premonición.
Hace tiempo que 'The Music of David Bowie' colgó el cartel de 'sold out'. Para los que se quedaron con las ganas, existe la posibilidad de ver el concierto de mañana en el Radio City vía streaming gracias a Skype, a partir de las dos de la madrugada de la noche del viernes al sábado (en Nueva York serán las ocho de la tarde). Aunque no será gratis: la organización pide que, a cambio, se realice una donación de unos 20 dólares (unos 18 euros). La recaudación de entradas y donaciones se repartirá entre ocho organizaciones benéficas relacionadas con el arte y la música. Solo los pases, de los que ya no queda ni uno, oscilaron entre los 325 y los 3.000 dólares; estas últimas -solo veinte a la venta-, incluyen acceso VIP para los dos días al backstage, a exclusivas 'after parties' y a un banquete de lujo con los artistas que los compradores ya pudieron disfrutar ayer.
La fiebre por el acto no ha venido por sorpresa. Hace casi un año que la organización se puso en marcha en la búsqueda de voces con los que homenajear -aún en vida- al británico; a pesar de la reclusión a la que se sometía desde hace una década, se esperaba su asistencia a lo que, en principio, sería flor de una sola noche. La casualidad -«una rocambolesca casualidad», lamentó Michael Dorf, al frente del evento-, quiso que el pasado 10 de enero, solo dos horas después de anunciar el grandioso tributo en los medios, David Bowie perdiese la batalla contra el cáncer. La respuesta fue brutal: las entradas para lo que de repente se convirtió en un acto póstumo se agotaron en solo dos horas. Cuando cinco días después se anunció el doblete en el Radio City, en nueve minutos se acabó con todo. Mientras, las líneas de teléfono se colapsaban con músicos deseosos de participar al otro lado del aparato. «Un éxito agridulce y sin precedentes», califica Dorf, que desde hace una década monta estos conciertos tributo en el Carnegie Hall (a Talking Heads, Prince, Neil Young).
'The Music of David Bowie' es solo uno de tantos homenajes que en los últimos tres meses se han rendido al que durante los últimos cincuenta años se erigió como una de las estrellas más brillantes de la música popular contemporánea. Ya sucedió en la gala de entrega de los premios Grammy, con una camaleónica Lady Gaga y un deslumbrante repaso a la trayectoria del británico. A la del Duque Blanco; a la de Ziggy Stardust; a la de Aladdin Sane. Lo mismo en los Brit Awards, aunque más sentido, con Lorde como sobria maestra de ceremonias -«el futuro de la música», como el propio Bowie la describió en una ocasión-. Incluso fue recordado en la ceremonia de los Oscar, tras aparecer en la gran pantalla en películas como 'El hombre que vino de las estrellas' o 'Dentro del laberinto'. Ahora le toca a Nueva York, a la ciudad que nunca duerme y la que tristemente asistó al fallecimiento de una estrella. Una que hoy se ha convertido en supernova.
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