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Miguel Pérez
Miércoles, 13 de abril 2016, 12:54
La música española está a punto de saldar una de sus grandes cuentas pendientes de la última década. Se anuncia la publicación en breve del merecido disco de homenaje a Joan Baptista Humet, uno de los más grandes y carismáticos cantautores que han dado los ... escenarios españoles desde la Transición, que falleció el pasado 2008 a consecuencia de un cáncer de estómago. El álbum incluirá dos canciones inéditas del valenciano y versiones de sus temas a cargo de artistas como María del Mar Bonet, Ana Belén, Víctor Manuel, Marina Rosell, Nuria Feliú, Dyango, el legendario grupo de fusión Pegasus y, cómo no, los dos grandes padrinos del homenajeado: Joan Manuel Serrat y Lluis Llach.
Dentro de las escalas de la buena gente, Humet vendría a ocupar el lugar más alto. Fue una persona humilde y discreta, como su origen, el pueblo agrícola de Navarrés donde nació en enero de 1950. Y un artista dotado de una grandeza ética que, por ejemplo, le llevó a encomendar a su mejor amigo, pocos días antes de fallecer, que buscara a una bailarina del teatro en el que actuaba en su juventud para entregarle una canción inédita que él le compuso en agradecimiento por asistir, tarde tras tarde, a sus conciertos. Esa misma ética es la que le condujo también a denunciar la injusticia social, ahondar en el lado profundamente humano de las personas y, también, a rebelarse cuando la situación lo requería. Su carrera musical terminó por decisión propia a los 36 años cuando pidió la carta de libertad a su discográfica porque ésta quería introducir en su repertorio un aberrante aire flamenquito destinado a revestirlo de comercialidad. Para entonces ya había grabado una serie de discos que son hoy parte de la mejor historia de la canción de autor española.
El valenciano, que también cantó en catalán, incluso durante la dictadura, y en francés, debutó en 1968 en Tarrasa. Tenía 18 años. Estudiaba arquitectura, pero pronto dejó el dibujo técnico por la guitarra, influenciado por la nova cancó y la generación emergente de cantautores encabezados por Serrat. En aquel primer concierto actuó precisamente como telonero del 'Nano'. Poco después se puso a buscar un mánager. Recaló en una agencia y le abrió la puerta Lluis Llach. Era cliente de la misma oficina. Como el representante estaba ocupado, Llach decidió hacerle la prueba a aquel chaval largo y bien plantado que cargaba una guitarra a la espalda. Le llevó de gira durante dos años.
Dotado de una técnica muy adelantada a su tiempo, Humet se definía por unas melodías y unas estructuras instrumentales muy alejadas del resto de los cantautores. Era capaz de incursionar en el rock y el pop sin que sus temas dejaran de tener la personalidad del género. Fácilmente identificable por su sonido, el artista tampoco se encontraba bajo el influjo de la política, algo muy habitual entre los trovadores de los 70. Sus canciones eran claramente sentimentales, pero eso sí, con una gran carga de denuncia social y de amargura ante las injusticias de la vida corriente que las convertían en poderosos vehículos ideológicos dirigidos a la mente y el corazón. Eran canciones que hacían pensar. 'Clara', 'Hay que vivir', 'Vaya con la vida', 'Terciopelo' y 'Gemma' (dedicada a su hermana pequeña, enferma de poliomelitis) son definitivamente joyas de un compositor que podía convertir las reflexiones de un hombre de la calle en auténticos himnos.
A diferencia de otros cantautores que han pasado a ser la cabecera de la banda sonora de los 70' y los tempranos 80's, la trayectoria artística de Humet transcurrió en una especie de zona de semisombra hasta la publicación de 'Hay que vivir' (1981), con el que alcanzó su principal éxito. Les ha sucedido a otros, como Hilario Camacho. El compositor de Navarrés nunca fue un personaje mediático y, sin embargo, era muy respetado y admirado por sus compañeros de profesión y por todos aquellos que conocían su obra. A la calidad de las letras se unía la belleza extrema y sorpresiva de las composiciones. Algunas de sus canciones figuran entre las mejores del género de autor y su 'Fins que el silenci ve' ('Hasta que el silencio llega'), una pieza de más de media hora de duración pensada para orquesta que compuso en 1979, es uno de los trabajos más sensibles y espirituales que puedan escucharse. Un ejemplo de ese respeto radica en que, a día de hoy, todavía funciona una asociación de seguidores que se encarga de mantener vivo su legado.
Humet siempre fue libre, pero, sobre todo, independiente. En plena cresta de la ola, dejó la música y se marchó sin mirar atrás. Ninguna compañía iba a imponerle sus normas, cuando éstas entraban en clara contradicción con su filosofía y su ética. Regresó en 2001 con un disco en el que hacía gala de su ironía. 'Solo baje a comprar tabaco', decía el título, para justificar su ausencia de tres lustros. Después de eso, volvió a su vida particular abriendo una empresa ajena a la música. En 2008 se convirtió de nuevo en noticia para los medios: desgraciadamente para explicar que padecía cáncer. Visiblemente desmejorado, Humet dio nuevas lecciones de humanidad y de grandeza desde la cama. «La verdadera maestría del ser humano es algo tan sencillo como crear pequeñas historias de amor», decía pocas semanas antes de fallecer, en una entrevista en la que se mostraba agradecido porque la enfermedad le había dado el tiempo necesario para despedirse de su familia y de sus amigos. Humet era y sigue siendo grande, parte indispensable de la memoria artística y colectiva de un país que pasó de la tormenta al verano
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