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Carlos Benito
Miércoles, 4 de mayo 2016, 14:00
Como el juego de nombres y géneros puede llevar a cierta confusión, tal vez convenga aclarar los términos de entrada. El itinerario de Anohni hasta asumir plenamente su identidad sexual ha sido «un lento desplazamiento», según ha explicado ella misma al 'New York Times'. ... Cuando la conocimos, como vocalista de Antony and the Johnsons, todavía utilizaba su nombre original y aceptaba los pronombres masculinos, pese a que jamás se sintió vinculada a ellos, ni tampoco ocultó en ningún momento su condición transgenérica. De hecho, los Johnsons homenajeaban en su bautismo a Marsha P. Johnson, una 'drag queen' que destacó en el activismo en favor de los derechos de los transexuales. En cambio, familiares y amigos llevan años refiriéndose a Anohni en femenino y utilizando lo que ella describe como su «nombre espiritual». En sus últimos sencillos y su nuevo álbum, que sale mañana al mercado, su personalidad artística se ha acomodado por fin a su identidad privada. «Es como un rito formal de paso», ha resumido.
Ese no ha sido el único cambio en su propuesta artística. De hecho, si la voz de Anohni no fuese tan infinitamente personal algo así como un lago insondable agitado en la superficie por múltiples ondas y vibraciones resultaría muy difícil identificar en sus nuevas canciones a aquel Antony de antaño. Atrás quedó el pop de cámara, con su piano, sus arreglos orquestales y su introspección lírica: en 'Hopelessness' (es decir, 'Desesperanza'), grabado junto al estadounidense Daniel Lopatin (más conocido como Oneohtrix Point Never) y el escocés Hudson Mohawke (colaborador de Kanye West), Anohni se pasa decididamente a los ritmos electrónicos y le da la vuelta a su poética como si fuese un calcetín, abandonando su clásica disección de las profundidades del alma en favor de un retrato de los horrores y las miserias de la geopolítica. «Ha cambiado las historias de abandono, dolor y deseo por los grandes asuntos de nuestro tiempo. Este movimiento revolucionario es realmente asombroso. Anohni comprende los desastres de la guerra, el colapso climático y el totalitarismo en sus muchas formas nuevas», analiza su buena amiga Laurie Anderson, que le ha escrito la nota de presentación.
La propia Anohni ha descrito su disco como «un caballo de Troya», un repertorio bailable que le sirve para canalizar mensajes concienciados sobre asuntos atroces. Un buen ejemplo es el sencillo 'Drone Bomb Me', con un vídeo sorprendente protagonizado por Naomi Campbell, cuya letra está escrita desde la perspectiva de una joven afgana cuya familia ha sido exterminada por drones estadounidenses. Pero, en realidad, todo el disco se ajusta a esa profundidad temática y a ese tono descarnado. En '4 Degrees', el otro corte que sirvió de presentación del álbum, vuelve a tratar una de sus obsesiones, el ecocidio, y lo hace desde un punto de vista autocrítico, planteando hasta qué punto nuestro comportamiento egoísta arruina el entorno. En 'Obama', reprocha al presidente de Estados Unidos la manera en la que ha traicionado las expectativas puestas en él: 'Ahora la noticia es que estabas espiando, / ejecutando sin juicio', le afea en la letra. La administración estadounidense recibe una buena somanta verbal a lo largo del disco, por cuestiones como las torturas en Guantánamo ('Crisis') o la mirada invasora de la Agencia Nacional de Seguridad ('Watch Me').
Espacios publicitarios
Aquí tal vez haya que recordar que Anohni, que ahora tiene 44 años, nació en Chichester (Inglaterra), aunque creció en California y siempre agradece a Estados Unidos que le haya dado espacio para ser lo que es. De vez en cuando, eso sí, se revuelve contra la esencia del país, por considerarla brutalmente capitalista: fue sonada, por ejemplo, su ausencia en la última ceremonia de entrega de los Oscar, donde estaba nominada a la estatuilla a la mejor canción por 'Manta Ray'. Se echó atrás a punto de coger el avión, indignada por el feo detalle de que nadie de la organización se hubiese puesto en contacto con ella para decirle que no estaba entre los elegidos para actuar en la gala. «Sé que no fui excluida directamente por ser transgénero. No me invitaron a actuar porque soy relativamente desconocida en Estados Unidos, cantaba una canción sobre el ecocidio y tal vez eso no venda muchos espacios publicitarios», escribió, en una carta abierta difundida a través de su discográfica.
Pero la incómoda situación le recordó aquellos años difíciles en los que muchos le negaban todo porvenir artístico: «Cuando tenía veintitantos y treinta y tantos, me decían que no había ninguna posibilidad de que alguien como yo pudiese tener una carrera en la música, y ese planteamiento fue repetido por tantos profesionales y medios de información que perdí la cuenta. Casi me rendí. Por suerte, compañeros artistas como Lou Reed me defendieron con tanta intensidad que logré un punto de apoyo, a pesar de las malas intenciones de otros. En ese sentido, soy una de las personas más afortunadas del mundo».
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