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Javier Muñoz
Miércoles, 29 de junio 2016, 19:35
A la porra con los análisis políticos y la prosapia demoscópica. Es la música lo que explica las primarias estadounidenses. El ascenso de Trump y el triunfo sobre el inefable Ted Cruz, las dificultades de Hillary Clinton para imponerse dentro de su partido... La clave ... está en el pop: dime qué cantante te va y te diré si ganarás en Ohio.
Vayamos por partes. La tabarra que Bernie Sanders le ha dado a Hillary para la nominación del Partido Demócrata es un hecho menos sorprendente de lo que parece si se repara en que la senadora por Nueva York siente deleite por Beyoncé y Elton John. La música clásica le relaja y también le reconforta la compañía de famosos como Kate Perry, Demi Lovato... El marco de los Grammy no le es ajeno, porque le dieron uno en 1997 en la categoría de Palabra Hablada por su audiolibro 'I Takes a Village', un galardón al que debería competir Joan Manuel Serrat.
Frente a esa colección de pentagramas políticamente correctos, el viejo Sanders y su corbata a medio abrochar, como un profesor de Antropología comparada, ofrecen un contrapunto reivindicativo y liberal (en el sentido estadounidense del término). En la edición española de la revista 'Forbes' cuentan que en 1987 el senador por Vermont grabó una casete (toque vintage) con canciones sobre derechos civiles, entre las que, cómo no podía ser de otra manera, incluyó 'This Land is Your Land', de Woody Guthrie. No fue un trabajo memorable, porque desde entonces el productor, Tod Lookwod, afirma que Sanders «no tiene un solo hueso musical en el cuerpo».
El verbo de Sanders es afilado y atrae a los jóvenes, pero melódicamente debe de resultar menos atractivo que un concierto de vasos de cristal. A pesar de todo, cierta afinidad lo ha hecho interesante para bandas como Red Hot Chilli Peppers y Vampire Weekend. Todos apoyaron su candidatura porque mola más que Beyoncé.
¿Y qué pasa con el 'innombrable'? Con el político que está contra todo y contra todos; ese tipo del peluquín que se presenta en plan: «Damas y caballeros, con ustedes, Donald Trump». En política será populista, pero musicalmente tiene gustos más tradicionales que Papá Noel: Aerosmith, Paul McCartney y Michael Jackson, al que afirma haber conocido de cerca. ¿Dónde está el gancho? Le gustan las canciones 'Eye of the Tiger', de Survivor, y 'Revolution', de los Beatles.
Que Trump es capaz de todo, según dicen la dirección del partido republicano, está acreditado por el hecho de que en 2006 le pillaron en un concierto de Crosby, Stills, Nash and Young. Este último músico ha tenido un rifirrafe con el magnate cuando se apropió de su tema 'Rocking in the Free World' para su campaña. Nada grave, después de todo, pero Trump tildó a Neil Young de fariseo y le recordó hirientemente que había tocado para él en sus hoteles.
El rock da la clave de la victoria de Trump en las primarias republicanas. Su triunfo estaba cantado no por lo que proclaman los expertos -que ha conectado con los trabajadores blancos de bajos salarios atemorizados por el libre comercio y bla, bla, bla-. La verdadera razón es que su rival republicano John Kasich confesó que le gustan Pink Floyd y Rush. Y se sabe que en 1991 se coló con el equipo de Grateful Dead (¿fumaste porros de joven, John?).
Por si no fuera suficiente, el principal rival republicano de Trump, el cubano Ted Cruz, asegura que se pasó al country porque no le gustaba cómo el rock abordó el 11-S. Es un fan del rock cristiano y le gusta la canción 'God Bless America', de Lee Greenwood.
Para desembarazarse de él, a Trump le basta con poner un disco de Aerosmith, básico como la carne con patatas.
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