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Cartel del documental, 'Oasis: Supersonic'.
'Oasis: Supersonic', o cuando Caín y Abel formaron un banda

'Oasis: Supersonic', o cuando Caín y Abel formaron un banda

El macroconcierto en Knebworth en 1996 ante medio millón de personas es el punto de partida y final para contar los tres primeros y meteóricos años de la banda de Manchester: las peleas de los hermanos Gallagher, las drogas, la prensa amarilla y las mieles de ser una estrella del rock

Eider Burgos

Miércoles, 9 de noviembre 2016, 22:47

1993. Las notas de 'Columbia' se cuelan a través de la puerta de la destartalada sala de ensayos de la sala Broadwalk en Manchester. En un descanso, Liam Gallagher se dirige a su hermano Noel: «He leído algo en la Biblia. ¿Cómo se llaman estos dos tíos? Abel y Caín. Eran hijos de Adán y Eva, un día se pelearon y uno apuñaló al otro, ¡pero están el la Biblia! Creo que de eso trata, por eso vamos a ser la mejor banda del mundo: porque odio a este gilipollas». Los amigos ríen la gracia, sin saber que en el transcurso de solo tres años desde aquella sesión verían culminada su fama en uno de los mayores conciertos de la historia de la música ante medio millón de espectadores. Una macroactuación de dos días en las campas de la localidad inglesa de Knebworth. «El concierto de la década», que lo bautizaron, y del que ahora se cumplen veinte años.

Tres años en los que pasaron de ser ignorados por la prensa a convertirse en «la mayor banda británica desde los Beatles», según las crónicas de aquel agosto del '96. Una meteórica metamorfosis de banda local a estrellas del rock que incluyó, por definición, giras, chicas, drogas, habitaciones de hotel destrozadas y mucha prensa amarilla. Un torbellino con el centro en la tormentosa relación de los hermanos Gallagher, Noel -compositor y guitarra- y Liam -carisma y voz de la banda-. «Oasis era como un Ferrari: genial para mirar, genial para conducir y de vez en cuando perdía absolutamente el puto control cuando ibas demasiado rápido·, define el propio Liam en el recién estrenado documental 'Oasis: Supersonic', producido por él mismo y por su hermano -a pesar de que hoy en día no se hablan- junto a los responsables del también biopic musical 'Amy'.

Mediante cintas caseras, entrevistas, recortes de prensa y los testimonios de los miembros de Oasis, familiares y amigos, 'Supersonic' retrata la trayectoria de a una de las formaciones más influyentes de los '90 -de lo que ellos jamás dejaron de fanfarronear- desde su concepción hasta aquellas dos gloriosas noches en Knebworth. Una carrera salpicada de baches por las sonadas y continuas peleas de sus dos caras visibles, a los que poco les importaba si las tortas se daban en privado o frente a una cámara. La más sonada, aquella en la que, mientras Noel trabajaba en la grabación del segundo disco de la banda, Liam llevó al estudio toda una tropa ebria directa del pub más cercano. Noel se lo devolvió estampándole un bate de cricket en la cabeza «La democracia no funciona en las bandas y en Oasis había dos personas tratando de ser el primer ministro», explica Paolo Hewitt, periodista especializado en música y autor de la biografía 'OASIS: Forever The People'. «Fue esa tensión, ese antagonismo, lo que les condujo a los más alto, pero también lo que acabó con ellos».

Lo más alto, que alcanzaron en 1995 con la publicación de '(What's the Story) Morning Glory?' -el de Wonderwall, , pero cuyo ascenso comenzó solo un año antes con 'Definitely Maybe', el disco debut que más rápido se ha vendido en la historia de Reino Unido (lleva más de 8 millones de copias en todo el mundo); con el pelotazo de 'Supersonic', que da nombre al documental, y que Noel redactó «en lo que seis personas se comían un menú de comida china en la habitación de al lado». «Siempre creí que Liam molaba más que yo. Era más alto, tenía mejores andares, un mejor corte de pelo, era más divertido. Y quién llevara un parka así. Pero a él le hubiera gustado mi talento para escribir», reflexiona el guitarra. Su hermano le quitaba méritos ya entonces: «Tú haz tus cosas, que yo simplemente me quedaré en el escenario siendo 'cool'».

Música a martillazos

Aunque los celos y los egos agudizaron la rivalidad entre los de Manchester, los problemas afloraron ya en la infancia, años difíciles para la familia Gallagher. Thomas, el padre de la familia, pegaba a su mujer Peggy y a sus dos hijos mayores, Paul y Noel. Liam, el benjamín, tuvo suerte y jamás le tocó. No fue hasta que este cumplió diez años que Peggy no se atrevió a hacer las maletas y dejar atrás aquel infierno.

La vida continuó en los suburbios del sur de Manchester. Noel, introvertido, enfrascado en su guitarra o entre las páginas de un cuaderno donde escribir unos cuantos versos. Liam, que pasaba de la música, el más pequeño, necesitado de atención de todos en todo momento. También en el colegio, lo que acabó pagando una buena tarde cuando, de adolescente, mientras fumaba unos cigarrillos con los amigos, un chaval se acercó con su pandilla y le golpeó con un martillo en la cabeza. «Desde aquel día, y aunque suene estúpido, mi cabeza hizo clic. Empecé a escuchar música, de repente tenía sentido para mí. Quienquiera que fueras el del martillo, gracias», bromea Liam en la cinta. «Le metieron la música a martillazos», le sigue su hermano.

Noel siempre tuvo claro su ruta a seguir, aunque curiosamente fue su hermano el que formó primero una banda y le incluyó a él para las seis cuerdas. El final, dicen, siempre lo vieron venir: desde aquel bolo de 1993 en Glasgow donde el gran productor Alan McGee les echó el ojo por primera vez -un concierto al que, por cierto, apenas acudieron una decena-, hasta su mayor momento de apogeo: «Dicen que sois la mejor banda de Reino Unido del momento. ¿Es cierto todo este 'hype'?». «Sí. Aunque de hecho somos la mejor banda del mundo», presumía Noel en una entrevista tras el lanzamiento de 'Morning Glory'.

El caso es que, detrás de toda esa fachada de caprichosas estrellas del rock, de simplemente querer vivir el momento, los Oasis dejan claro en 122 minutos que siempre se debieron a sus fans. «Las canciones de ese disco son extraordinarias por por nada que yo hiciera al escribirlas -asegura Noel-, sino por los millones de personas que las han cantado desde entonces».

Por cada una de las 250.000 personas que las entonaron a una en cada una de las dos noches con las que vibró Knebworth. El que debería haber sido el fin de Oasis. O al menos, así lo ven ahora, veinte años después. No así en agosto de 1996. Para los «adictos» de entonces, todo era «pasión, vibración, amor y rabia». «De eso trataba Oasis», afirma Noel. «Ninguno de los que allí estábamos éramos los mejores en los nuestro, pero cuando nos juntamos hicimos sentir a la gente algo indefinible. Algo que jamás olvidarán» «Fue en la era preinternet, prerealities, pre 'talent shows', nada como esto volverá a repetirse», presagia Liam. La época de las superestrellas de la música y no de las de usar y tirar. «Fue bíblico». Propio de Caín y Abel.

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