Secciones
Servicios
Destacamos
julián méndez
Lunes, 2 de enero 2017, 07:09
Severos, maduros y circunspectos, vestidos de pies a cabeza de negro y gris perla, los profesores de la Filarmónica de Viena imponen con su mera presencia un respeto reverencial al que ayer no pudo sustraerse ni siquiera la entusiasta personalidad del maestro venezolano Gustavo Dudamel ( ... Barquisimeto, 1981).
Convertido en la batuta más joven en dirigir a la emblemática orquesta austriaca en el concierto de Año Nuevo, Dudamel pareció conducir con el freno de mano echado durante buena parte de los valses, polkas, marchas y galops que componen la fiesta musical más esperada del año y seguida por cientos de millones de personas. Pese a que dirigió todas las piezas sin partitura, una evidencia de su dominio musical y de su «memoria fotográfica», como señaló el ínclito José Luis Pérez de Arteaga, comentarista de RTVE, pese a las reverencias y reconocimientos que intercambió con los profesores, el titular de la Filarmónica de Los Ángeles, Dudamel sólo se soltó el rizado pelo en la segunda parte del programa.
En el descanso, el realizador Robert Neumüller mostró una ciudad de postal (de hecho, el concierto se ha convertido en el mejor escaparate al mundo de Austria, del Danubio y de la Viena Imperial) dominada por el ritmo del vals. El vals en Viena es ese compás que sirve tanto para tallar la piedra como para golpear la carne o pulir joyas. El pulso de la vida, diríamos. Dudamel condujo justo después la obertura de La dama de picas y su espíritu más cordial tomó cuerpo con Pepita, por Pepita de Oliva, famosa bailarina española en tiempos de los Strauss. Las castañuelas que impone la orquestación parecieron despestar el ímpetu de un director a quien la decoración de la Musikverein rindió tributo al introducir, entre rosas y astromelias, frutas como piñas y mangos. También se vieron naranjas y limones, suponemos que en un guiño a la actriz María Valverde, compañera del director, que siguió la gala con contagioso entusiasmo y ataviada con un espectacular vestido verde turquesa.
Con su permiso, profesores
Entre valses fulgurantes llegó el turno del hermoso Los extravagantes, de Johan Strauss hijo, momento que la realización aprovechó para mostrar la vida de los caballos de raza lipizzana (albinos, pero que nacen como potrillos oscuros) y de un grupo de jinetes de la Escuela Española de Equitación de Viena.
En la pieza ¡A bailar!, de Johan Strauss hijo, seis bailarines alegraron con sus cabriolas el patio de butacas de la Musikverein y el coro de la Sociedad de Amigos de la Música de Viena se ganó luego una estruendosa salva de aplausos y algún bravo tras su inolvidable interpretación del Coro de la Luna de la ópera Las alegres comadres de Windsor, de su fundador Otto Nicolai. Al final de La chica de Nasswald, Dudamel trinó con un silbato entregado por la ayuda del concertino Albena Danailova antes de interpretar las tres piezas de propina y dirigir al público en crescendos y decrescendos en la esperada Marcha Radetzky.
Dudamel, vestido como un filarmónico más, pidió la anuencia de los profesores sobre su modo de pronunciar Wiener en la felicitación del Año Nuevo. En 2017, Riccardo Mutti regresará al podio del Concierto de Año Nuevo. Será su quinta vez. Él no pedirá permiso.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.