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Martirio ha recibido el ‘Premio Nacional de Nuevas Músicas’
¡Ay, mare mía!

¡Ay, mare mía!

¿Quieres ser moderno? Pues escucha copla. La concesión a Martirio del 'Premio Nacional de Nuevas Músicas' ofrece una excusa perfecta para reivindicar un género que no es, casi seguro, lo que te imaginas

David Remartínez

Jueves, 2 de febrero 2017, 07:13

Imagine que va usted por la calle y se cruza con una señorita que va canturreando así:

"Llegó la hora del feminismo, / y como siempre fui avispada / y en todas partes me llevo algo, / me llevé el acta de diputada. / En el congreso con Luis de Tapia / estoy actuando de adalid / ¡Viva el divorcio! ¡Vivan mis manos / que aún no han cosido ni un calcetín!".

En primer lugar, probablemente, usted se extrañaría de que alguien en su sano juicio cantase mientras camina. Salvo las despedidas de soltero y los aficionados al fútbol enardecidos tras una victoria, ya nadie canta en espacios públicos de forma espontánea. Cantar ha dejado de ser una diversión social.

En segundo lugar, probablemente le llamarían la atención los versos de la canción, que prosigue:

"Sí, señores diputados / hay que acabar con el politiquismo, / mucho de para aquí / y mucho domingo. / Sí, señores diputados, / hay que acabar con el bolchevismo y con el vaquismo y con lo mismo. / Aquí el que no trabaje / que no coma, / empezando por los enchufistas".

En ese momento quizá pensase usted que aquella señorita cantora era militante de Podemos o algo así.

'La diputada' fue una copla que en su melodía incluía pasajes del Himno de Riego y del Himno de la República. La grabó la sevillana Amalia Molina en 1932, cuando la copla era Copla y no la "Canción Española" que después rebautizó la dictadura, censurándola y banalizándola. Esa canción patria, dirigida por la represión del dictador, es la que se ganó el cliché rancio que todavía arrastra el género.

El Ministerio Cultura le acaba de conceder a la cantante Martirio el 'Premio Nacional de Músicas Actuales', un aplauso oficial a su carrera que, sin embargo, no deja de sonar paradójico por asociar la copla (que ha modernizado la artista onubense) con el término 'Nuevas Músicas'.

Hace bien el ministerio. La copla es hoy más actual que nunca, pues vivió su esplendor en una época de penurias, lucha de libertades y sindiós político, similar en muchos aspectos a la actual. Sirva de ejemplo La diputada. Urge pues reubicar de forma justa a la copla en nuestra historia musical, porque además fue nuestra primera música pop.

Música de masas

Entre las décadas de 1920 y 1950, Cole Porter compuso algunas de las canciones más memorables de lo que hoy se considera música popular. Los hermanos George e Ira Gershwin también nutrieron esa lista de obras maestras de sencillo disfrute, esa música democrática que cantaban y bailaban adinerados y pobres, y que difundía el fabuloso invento de la radio.

En esos mismos años nacía la copla, también el primer género musical de España que alcanzaba dicha condición pop, de música de masas, merced a las calles, a los cafés cantantes y a las ondas. ¿Por qué entonces la comparación chirría? Pues por Franco. Todavía por eso.

La calidad musical de las mejores coplas puede equipararse a las fastuosas orquestaciones de Porter o Gershwin. Y las letras incluso las superan en ocasiones, pues la copla tuvo un engarce íntimo entre los poetas de la generación del 27 y una estructura teatral. El trío de compositores Quintero, León y Quiroga, autor del grueso de un cancionero que relata una época, debería ser materia de escuela. Porque es Historia.

Rafael de León, el de en medio de ese trío, poeta y aristócrata que renunció a su abolengo para confiar su vida a la lírica, construyó el imaginario de la copla, mucho más complejo de lo que el cliché ridiculiza, y que posteriormente hubo de soterrar bajo metáforas para engañar a la censura.

"En Rafael de León predominan los temas de sexo prohibido, marginados, la prostitución, la homosexualidad encubierta, el adulterio, los amores imposibles, los amantes ocultos. Es decir, la belleza de lo ilícito y su caldo de cultivo". Lo explica Rafael de Maura, marqués de Almodóvar, en el documental 'La España de la copla. 1908', de Canal Sur, donde también se revela que Ojos verdes fue escrita al alimón por León y Lorca en el café barcelonés 'La Granja Oriente'. Ambos eran homosexuales, y la primera versión aludía a una relación entre dos hombres. Se interpretó en teatros, pero nunca se grabó.

Descontento social

La copla, en origen una forma de verso, surgió de una fusión de músicas menores como la tonada y el cuplé. Sin embargo, pronto se enriqueció con el reflejo de una sociedad vivaz y un tanto desquiciada como aquélla que propició la República. Liberación femenina, desafío a los tabúes religiosos, inestabilidad política, zarandeos económicos, y hartazgo de diputados rampantes y corruptos, de empresarios tiranos, de caciques y de señoritos intocables. Un entorno internacional aciago y pobreza entre obreros y braceros. Una sociedad en crisis, a la que irritaban populismos intolerantes de diverso cariz.

Todos esos personajes desfilaron por la copla, que se estandarizó como una narración de historias, con su planteamiento, nudo y desenlace. Al tremendismo amoroso fue sumando el humor, la sensualidad, la picaresca y, también, la protesta.

"En los años treinta del siglo XX aparece un nuevo elemento que añadir al carácter de la copla: el descontento y la rebeldía ante una realidad social injusta, que lleva a buena parte de las masas populares a identificarse con un 'comunismo libertario' que es la fórmula de una gran tragedia íntima". La cita es del prólogo de 'La copla andaluza', de Rafael Cansino. "La copla se identifica con el poema ingenuo y breve", dice el autor, para luego demostrar que abarca mucho más.

La Segunda República supuso el esplendor de esa música popular, hasta el punto de que, al estallar la guerra, en ambos bandos soldados y civiles tarareaban las mismas canciones para espantar el miedo. "La Guerra Civil era un río de sangre: por una orilla iba Concha Piquer, y por la otra, Miguel de Molina", ilustra el cantante en el citado documental. Al ganar los fascistas, la Piquer, adlátere del caudillo, pasó a llamarse doña Concha. Y Molina, homosexual y republicano, fue apaleado y marginado hasta que se exilió.

La copla pasó entonces a ensalzar las grandezas de España, el "cocidito madrileño" frente "al menú del hotel Plaza de Nueva York" y otras paletadas de postal kitsch. Rafael de León, por su parte, encriptaba sus letras.

No cambió, sin embargo, otra de las características que la definían: su modo de interpretación: "El cantador procede con una absoluta indiferencia respecto a su auditorio, cual si se encontrase en un estado de enajenación lírica que lo hiciese extraño a todo, en el mismo estado en que se halla el artista sabio cuando la inspiración le unge con su gracia", describe Cansino. Una actitud tan punk como The Velvet Underground tocando de espaldas al público, o tan afectada como las mil transformaciones de David Bowie con cada personaje que inventaba sobre el escenario.

"No canta ni baila, pero no se la pierdan"

  • Las denominadas folclóricas de los años 70 y 80, o sea Isabel Pantoja y compañía, prosiguieron con la copla sin aportar modernidad al género. Recuperaron composiciones, principalmente las narraciones de desamoríos tremebundos, pero sin remozarlas. Solo mantuvieron la interpretación extravagante, que en el caso de la Pantoja alcanzó el paroxismo a cuenta de su viudedad. Quizá por esa uniformidad de las tonadilleras, Lola Flores, de recio carácter y más actitud que talento musical, se alzó entre todas sus compañeras como una singularidad fascinante. "No canta ni baila, pero no se la pierdan", anunciaba 'The New York Times' cuando la jerezana inició una serie de actuaciones en 1979 en el Madison Square Garden. ¿Por qué trinfaba Lola? Pues probablemente porque se creía lo que hacía, y esa energía pasmaba al público. La Lola de España no interpretaba vivía lo que cantaba.

Frescura

Que el género mantiene su frescura y poesía lo demuestran las transformaciones que han aportado Martirio, remozándola con humor y actualidad, o Carlos Cano, confiriéndole elegancia y temple. O más recientemente, la cantante María Rodés, cuyo disco dedicado a la copla sorprende por su hipnótica revisión. Al fin y al cabo, la copla es pop, nuestro primer pop. Y por esa razón admite cualquier transformación

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