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Gonzalo Sellers
Miércoles, 17 de mayo 2017, 18:52
Estamos en Los Ángeles. Corre el año 1989, Tom Cruise intenta ganar un Óscar dejándose hacer de todo por Oliver Stone en 'Nacido el 4 de julio' y en la radio suena el 'Like a prayer' de Madonna. "Esta chica se ha encasillado desde Like ... a Virgin", piensa Lynch mientras conduce su Dodge Charger del 68 -una imitación del que lleva Dennis Hopper en 'Blue Velvet'- por Mulholland Drive. Él y su amigo Mark Frost acaban de perder el proyecto en el que trabajaban, 'Goddes', la adaptación al cine de la biografía de Marylin Monroe. Pero en una de sus tormentas de ideas surgió la idea del piloto de Twin Peaks: el homicidio de una joven en un remoto pueblo del norte del país. El guión ya está listo y tienen el dinero de los productores de la ABC, pero falta la música. Y sólo Badalamenti, al que conoce de sus primeras películas, es capaz de crear un monstruo como los que el director deja en libertad dentro de su cabeza.
Cuando Lynch llega a la mansión de Beverly Glen Boulevard, el compositor ya está sentado frente a su piano Fender Rhodes, que ha conseguido sobrevivir a la loca década de los 70. Lynch coloca una grabadora encima de él. Y aprieta el botón rojo. Ésta es la conversación real que mantuvieron ambos -recuperada de esa cinta- y durante la cual se gestó esa melodía que a todos, hayamos visto o no la serie, nos produce una mezcla de tristeza, miedo e inquietud.
-"¿Qué ves, David? Cuéntamelo", le pide Ángelo Badalamenti al director, que cierra los ojos para responderle.
-"Estamos en un bosque oscuro. Hay una suave brisa que sopla a través de los árboles. Está la luna y se oyen sonidos de animales de fondo. También se escucha el ruido de una lechuza. Estás en un bosque muy oscuro. Llévame a esa preciosa oscuridad".
Y Badalamenti apenas acaricia tres teclas del piano. Suena un réquiem, casi una melodía fúnebre, como una invitación de los árboles a adentrarte en las profundidades.
-"Más despacio, Ángelo", le pide. "Eso es, sigue tocando así un rato".
Lynch ya está escuchando, sin saberlo aún, la melodía que acompañaría a Twin Peaks durante sus treinta capítulos y que ganaría un Grammy a la mejor interpretación musical pop. El mismo año, 1991, en el que competían en los premios Kenny G., Phil Collins, B.B. King, Ella Fitzgerald, Roy Orbison, Ray Charles, Anita Baker o Eric Clapton. Vamos, igual que ahora con Bruno Mars y Justin Bieber peleando por el trono mundial.
Esa música, como un personaje más de Twin Peaks, permaneció inalterable durante las dos temporadas que dieron un puñetazo en el estómago a los arquetipos televisivos de los 90 y que, todavía ahora, logran fascinar como un viaje perturbador a nuestros propios terrores. El desasosiego actúa como una droga desde esos primeros acordes del piano de Badalamenti, desde ese balanceo de las ramas con el viento, del silencio de ese bosque metáfora de lo oculto y lo arcano. Twin Peaks consiguió, al igual que Hitchcok en 'Vértigo' y después Kubrick con 'Eyes Wide Shut', que el pánico a lo desconocido empujara la historia sin tropezar en sustos enlatados.
-"Vale, Ángelo. Ahora tienes que hacer un cambio porque detrás de un árbol, al fondo del bosque, hay una chica muy solitaria. Se llama Laura Palmer. Está muy triste", sigue el director, todavía con los ojos cerrados.
Y el compositor empieza a crear a Laura Palmer. Todavía sin rostro, sin casting, sin conocer a Sheryl Lee, Lynch puede ver a aquella reina del instituto, todavía sonriente en la foto del baile, con los labios amoratados mientras retiran el plástico de su cuerpo sin vida junto al río.
-"Puedo verla. Está acercándose a la cámara. Sigue así, Ángelo, haz un clímax ¡Eso es! Empieza a marcharse, la perdemos, sigue cayendo ahora vuelve al bosque. Muy tranquilo y muy misterioso", es lo último que dice Lynch antes de levantarse y dar un abrazo a Badalamenti.
-"Ok, pues iré trabajando sobre esto", responde el músico, pero el director le corta. "Esto es Twin Peaks. No hagas nada, no cambies una nota. He visto Twin Peaks". Esas fueron las últimas palabras que registró la grabadora.
Un año después, el episodio piloto se estrenó en la ABC y Badalamenti demostró que nunca nadie se ha internado tan bien en la oscuridad de un bosque como él. Si cierras los ojos, Twin Peaks se reduce a su piano y a inquietante voz de Julee Cruise con su 'Falling' sobre una cortina de terciopelo rojo. No hace falta nada más para adentrarse de nuevo en ese pueblo que Lynch inoculó, como un virus infectado de desasosiego, en la mente de toda una generación. Tanta perversidad hay en las imágenes, en lo que no se ve, en la irracionalidad de sus personajes, como en la música que Badalamenti ideó. Ahora, 25 años después, el músico de cabecera de David Lynch desempolva las mismas partituras que sobrevivieron al asesinato de Laura Palmer.
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