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Álvaro Machín
Miércoles, 21 de junio 2017, 16:39
Coge el teléfono. Da la sensación de que está en casa. La voz suena a hogar y es difícil no pensar en el título de su gira (y disco). Calma. «Mientras te acuestas por la noche, te duermes pronto y no te desvela casi nada, ... es que por dentro estás en calma. Creo que soy bastante apacible, bastante tranquilo. Aunque no tanto como la gente cree. Tengo mucho bullicio en mi cabeza. Siempre estoy inventando alguna historia». Sigue, no para. Con 72 y después de cuarenta. El chico que, al principio, cuando sólo escribía, probaba sus canciones en un francés inventado. Quería saber cómo sonarían cantadas por Aznavour. Luego llegó todo. El mundo, los discos y las voces. Las frases. «Daría cualquier cosa por resumir una historia que a mí me cuesta un libro en tres minutos, como dura una canción suya». Es lo que dijo Gabo de José Luis Perales (Castejón, Cuenca, 1945). ¿España trata bien a sus mitos?, la pregunta. «Yo creo que España es un país bastante duro, bastante difícil para mantener los mitos». El día 1 de julio, en Santander.
Le insisten. ¿No somos un poco cainitas? Llamar hortera a lo que tenga que ver con Julio Iglesias, Raphael o usted en otros países estaría penado... Cosas del periodista. «Posiblemente sí. Nos queda por aprender a la hora de respetar a los artistas, a la gente creativa... Se nos borra muy fácilmente». Lo de aquí «no tiene nada que ver con Francia o con Estados Unidos, donde son iconos por siempre y para siempre aunque no hayan hecho nada más que una canción». Los nuestros, los de toda la vida, tienen «que pelear mucho». «Hay que hacer muchos méritos para que se te reconozcan. Y muchos años. Hay que hacer una reválida cada día». Lo dice, pero no hay aliento de rencor. Que va. En absoluto. «Me siento muy pagado por mi trabajo, en el mejor de los sentidos». Se sigue sorprendiendo al escuchar en una radio una versión en japonés de un tema suyo el 'Porque te vas'. Le sigue haciendo gracia cuando canta alguna que popularizó otro y le preguntan: «¿esa también es tuya?». «Pero vamos tranquiliza, no cuento todos los días los discos de oro o de platino que tengo... Están en mi pueblo y no los ve nadie ni los conoce nadie. En mi casa del campo». Pasa muchas horas allí. La huerta, la cerámica... La calma.
Y lo cuenta sin subir la voz. «Sí, creo que soy demasiado tímido. Voy con pies de plomo para todo. Si hay una mala crítica, no me enfrento. Me da vergüenza. Al principio, cuando iba a las discotecas en invierno, a La Coquette en Vitoria o a la sala Garden en Bilbao, a la hora de salir al escenario me asomaba para ver si, con un poco de suerte, había poquita gente. Así, cualquier fallo que pudiera tener no tendría ninguna repercusión». Por eso no salió a contradecir una historia contada en un libro (de Pablo Carbonell). Que si un concierto en una fiesta privada en Colombia, que si Pablo escobar, que si repitiera muchas veces '¿Y cómo es él?'... «Ni conocí al señor Escobar ni canté jamás ni una ni siete veces para él '¿Y cómo es él?'. Pero como a mí no me gusta discutir, la gente puede inventar cosas para vender un libro. A mí me sorprendió, pero no soy de salir al encuentro de una historia y discutirla... Me lo comentaron y me pareció una estupidez. Pero tampoco va a estar uno pendiente». Punto.
Está a lo suyo. Puede permitírselo. A la calma del hogar y a la de los escenarios. Tiene la voz fresca y está en buena forma. El periodista le vio en Bilbao y pensó que estaba igual que siempre, tal como lo recordaba. Lo comentó con otra gente. Coincidieron. El mismo sonido y la misma discreta presencia. «En las críticas después de los conciertos casi todos coinciden en que la voz está mejor que nunca. Será que la he ejercitado en tantos conciertos, casi setenta en esta gira, que se ha puesto en marcha de nuevo. Y yo físicamente me encuentro bien, con muchas ganas de seguir haciendo cosas». Dice que es «inquieto», que tiene «mucha actividad». «Será por eso que me conservo bien físicamente».
Seguro que lo comentan los que vayan a verle al Palacio de Festivales. «Si está igual». Será la frase al escuchar los acordes de 'Y me marché contigo'. Seguramente empezará con esa, en la que dice, por ejemplo, que dejó 'a los gobernantes desgobernando todo'... Perales reivindica su capítulo crítico, más allá del amor o del abandono. Es, tal vez, lo mejor de la charla. Escucharle decir: «Yo sé que he sido el crítico que nadie ha visto». «He sido un crítico prosigue de cosas que intencionadamente nunca he ocultado. Las he dicho en voz baja para los que buscan en mí algo más que un cantante romántico, del cual no reniego en absoluto. Pero creo que desde el principio, si buscas en mis discos, está doña Asunción, por ejemplo. Esa sociedad burguesa, de pueblo, que comulga todos los días y se da golpes de pecho con el mazo. O la inmigración. Lo padecí en mi pueblo. Y el amo y el mozo, la diferencia social entre pobres y ricos, que dejaban sus camastros en las cuadras para que durmieran sus empleados. Todas esas cosas las ví, me dolieron, las canté y mucha gente no entendió nada, no escuchó nada».
No escurre el bulto. No escapa. Ni para hablar de política. «No cojeo de ningún pie y cojeo un poco de todos». En alguna entrevista ha reconocido que ha votado a diferentes partidos incluido, por ejemplo, Izquierda Unida. Se explica. «No descarto ningún pie, en todos con los que puedas caminar hay algo bueno y algo negativo. No tengo el carné de ningún partido y, desde luego, los que me defrauden, saben que tienen mi castigo. A los que me dejen contento, les votaré otra vez. No he votado siempre al mismo. Siempre a los que creo que han hecho bien a la gente común».
Santander. No recuerda la última vez. Ni siquiera si hubo una primera. La ciudad, sí. De vacaciones. Cantará «cosas de todos nosotros» y volverá a oír eso de «que buena gente es». La etiqueta. «Manuela (su mujer) dice: 'El día que hable yo se van a enterar. Tan buenecito...'. Malo no soy, pero tan bueno, tan bueno, rozando el tontito, tampoco...».
Sí, hubo una pregunta sobre '¿Y cómo es él?'. Más que una pregunta, una curiosidad. El periodista siempre se preguntó cómo se pueden encajar así unos cuernos. Le interroga, le dice si él podría... «Creo que no. Manuela incluso me dijo cuando la escribí: '¿No será para ti? No te veo yo tan condescendiente, tan elegante, tan respetuoso...'. Posiblemente mi sentido no fuera tan generoso. No era para mí. Era para Julio (Iglesias), que en ese momento cantaba sus cosas. Evidentemente tampoco sé el momento en el que estaba. Pero era un encargo de su productor. Nunca pensé cantarla yo y fue una historia con la compañía, que no me dejaba dársela. Y te digo una cosa, es la única canción de todas que, al cantarla, me da la impresión de que me la ha escrito alguien. Que la ha escrito otro. Nunca la sentiré mía. Es una pura interpretación teatral porque no soy yo».
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