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A las seis de la mañana suena el teléfono de Jaime Martín, director artístico del Festival Internacional de Santander (FIS). Al otro lado, un representante de la London Symphony Orchestra habla con preocupación. Es martes. El sol aún no ha salido y ese mismo día ... el centenar de músicos de la formación tiene que subirse al escenario de la sala Argenta. Pero hay un problema. En el aeropuerto de la capital británica, el primer trombón de la orquesta no puede viajar hasta Cantabria con el resto de los músicos porque ha olvidado su pasaporte en la caja del instrumento que ha llegado a las instalaciones del Palacio de Festivales el domingo.
Así comienza Jaime Martín (Santander, 1965) el que será uno de los días más importantes de esta edición del Festival con la presencia de la prestigiosa formación y su nuevo director, sir Simon Rattle. No sólo son sus dos únicas actuaciones en España esta temporada, sino también el estreno de Rattle en Santander, una de las figuras más carismáticas y respetadas en el mundo de la música clásica tras dieciséis años al frente de la Filarmónica de Berlín. ¿Qué le trae a la 67 edición del Festival Internacional? Una doble cita: el concierto del martes, con un programa dedicado a la 'Novena Sinfonía' de Gustav Mahler y el del miércoles con la interpretación de piezas de Antonin Dvorák, ('Danzas eslavas'), Maurice Ravel ('Ma mére l'oye ballet') y Leós Janácek ('Sinfonietta').
Ante este programa y la expectación creada, la posibilidad de que el trombonista no llegue a tiempo al concierto hace saltar de la cama al director del Festival. «No es normal que sucedan estas situaciones», asegura. «Hasta ahora hemos tenido mucha suerte con los aviones y, aunque es cierto que los músicos suelen viajar con unos márgenes muy ajustados de tiempo, lo cierto es que nunca hemos tenido que suspender o anular una actuación por algo así».
Solucionar el problema del trombonista fue la principal anécdota de una de las jornadas más esperadas de esta edición que, como el resto, empieza muchas horas antes de que los músicos salgan al escenario. El Diario Montañés es invitado a compartir cómo vive el director del FIS un día de concierto. Cómo se desarrollan las horas previas de una actuación que, en este caso, era muy especial para el Festival por la presencia de la afamada formación, su director y el interés que había suscitado.
Para el director del FIS tampoco era un concierto más pues hace años formó parte de esa orquesta como flautista y, aunque luego se fue a la Royal Philharmonic Orchestra, no sólo conserva allí un buen número de amigos, sino que su esposa Rachel Gough es la fagotista solista.
El desembarque de la London Symphony en Santander comenzó el domingo con la llegada de dos camiones con los instrumentos. Un material que se descargó entre los bastidores del escenario el lunes por la noche, tras el concierto ofrecido en la sala Argenta por el grupo instrumental Europa Galante que dirige Fabio Biondi.
El martes, en una de esas cajas, Jaime Martín encontró el pasaporte del músico. «El resto de la orquesta y Rattle llegaban a Bilbao a las once de la mañana, y el siguiente avión a Londres volaba a las doce. Así que fui allí donde además de los músicos recién llegados, me esperaba un miembro del equipo de producción de la orquesta, que voló hasta la capital británica para encontrarse con el trombonista», cuenta.
En la capital británica y con la documentación en la mano, el músico cogió a las 15.45 horas otro avión hasta Bilbao, donde le esperaba un coche. Tenía una hora y media para llegar hasta el Palacio de Festivales y reunirse con sus compañeros en el escenario. Era momento de cruzar los dedos para que ningún atasco ni otro contratiempo en la carretera retrasase ese viaje.
En Bilbao y tras solventar el incidente, Martín empezó su papel de anfitrión a media mañana. Fue allí, en la terminal de llegada del aeropuerto, donde se produjo el primer encuentro del cántabro con los músicos y su director.
Dos autobuses les esperaban para trasladarlos al hotel Santemar de Santander, donde se han alojado las dos jornadas de conciertos. Simon Rattle, en cambio, viajó hasta la capital cántabra en el coche con el director del FIS. «Creo que la London Symphony es una de las mejores orquestas del mundo. Pero no cabe duda que la presencia de Rattle va a suponer un revulsivo. La combinación va a ser fantástica. Y él está tan contento de volver a Inglaterra y de tocar junto a estos músicos que creo que está iniciando una etapa en la que nos va a dar lo mejor de él», asegura.
En su larga carrera como flautista, Jaime Martín, que también es director de orquesta, nunca ha sido dirigido por sir Simon Rattle. «Pero nos conocemos desde mucho tiempo y hace años me escuchó tocar en un concierto en Viena», explica, rememorando la conversación que mantuvieron durante el trayecto hasta Santander. Una charla en la que Rattle también se interesó por la ciudad en la que era su primera visita. «¿Tiene mar?». Fue una de sus principales curiosidades.
Ya en la capital cántabra y antes de que el maestro se retirase a descansar, Martín, que seguía pendiente de si el trombonista cogía o no a tiempo el avión que tenía que traerle a Santander, comparten almuerzo.
Mientras tanto, en el Palacio de Festivales el equipo de Jaime Martín continuaba con el trabajo del día. Los técnicos ultimaban la colocación de las sillas y los atriles en el escenario y también se encargaban de que los trajes de todos ellos, -frack negro los hombres y traje de gala del mismo color las mujeres- estuvieran en los camerinos preparados para el concierto.
Mientras que Jaime Martín recibía a la orquesta y su director e intentaba solucionar el problema del pasaporte extraviado, Valentina Granados, directora ejecutiva del FIS, almorzó con Joan Oller, director del Palau de la Música de Barcelona, uno de los muchos melómanos que se desplazaron a Santander para seguir el concierto. También se hizo cargo de otro de los contratiempos de la jornada. «La verdad es que la ciudad de Santander se vuelca con el FIS y nos ha ayudado en muchas ocasiones. El domingo, la London Symphony ofreció en Edimburgo el último concierto antes del Palacio y según acabó Rattle nos envió el mismo traje que había utilizado para ponérselo en la actuación. A nosotros nos llegó el lunes a las once de la noche. ¿El problema? Que no encontramos ninguna lavandería abierta a esas horas. Al final, el director de un hotel salió al rescate y gracias a este servicio el traje estaba preparado el martes en su camerino», señala Valentina Granados.
La comunicación entre ambos directores es constante a lo largo del Festival. Jaime Martín ha agradecido públicamente y en muchas ocasiones el trabajo que Valentina Granados realiza, no sólo en el desarrollo de la programación o en la solución de problemas 'menores' como la limpieza del traje de un director, sino también en todo lo relacionado con la contabilidad del Festival.
El martes se encontraron a las seis de la tarde en las oficinas del Palacio de Festivales y abordaron los últimos detalles del día antes de la llegada de los músicos desde el hotel. Rattle había convocado un ensayo a las seis y media y treinta minutos antes los autobuses fueron transportando a los músicos. Jaime Martín les recibió en la puerta de la calle Gamazo. «Por fin estamos en tu ciudad», le comentó alguno de los profesores entre abrazos propios del reencuentro. En el primero de esos vehículos viajaba también Kathryn McDowell, directora artística de la orquesta, quien aprovechó para departir con el responsable del FIS los detalles de la actuación.
Mientras tanto los músicos iban recogiendo los instrumentos y poniéndolos a punto para el ensayo. Empezaba así el desembarco de la London Symphony por las instalaciones del Palacio. A la espera del director, cualquier rincón del edificio servía para afinar y tocar las primeras notas. Jaime Martín, en las bambalinas, comprueba que todo está bien mientras es saludado por la mayoría de los músicos. Como Silvan, uno de los violinistas con el que mantiene una amistad de años y que no dudó en abrazarle efusivamente, o su mujer, Rachel Gough, que se mostraba concentrada ante la actuación que tenía por delante.
Todos habían ocupado sus sillas y comprobado sus partituras cuando Rattle apareció en las instalaciones a las seis y media. Jaime Martín y Kathryn McDowell se encontraron con él en el escenario y tras nuevas palabras de bienvenida al Palacio comenzó el ensayo general. En la sala de butacas apenas seis personas seguían la música. Uno de ellos, el más pequeño de los dos hijos de Jaime Martín, que no quiso perderse la actuación de su madre.
A las siete, y tras conocer que el primer trombón ya estaba en carretera rumbo a Santander, el director del FIS, mucho más relajado, desvela más cosas de Rattle. «Es una persona muy humilde y con mucho sentido del humor», dice. ¿Dónde va a comer mañana? «Es el cumpleaños de uno de los músicos de la orquesta y se va a comer con él. No creas que eso lo hacen todos los directores», explica.
Mientras tanto el ensayo transcurre con normalidad y casi en tono festivo. La 'Novena Sinfonía' de Mahler forma parte del programa que la orquesta está interpretando esta temporada y los músicos tienen bien trabajada la partitura. Así todo, la prueba se extiende hasta las ocho. Treinta minutos antes del concierto y la hora en la que el público empieza a ocupar sus asientos de la sala Argenta. Minutos después el primer trombonista pisa por fin el Palacio.
Más o menos a esa misma hora Jaime Martín y Valentina Granados comienzan a recibir a autoridades y patrocinadores del concierto, en esta jornada, el Banco Santander.
La velada comienza cinco minutos más tarde de la hora prevista pues al ser un concierto íntegro no habrá el habitual intermedio. Y esto provoca una de las últimas llamadas de teléfono que Martín responde antes de la actuación: «¿Qué hacemos con los espectadores que lleguen tarde y qué por lo tanto no podrán acceder a la sala tras la pausa?» se le pregunta. Tras una nueva consulta a la gerente de la London se acuerda retrasar cinco minutos la salida de la orquesta al escenario para dar algo más de tiempo a posibles rezagados.
Finalmente los músicos salen a la sala y cuando empiezan a tocar termina la tensión del día para Jaime Martín que, desde la butaca, disfruta también de la interpretación. Sólo se le tuerce el ceño cuando un teléfono móvil empieza a sonar de forma grosera en el último movimiento del concierto. Un ruido imperdonable que casi ensombrece la que ha sido una de las mejores jornadas del Festival, premiada con ocho minutos de aplausos. La mejor recompensa tras doce horas de trabajo.
I brilliant photo by Javier Cotera for El Diario Montañes, during the London Symphony rehearsal before the first of two concerts at the Santander Festival. pic.twitter.com/rfNm6OkfyO
— Jaime Martin (@JaimeMartin17) 17 de agosto de 2018
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