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¡Feliz 1988! La verdad es que 1987 ha sido un año estupendo en lo musical, con fenómenos como el éxito masivo de U2 con 'The Joshua Tree', el debut de unos muchachitos de mala vida llamados Guns N' Roses o ese primoroso 'Camino Soria' ... que se han marcado Gabinete Caligari, pero estamos seguros de que este año que ahora empieza nos deparará también grandes satisfacciones sonoras. No hay más que echar un vistazo a los números uno de Los 40 Principales: despedimos el año con 'Faith', de George Michael, y hemos arrancado el nuevo con 'Is This Love', de Whitesnake. ¡Nivelón!
Nada, que no funciona. El párrafo anterior era un torpe intento de sortear la nostalgia que siempre producen los aniversarios de los discos, esos cachiporrazos a nuestra eterna juventud, pero lo de retroceder en el tiempo casi nos hace más conscientes de las décadas (sí, son tres) transcurridas. Todos los que disfrutaron de estos discos en su momento saben que, en cuanto empiecen a escuchar las canciones, se sentirán un poco más viejos de repente, pero seguro que también encuentran algún motivo para chulearse de la buena música que sonaba en aquel pleistoceno de la vida. Vamos allá.
Enya
A la buena de Eithne Pádraigín Ní Bhraonáin ya la conocían bien los fans de la 'new age' y los folkies que la seguían desde su etapa en el grupo familiar Clannad, que tantas siestas amenizó como sintonía del programa de radio de Ramón Trecet. Pero con su segundo álbum en solitario, 'Watermark', el rollo céltico y etéreo de Enya se volvió omnipresente, hasta asomar por los rincones más inesperados: lo ponían por la radio, sí, pero también sonaba en anuncios, ascensores o megafonías de grandes almacenes. De hecho, seguro que no va a pasar 2018 sin que todos volvamos a escuchar otra vez este 'Orinoco Flow', así que mejor solventar ya el compromiso y darle ahora mismo al play.
Leonard Cohen
En el 88, Leonard Cohen cumplía los 54, pero estaba entrando en una especie de segunda juventud, si es que al grave cantautor canadiense se le pudo llamar joven alguna vez. En 'I'm Your Man', su estilo tradicional se reconfiguró radicalmente para centrarse en los teclados, el instrumento con el que había compuesto las canciones. También explotó la sonoridad exótica del laúd árabe o el buzuki, aunque había un elemento que entroncaba inevitablemente este álbum con los siete anteriores: su voz, claro, de la que empezó a sentirse satisfecho a estas alturas.
Héroes del Silencio
Ya desde el principio, cuando los parió la fértil escena afterpunk zaragozana, Héroes del Silencio tenían una personalidad muy marcada, suma de estética anglosajona, letras con ambición literaria, guitarras que se enrevesaban en arpegios y, cómo no, esa voz resonante y dramática de Bunbury, con quien se perdió un gran jotero. 'El mar no cesa' fue su primer álbum, tras el éxito comercial del EP de prueba que les había grabado el productor de Olé Olé, y se abría con esta canción que siempre ha estado entre las favoritas del líder.
Metallica
Pocos habrían imaginado en los comienzos de Metallica, cuando encabezaban aquellas huestes del 'thrash' comprometidas en devolver al metal la ferocidad perdida, que la banda californiana estaría en 1988 componiendo una música tan sofisticada, compleja y, en una palabra, progresiva como la contenida en este álbum. '... And Justice For All' es uno de los discos que tendrán en 2018 una edición conmemorativa y convenientemente remasterizada, para compensar una producción que no convenció a casi nadie, pero cuesta creer que los retoques lleguen a mejorar maravillas como este 'One'.
The Waterboys
The Waterboys son uno de esos raros grupos que se han puesto a hacer dos cosas muy distintas, casi opuestas, y han obtenido excelentes resultados en ambas. Cuando empezaron, su sonido era ambicioso, complejo, propenso a una grandilocuencia que les emparentaba con colegas como U2 o Simple Minds, pero el líder Mike Scott se cansó de elaborar discos que no podía reproducir fielmente sobre un escenario y reconvirtió su banda en un conjunto de folk celta. Y al tío sobrado le salió 'Fisherman's Blues'.
Freddie Mercury y Montserrat Caballé
En realidad, lo que todos conocemos de este disco (es decir, la canción 'Barcelona') ya ha cumplido los 30, porque se editó en octubre de 1987, pero el álbum completo compartido por Mercury y Caballé no salió hasta el año siguiente. «Cuando lo conocí y se puso al piano a improvisar, me di cuenta de que estaba ante un músico», ha declarado en alguna ocasión la soprano catalana sobre el vocalista de Queen. El improbable dúo debía interpretar el himno en la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos del 92, pero Mercury falleció ocho meses antes.
The Sugarcubes
En los 80 se aceptaba todo con aparente naturalidad, pero lo cierto es que pocas propuestas ha habido más extravagantes que los Sugarcubes. Venían de Islandia, que entonces no parecía el más normal de los sitios, aunque después ha acabado exportando decenas de artistas; tenían una vocalista diminuta de voz agudísima que parecía un duende de jardín (Björk, ya saben) y se esforzaban en sabotear sus propias canciones con las insufribles parrafadas de un tal Einar Örn Benediktsson, que hace unos años acabó ejerciendo de concejal de cultura de Reikiavik. ¡Hasta lanzaron su álbum de debut, 'Life's too Good', con la portada en varios colores! Pero, más allá de su potencial chocante, tenían aciertos musicales como este himno de turbador post-punk.
Public Enemy
Es probablemente el mejor disco de rap de la historia. Y, en realidad, ese elogio implica una injusticia, porque el impacto del segundo álbum de Public Enemy llegó mucho más allá del hip hop (la revista 'Mojo' llegó a hablar del «mejor grupo de rock and roll de la historia») e incluso estuvo cargado de implicaciones extramusicales por su dimensión política y reivindicativa. Chuck D, Flavor Flav y compañía lo mismo sampleaban a Slayer que introducían en sus canciones elementos de free jazz o música de vanguardia, en un alarde de producción que no ha envejecido un ápice.
The Pogues
Shane MacGowan es un elemento interesante, que parece esforzarse en mostrar al mundo su cara más monstruosa (feo, alcoholizado, con dentadura de película de terror) mientras compone algunas de las canciones más bellas de las últimas décadas, con letras que derrochan poesía y sensibilidad. Vale, este tercer álbum de su grupo también incluye 'Fiesta', el recuento etílico y caótico de su desmadre en Almería, pero en el conjunto se impone un lirismo celta, agridulce y nostálgico, que tiene su máxima expresión en el clásico 'Fairytale Of New York', a dúo con Kirsty MacColl. Lo de 'mejor canción navideña de la historia' quizá sea mucho decir, pero desde luego no es mala candidata.
Mecano
Resulta difícil sobrevalorar la importancia de Mecano en la música española de los 80. El trío de los hermanos Cano y Ana Torroja logró algo que parece imposible: gustar a un público tan heterogéneo que abarcaba a niños, padres e incluso abuelos. 'Descanso dominical', su quinto álbum, fue el disco español más vendido de 1988. De él se extrajeron seis sencillos, que sirven para avivar el eterno enfrentamiento entre los partidarios de José María Cano y los de Nacho: el primero firmaba 'No hay marcha en Nueva York', 'Mujer contra mujer' y 'El blues del esclavo', mientras que Nacho era autor de 'Los amantes', 'La fuerza del destino' y 'Un año más'. Un servidor, que en esto es muy parcial, va a votar con el vídeo.
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