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Desde que comenzó el confinamiento, Mikel Izal (Pamplona, 1982) ha estado regalando canciones a sus seguidores a las 20:30 horas. Eran versiones desnudas, a guitarra y voz, de temas de Izal o de sus comienzos como cantautor, que en plena crisis sanitaria han adquirido ... otro significado. El líder de la banda reúne ahora una veintena de ellas en 'Desde dentro', un álbum digital cuyos beneficios se destinarán a la Federación Española de Bancos de Alimentos (Fesbal).
–Dígame algo positivo del confinamiento.
–La parte positiva es echar de menos subirme a un escenario. Creo que echarse de menos es bueno, creo que revitaliza las relaciones, en este caso la relación con la música, mi profesión. Corremos el riesgo muchas veces de dar por hecho que lo que nos pasa es lo normal y dejar de valorarlo. Y ahora mismo, que de repente nos vemos privados de ejercer nuestra profesión, que más que nunca sentimos como una pasión y no como un trabajo, estamos valorando mucho más la suerte que tenemos de dedicarnos a ello.
–¿Qué trucos tiene para no caer en la rutina?
–Creo que es inevitable. Lo más sensato es buscar rutinas que te gusten, más que huir de ellas. Somos autónomos, sin trabajo fijo y al final tienes mucho tiempo libre. Yo estoy leyendo mucho, enganchándome a series, y descubriendo videojuegos extraños.
–Pues recomiende algunos títulos.
–He descubierto un videojuego que me parece una obra de arte, se llama 'Journey' y es de un estudio independiente. He alucinado con el lenguaje del videojuego, con la forma de comunicación que tiene… De libros, el último que he leído es 'El poder del perro', de Don Wilson, espectacular. Es una novela sobre narcos ambientada en la frontera entre México y Estados Unidos, muy interesante. Y estoy ahora mismo con 'El ferrocarril subterráneo', de Colson Whitehead, que trata sobre la esclavitud en el 1800 en EE UU y me está encantando. Y como serie pues estoy empezando 'Los Soprano' por segunda vez. Creo que la primera no le cogí el punto y le estoy dando una segunda oportunidad. Además hasta el viernes pasado estuve grabando una canción diaria, cosa que me ha hecho volver a disfrutar de tocar en casa, que es algo que no hacía después de hace muchos años porque lo último en lo que pensaba era en tocar la guitarra.
–Fruto de esas grabaciones acaba de publicarse 'Desde dentro'. ¿Pensaba que cristalizaría así?
–No. Grabar en mi casa fue algo espontáneo, desde el segundo día de confinamiento o así. Un montón de compañeros de profesión ofrecieron sus directos para entretener a la gente. Me gustó la idea y la hice a mí manera. Quizá por mi mentalidad cuadriculada y demasiado perfeccionista, preferí grabar las canciones. Los directos no me cuadraban demasiado, porque estás con el móvil y no da mucha calidad y pensé: «Grabo una canción con el miniestudio, con un buen micro y me la curro». En principio, no sabía si iba a grabar más. El caso es que grabé 'La mujer de verde', que está íntimamente relacionada con la sanidad porque se la dedico a una amiga mía que es médico. Lo que no sabía es que la gente estaba necesitando tantísimo distraerse, pero se conectaron casi 300.000 personas y en mis redes sociales eso no es nada habitual. Me planteé hacer una canción al día y algunos fines de semana descansaba, como para que hubiera una diferencia en mi vida los sábados y los domingos, algo psicológico (ríe). Y cada vez más personas me decían que después de que pasara todo esto les gustaría tener acceso a estas versiones con guitarra y voz, porque es verdad que son muy diferentes a lo que hago con Izal, conectas con ellas de manera distinta.
–Y ahí le dieron la pista.
–Quería que las canciones estuvieran disponibles para siempre y a la vez ayudar. Entré en contacto con la Fesbal y estaban desbordados. Todos estábamos hablando hace dos semanas o tres de las necesidades sanitarias, pero no habíamos pensado en que hay un montón de familias y personas que, a raíz de esta situación, sus ingresos han descendido y ya no llegan a fin de mes. Tienen mucha más gente que nunca pidiendo ayuda alimentaria. Uní los puntos y dije pues hago un álbum digital, con 22 de esas versiones, con un sonido lo mejor posible dentro de las circunstancias en las que ha sido grabado, porque también quería que se notara que era un micrófono delante de un tío con una guitarra. Estoy contentísimo. Lleva cuatro días siendo número 1 de iTunes y Amazon y eso significa que la gente ha entendido la iniciativa. Además, creo que les hace ilusión guardarse esas canciones que mucha gente entraba a escuchar a las 20:30 horas, que es cuando se publicaban. Son canciones que han formado una constante en estos meses tan extraordinarios que vamos a recordar de muchas formas.
–Han sido muchos los músicos solidarios en esta crisis.
–Sí, mi gremio ha estado a la altura de las circunstancias. Han regalado mucho sin pedir nada a cambio y hay que pensar que muchos compañeros viven al día. La profesión de la música es muy de batalla para el 95% de los músicos. Tienen que dar dos o tres conciertos semanales para poder pagar facturas y, sin embargo, son los primeros que, cuando pasa algo así, enseñan su trabajo gratis. Son personas que trabajan con las emociones y así lo demuestran. También creo que el Gobierno y los políticos de todos los colores y signos tienen que estar a la altura con ellos. No hay que dejar a nadie fuera. Ya se han empezado a dar pasos para proteger la cultura, pero se ha dejado fuera a mucha gente que no es tan visible como son los técnicos, backliners, conductores, managers… Son igual de necesarios.
–¿Estamos abocados a una etapa sin conciertos ni festivales?
–De momento, sí. Llegarán cuando sea seguro hacerlos. Tenemos que tener todos un poco de paciencia, aunque estemos deseando volver a la normalidad. No la nueva, sino la de siempre. Para llegar a esa, vendrá antes una nueva, con más medidas de seguridad. También creo que en las épocas de crisis el ingenio se agudiza y seguro que surgen nuevas formas de disfrutar de la música en directo, que quizá no sea la tradicional de agarrarte a tu colega y dar botes con la cerveza en la mano, pero ojalá surjan nuevas formas que satisfagan el alma y emocionen.
–¿Teme que el público coja miedo a ir a conciertos?
–No va a ser un miedo perpetuo. Claro que vamos a tener una época de transición, pero todo esto evolucionará. No es lo mismo vivir con una vacuna que sin ella. Se irán poniendo las cosas en su sitio, solo hay que tener paciencia y responsabilidad en este momento en el que empezamos a poder decidir si queremos ser buenos ciudadanos o malos y egoístas. Obviamente, no tenemos las libertades que teníamos antes pero nadie nos las está quitando, solo el virus. Es el momento de hacer sacrificios, pero no porque nos lo mande nadie, sino porque te has informado de cómo va esta historia y de lo que está sucediendo a tu alrededor y sabes que si no actúas de forma responsable alguien puede perder, no la libertad, sino la vida para siempre.
–¿Cómo se imagina los primeros conciertos?
–Me los imagino salvajes. Si ya lo eran antes, si ya nuestro público se volvía completamente loco, si un pabellón de 14.000 personas se convertía en un karaoke gigante, veíamos vídeos de felicidad pura… Pues imagínate cuando podamos repetir eso después de lo que hemos pasado. Recuperaremos el tiempo perdido y la alegría se triplicará y llenaremos el agujero que se nos ha abierto a nuestros pies de felicidad.
–A un grupo como Izal, ¿cómo le afecta un parón así?
–A nosotros todo esto nos pilla en medio del fin de gira. Queríamos cerrar con un show que se llama 'El final del viaje' y que estuvimos preparando durante cuatro meses y que además lo pudimos desarrollar en Granada, Barcelona y Zaragoza y fue increíble. Fue lo que habíamos querido que fuera, un show que nunca habíamos vivido, con unas dinámicas con el público que nunca habíamos sacado al escenario, un nivel audiovisual muy grande y muy trabajado… Estábamos en una nube, cuando el virus nos tiró de ella. Para un grupo como nosotros, que hemos tenido la suerte de vivir el milagro musical de que estos años tantísima gente haya venido a nuestros conciertos y llevemos cuatro o cinco años al máximo nivel… El milagro nos ha sucedido, pero el milagro es la excepción. No somos representativos de la vida de un grupo de música. Los grupos de música viven al día por lo general, los conocidos también. Esas bandas y sus equipos técnicos lo pasarán muy mal en estas circunstancias y van a ser meses de ingreso cero cuando no se pueden permitir un ingreso cero. Yo sí que haré un llamamiento para que cuando podamos asistir de la forma que sea a un concierto, a música en directo, que la gente se anime dentro de sus posibilidades. Y digo dentro de sus posibilidades, porque para casi todas las profesiones va a ser muy difícil esto. Mucha gente va a estar peor que antes. Pero creo que esa será la forma de salvar la música y de que sigan existiendo bandas profesionales y artistas que dedican su tiempo completo a la música.
–Estos días, ¿compone más o está más apático?
–Pues no estoy componiendo nada en absoluto. Habíamos decidido ya hacer un descanso de verdad, porque en diez años de grupo no habíamos descansado la cabeza y el cuerpo. Y por primera vez nos planteamos tener un descanso sin fecha concreta de vuelta, en la que yo tuviera que presentar las 15 o 20 canciones candidatas a un nuevo disco. Íbamos a darnos un gran abrazo y a decir: «Chavales, cuando nos aburramos de descansar nos vemos otra vez». Y tenía puesta la cabeza en ese descanso, ir algún sitio que no hubiera visto, vivir cosas nuevas, porque vivimos cosas increíbles, pero al final es una gira tras otra y las experiencias vitales son muy parecidas. Así que me venía bien ese descanso y en eso sigue mi cerebro, que se ha quedado esperando un final de gira que no llegará de momento, aunque sí más adelante, y ese descanso mental, pero no este limbo extraño en el que no descansas la cabeza.
–¿Qué echa más en falta?
–Todo. Las pequeñas alegrías del día a día a nivel social. Los miércoles en los que quedaba con mis colegas de siempre en Madrid para tomar unas cañas, abrazar a mi familia que está en Vitoria y aburrirme con ellos en una comida familiar (ríe), ver a mis sobrinas… La normalidad. Eso es lo que se echa de menos.
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