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Los cambios en la gestión de los festivales de música de La Magdalena han levantado una marejada organizativa que parece lejos de resolverse. Una parte de los promotores no tienen aún la seguridad de que vayan a celebrarse. Al menos no en su espacio habitual ... durante los últimos nueve años.
Mouro Producciones, propietaria de la marca Música en Grande no ha tirado la toalla a pesar de no haber resultado ganadores del concurso para celebrar por todo lo alto su décima edición. Tienen a los artistas en cartera y en estos momentos valoran la posibilidad de sacar el festival de Santander y realizarlo en otro lugar de Cantabria. Un asunto que ya están planteando a los patrocinadores del evento. Así, Alejandro Fernández o Pablo Alborán, actuarán con toda seguridad en Cantabria pero puede que no en Santander.
Estos dos ejemplos sirven para contemplar la posible pérdida de asistentes que supondría para Los Conciertos de la Campa (nueva denominación del festival) que coincidiría en fechas con ambos shows, tradicionalmente multitudinarios en Cantabria. Lo mismo ocurriría con la tercera edición del festival Hoky Poppi, planteado para el público adolescente y que ya no se celebraría en La Magdalena.
La concejala de Festejos de Santander, Lorena Gutiérrez, ha señalado ante esta posibilidad, que el Ayuntamiento «no puede ejercer ningún tipo de control o de influencia sobre la oferta cultural o de ocio del resto de municipios». «Estamos expuestos siempre a la posibilidad de que haya otros conciertos en otras localidades que 'compitan' con los que se celebran en Santander», ha añadido
Por otra parte, el pliego que definía las condiciones para la realización de los festivales de 2017 (y años anteriores) establecía el horario de cierre a las 5.00 de la madrugada. Uno de los aspectos que ha cambiado en el concurso resuelto la pasada semana.
En el punto 5 de las bases de licitación redactadas por el Ayuntamiento, consta que ningún concierto podrá comenzar antes de las 20.00 horas ni finalizar más allá de las 2.00 de la madrugada los viernes, ni más allá de las 3.00 horas en sábado, domingo y víspera de festivo. Dos horas menos de lo establecido previamente. «Se deberán respetar -indica- las necesidades derivadas de los cursos de verano que se realizan en el Palacio de la Magdalena por la Universidad Internacional Menéndez Pelayo». La traducción de este apartado es que junto a los 17.200 metros cuadrados que se destinan a los festivales se encuentra el edificio de caballerizas, que durante los tres meses de verano se cede de forma gratuita al personal e invitados de la UIMP. El sonido de la música a notables decibelios choca contra el descanso en el edificio.
Ese cambio, a priori, no demasiado relevante, puede complicar el balance económico de los festivales. La razón viene dada porque se limitaría en al menos dos horas la recaudación derivada de las barras, que junto a la venta de entradas, supone la fuente de ingresos para los organizadores. Además, este apartado choca con el recogido en las obligaciones del Ayuntamiento que deja «sin vigor» las limitaciones de ruido que sean necesarias para la realización del evento. Se dejan libres para la cuestión medioambiental, pero se recortan para no molestar a los «vecinos» de campa.
La limitación en el tiempo de uso de las barras, patrocinadas por marcas de bebidas, supone también una menor aportación por parte de las mismas.
Por otro lado, en el punto 4 de las bases de licitación se señala que el Ayuntamiento de Santander debe figurar como el principal patrocinador, figurando su logo en la cabecera y los laterales del escenario de forma visible y clara, algo que podría chocar con las condiciones de otros patrocinadores cuya aportación sea mayor. En materia protocolaria, el Ayuntamiento contará, como es habitual, con 100 entradas para cada uno de los festivales.
Entre las obligaciones de los adjudicatarios está la realización del evento autorizado ajustándose a la propuesta planteada. Un bucle complicado; el retraso en la adjudicación ha lastrado las contrataciones. Sin los acuerdos sellados, algunos nombres podrían caerse y los promotores no podrían cumplir este punto. Cabe mencionar que se repite una de las situaciones dadas en la edición de 2017, cuando el grupo Dorian actuó dentro de la programación del Música en Grande en lugar de aparecer en el cartel de su «hermano» de género independiente, el Santander Music Festival. Esta año ocurriría lo mismo con Vetusta Morla, banda indie por excelencia que aparece en la propuesta de La Campa y que, de mantenerse, supondría un descalabro para el segundo evento, que también tenía a la banda madrileña entre sus opciones destacadas.
Con la adjudicación de 1 año + 1 prorrogable, esto es, sin garantías de que al año siguiente vayan a poder organizar el evento y sin poder programar «a largo plazo», los ganadores del concurso deberán preparar el cartel y la propuesta para la edición posterior, que pueda llevarse a FITUR (mes de enero) como parte de la promoción municipal.
En conjunto, los promotores definen el pliego como «complicado» y el concurso como un proceso «largo y duro» que debería haberse resuelto mucho antes. Ahora, con el tiempo acechando y unos plazos muy limitados para obtener alternativas, si no hay soluciones, Santander podría perder parte de su oferta musical y enfrentarse a la competencia de otras ciudades.
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