

Secciones
Servicios
Destacamos
Compositor de 'La sinfonía del Descubrimiento', el granadino Miguel Angel Gómez Martínez (1949), hijo de músicos, es uno de los grandes directores de orquesta de ... la historia con más de medio siglo ya de trayectoria.
Debutó en Viena y a continuación actuó en Lucerna y Berlín, mientras en España se presentaba por primera vez en 1975, en el Festival de Música y Danza de su ciudad natal. A partir de ahí comenzó una carrera que le llevó a dirigir a las filarmónicas de Viena, Baviera y la Radio de Berlín, entre otras. Gómez Martínez ha sido invitado por algunos de los teatros de ópera más famosos y desde hace dos años ejerce como director titular y asesor artístico de la Orquesta Sinfónica RTVE. Con las partituras en su cabeza dirigió anoche a esta formación en la inauguración del Festival y conducirá las finales del Concurso Internacional de Piano de Santander este fin de semana.
–¿Un director de orquesta es un líder, un sherpa y un pedagogo a la vez?
– Creo que sí. Nuestro trabajo consiste en ayudar a la orquesta a aunar y concertar criterios artísticos, y esto lo conseguimos siendo una especie de 'guía' para todos los músicos que la componen. Para ello, además de un análisis y preparación concienzuda de las obras que interpretamos, necesitamos dotes y criterios de convicción, sin los que sería imposible llegar al resultado deseado. Por supuesto, la convicción se compone principalmente de razón, que a su vez precisa al 'saber'.
–¿Cómo se define como director?
– Pienso que mi principal característica es la de ser absolutamente fiel a la voluntad del compositor cuya partitura esté dirigiendo en el momento. Él es el verdadero creador de la obra y su 'único' dueño, por lo que añadir o eliminar alguna de las «órdenes» que nos ha transmitido a través de su partitura es un delito contra la propiedad intelectual, entre otros. ¿Quién mejor que el compositor sabe cómo debe interpretarse su obra? Desde luego ningún intérprete puede arrogarse tal pretensión. Y, ¿cómo podría ser posible que quien ha creado tantas obras maravillosas no supiese escribirlas con toda claridad y solvencia en su partitura? Interpretar conforme a las instrucciones del compositor no es fácil, por supuesto, por esta razón gran número de intérpretes optan por el camino fácil: interpretar conforme les resulta más sencillo, o simplemente imitar cualquier 'versión' famosa que, sin embargo, no respeta la obra. A este proceder, quienes lo realizan, suelen denominarle 'versión magistral' de la obra que ha resultado mutilada.
–¿El buen director es el que no se hace notar?
– Es aquel que es capaz de ayudar a la orquesta a conseguir una interpretación que, a través de la fidelidad a la propia obra, consiga llevar al público hacia una experiencia musical fuera de lo común.
–¿Entre los compositores y los integrantes de la orquesta, ejerce una labor de médium? ¿Uno debe ir más allá de la partitura?
–No considero correcto ir más allá de la partitura. Como decía mi mentor, el mítico Hans Swarowsky: «Un autor genial no necesita ayuda y un autor mediocre no la merece». Un símil en pintura sería pretender 'mejorar' un cuadro de, por ejemplo, da Vinci, pintando trazos sobre el lienzo, tal vez un bigote a la 'Mona Lisa', por que no?. Ignoro si alguien sería capaz de considerar una barbaridad así como 'ir más allá del lienzo' referido. Sobre el lienzo, tal cual fue creado por su autor se puede opinar lo que se desee, pero lo que no me parece excusable es trasgredir al lienzo, tampoco trasgredir a la partitura me parece nada encomiable, mucho menos creativo.
–En los ensayos, ¿hay debate, discusiones, confrontación? ¿La disciplina es la clave del vínculo?
–La disciplina es imprescindible para realizar cualquier trabajo artístico, máxime cuando se trata de un trabajo conjunto. Pero la disciplina no consiste en que el director exprese indicaciones con muy mal humor. Es posible conseguirla con una actitud amena y agradable para los músicos. De esa forma creo que se consiguen mucho mejores resultados. Al menos yo me comporto de ese modo. Provocar confrontaciones, debates o discusiones no es la misión del director, y no suelen producirse cuando son profesionales bien capacitados.
–¿Puede decirse que la dirección asume la totalidad del 'ser musical'?
–Sólo hasta cierto punto, ya que el director es el único músico que «no suena». Pienso que es un eslabón más en la cadena necesaria para que el resultado sea satisfactorio, o preferiblemente: excelente.
–¿Ha encontrado mucho divismo?
–Es curioso, pero normalmente cuanto mejor es un artista más sencillo es en su trato. Los así llamados 'divos', que se comportan como tales suelen ser normalmente artistas mediocres que necesitan de esa «pose» para darse importancia. Los que son verdaderamente magníficos no necesitan esa pose, porque su calidad es evidente, salta a la vista (o al oído, en este caso).
–Es casi obligada la pregunta. ¿Qué huella dejó Ataúlfo Argenta?
– Ataúlfo Argenta falleció cuando yo tenía 7 años, y a pesar de ello dejó en mí una huella imborrable. Cuando supe que había fallecido lloré como si hubiera perdido a mi padre. Para mí suponía siempre una enorme ilusión poder ir a sus ensayos en el Palacio de Carlos V de Granada cuando dirigía en el Festival Internacional de Música y Danza. Desde mis 3 años de edad no me perdía ni uno sólo de sus ensayos. Obligaba a mis padres a que me llevasen a presenciarlos y ello me suponía el acontecimiento del año. Creo que era un gran director de orquesta. Lástima que lo perdimos demasiado pronto. Mi criterio posterior ha sido lógicamente más crítico, pero considerando siempre su magnífica técnica.
–¿A qué le suena el mundo de hoy?
–Es el mundo en el que nos ha tocado vivir. Tiene, creo que como todas las épocas, sus virtudes y sus defectos. Las ventajas que nos proporciona la técnica de nuestros días son extraordinarias, pero quizá hayan insensibilizado a la humanidad, convirtiéndola en menos 'humana' de lo deseado. Una humanidad muy distraída que se vuelca al exterior con más asiduidad que hacia el interior, propio e histórico, con lo cual se pierde perspectiva y criterio. Hoy en día el poder del marketing es extraordinario y a veces produce «fenómenos» del arte que lo son a pesar de ser artistas de poca calidad que se convierten en «estrellas rutilantes» sin que sus méritos sean otros que «saber venderse».
–¿Cómo es el Gómez-Martínez compositor? ¿Ha quedado subordinado al director?
–Nunca quise abandonar la composición. Al principio de mi carrera tenía que aprender tantas obras rápidamente para reunir Repertorio que no me daba tiempo a componer, y eso que soy muy rápido creando. Cuando este período fue superado, pude dedicarme más a la creación y ahora tengo un catálogo no enorme, pero sí bastante amplio. La verdad es que considero componer como lo más grande que puede hacerse en Música. Es la verdadera creación. Todo lo demás es recreación, aunque al dirigir prefiero que se me considere un intérprete, porque interpretar es mucho más interesante que recrear. Para lo primero hay que tratar de eliminar la «propia personalidad», que uno tiene siempre a mano, para introducirse en la personalidad del compositor.
–Generalizando, ¿en el mundo de la música ha mejorado la técnica pero se ha perdido riesgo?
–Según qué técnica. La técnica de la dirección de orquesta no ha mejorado. Es más, echo de menos las facultades técnicas que tenían directores como Lorin Maazel, Claudio Abbado, Zubin Mehta…. Por no hablar de Bruno Walter, Erich Kleiber o Richard Strauss. Sí ha mejorado la técnica de los instrumentistas, lo que les faculta para tocar muchas notas cada vez en menos tiempo, y a velocidades vertiginosas. Pero tanto hoy en día como en todas las épocas, los verdaderos artistas no dependen de una técnica virtuosa y depurada, que sin embargo es imprescindible para que ese 'ser artista' llegue a ser notorio. Esos enormes avances técnicos no nos han traído mejores artistas sino, en la mayoría de los casos, mejores «mecánicos» de la música.
–Hoy se ha perdido claramente el valor de escuchar. ¿Eso se nota también en la música?
–Se han perdido muchos valores, no sólo el de escuchar. Aún así, y tratándose de un mal universal, tengo la tristeza de que en España se escuche poco. Con lo mucho que se aprende cuando se escucha a quien sabe, esta es una grave pérdida. Naturalmente, también en la música se da este fenómeno, pero por suerte, cuando un concierto o una ópera comienza, el público no tiene más remedio que escuchar, aunque en unos casos sea con más y en otros con menos atención. Se necesita la atención si se quiere comprender y apreciar al escuchar.
–¿El mundo de la ópera ha caído en el efectismo para ganar nuevos espectadores?
–Si a lo que producen algunos directores de escena se le llama efectismo, el efecto que consiguen normalmente es el contrario: están ahuyentando a la mayoría de los espectadores de teatros del mundo. Recuerdo la época en que había que reservar las localidades para teatros de ópera con dos meses de anticipación. Desde hace unos 15 años se encuentran localidades con gran facilidad todos los días en la mayor parte de teatros, incluso cuando cantan 'estrellas'. Muchas veces hasta se venden entradas al 50%, o se regalan las muchas entradas vacantes. El público, en su gran mayoría, no desea ver las aberraciones que algunos directores de escena están presentando sobre el escenario. Pero cuidado, no vaya a interpretarse esta opinión como una oposición a las creaciones contemporáneas, porque existen nuevas creaciones escénicas de una altísima calidad artística que merecen toda mi admiración y apoyo. 'Aberrantes' son aquellas que reúnen una baja calidad artística con un grosero mal gusto que me parece completamente innecesario.
–¿Considera que el público español ha evolucionado?
–En ciertos sentidos, sí. El caso es que cuando ha habido verdadera calidad, el público ha reaccionado siempre en correspondencia. Ahora y antes también. Pero, eso sí, el público es también fácil de engañar. A veces toman por bueno algo que no tiene el valor suficiente, si es apoyado convenientemente por ciertas 'mafias' de la opinión.
–¿Qué opina de la polémica sobre la fusión del Teatro Real y la Zarzuela?
–Creo un acierto que no se haya llevado a cabo. Con esa fusión sólo se hubieran conseguido perjuicios para el Teatro y el Género de la Zarzuela, sin que por ello el Real hubiera obtenido ningún beneficio, ya que sus problemas no parecen resolubles mediante una fusión con otro teatro.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.