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Escritura sin ánimo de canon. La verdad de uno y la de los demás. El aprendizaje de la palabra crítica. El obrero de las letras edificó una literatura como instrumento de cuestionamiento y de conocimiento, fraguado en su particular visión del mundo. Escribir para desasosegar. ... Cosechar palabras, recobrar conciencias. Una novela de ideas que se adentra en las entrañas de la condición humana. El Centenario del autor de 'Memorial del convento' (16 de noviembre de 1922, Azinhaga, 18 de junio de 2010, Tías) cuya efemérides se ha cumplido este pasado miércoles, es uno de los más activos que se recuerdan. Pilar del Río, periodista y presidenta de la Fundación que lleva el nombre del autor luso, traductora de sus libros y su esposa desde 1988, es la principal garante de su legado y durante 2022 no ha parado de viajar por todo el mundo para celebrar su literatura. Santander y Santillana del Mar fueron ya objeto de sendos actos con la periodista como protagonista. Y el cántabro Fernando Gómez Aguilera, autor del artículo que retrata a Saramago en este suplemento, también mantiene viva la llama literaria del Nobel.
'La intuición de la isla. Los días de José Saramago en Lanzarote' (Impronta editorial) con ilustraciones de Juan José Cuadrado y prólogo de Gómez Aguilera es uno de los frutos de ambos durante este año conmemorativo. «Cuando leemos a Saramago somos muy grandes porque nos traspasa su inteligencia», aseguraba Pilar del Río este verano tras su participación en Felisa. Ella quizás dejó sellada en El Diario la verdadera definición y sentido del Centenario del autor de 'La balsa de piedra': «Que la literatura sea noticia. 'Saramago 100' es una disculpa para que la cultura tenga titulares». Y una invitación a leer y sentirse cómplices de su palabra: «'Ensayo sobre la ceguera' está bastante cerca de nuestro mundo actual, esos 'ciegos que, viendo, no ven'. Pero también nos dejó 'Ensayo sobre la lucidez', que son jóvenes que, viendo, saben que pueden cambiar». Gómez Aguilera, por su parte, volvía esta primavera a la escritura del maestro con 'El pájaro que pía posado en el rinoceronte'.
El poeta y ensayista de San Felices de Buelna escribe: «Al carácter específico de su narrativa se agrega, asimismo, el latido poético que desprende su prosa, la voluntad de impugnación y disputa de sentido que despliegan sus planteamientos anclados en la determinación de examinar, cuestionar y evidenciar la realidad y el ser humano, además del empleo de un narrador enjundioso que gobierna el texto y canaliza la identidad del autor». El también director de la Fundación César Manrique de Lanzarote añadía estas 'Lecturas saramaguianas', a otros títulos suyos como 'La consistencia de los sueños' y 'José Saramago en sus palabras'. Quizás en uno de los momentos más vibrantes del Saramago escritor, que denuncia y deja a la intemperie al mundo, visitó Santillana del Mar. Era 2007, con motivo del foro Lecciones y Maestro de la UIMP y la entonces Fundación Santillana.
En la Torre de Don Borja el autor de 'El año de la muerte de Ricardo Reis' arremetió contra esa «enfermedad de nuestros días que consiste en etiquetar todo»; aseguró que «todos tenemos motivos para decir y creer que el mundo es un horror», aunque «todo es objeto de cambio», y confesó que en ocasiones cuando oye hablar a los demás de su obra le parece que no es suya, incluso dijo llegar a «sentirse intimidado» ante sus propias novelas. El Nobel dedicaba entonces su reflexión en voz alta a diseccionar la falacia de «eso que llamamos democracia y no lo es». Tras su mirada crítica con la que sentenciaba que «los gobiernos son los comisarios políticos del poder y del sistema económico», sus palabras alertaron con intensidad y lucidez: «Es hora de aullar para parar la carrera hacia el abismo». La lección nació en «la pregunta más banal del mundo, esa para la que no encuentro respuesta: Qué estoy haciendo yo aquí». Saramago expresó su interrogante desde el convencimiento de que «vivimos con una terrible mala conciencia; sabemos con cada célula de nuestro cuerpo que no deberíamos vivir así, que el mundo es un horror y no nos damos cuenta de que todo eso se puede cambiar». Hoy sus palabras, como sus libros, mantienen intacta su fuerza para mirar, disentir y nombrar las pequeñas grandes cosas.
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