Una «novela sin ficción» tras la huella de la emigración española

El sueño indiano se derretía en una época dura para España. Las grandes casas de los pueblos de quienes volvían eran una excepción entre los miles que iban a trabajar sin descanso toda su vida, y que no volverían «Mientras hubo emigrantes que se centraron solo en superar sus carencias materiales, otros vieron su nueva vida como una oportunidad de mejora a través de la educación, un espíritu que debería mantenerse», sostiene Fraga. «Mi primer ordenador personal me lo regaló a los 13 años mi abuela y soy muy consciente de que mi generación, mis primas y yo, fuimos los primeros en acceder a la universidad gracias a los sacrificios migratorios de mi abuela y mis padres. Es algo que no quiero ni puedo olvidar ni dejar de agradecer».

La familia del zapatero remendón cuya huida desencadena la trama con un recorrido incansable por el siglo pasado, hace escalas en ciudades como Caracas, Buenos Aires y Londres. ¿Qué queda de aquello? «Una memoria que a veces traicionamos», dice Fraga.

-¿Qué huella profunda queda, entonces, de esos emigrantes?

-Las casas de indianos encarnan la materialización del sueño del retorno triunfal del emigrante, pero a mí me emocionan más las escuelas y sociedades educativas que fundaron en sus lugares de origen, movidos por el ideal de paliar en sus convecinos la miseria y falta de instrucción. Mi abuelo, mi padre, mi madre y mis tías, y yo mismo, pasamos por aulas que se construyeron en Betanzos al amparo de la fortuna que amasaron en Argentina los hermanos García Naveira y de la que dedicaron parte a promover obras sociales.

-¿Hay una memoria en España de los tiempos difíciles?

-Las dificultades que tienen muchos emigrantes para votar, como se ha visto recientemente, es una de ellas. Otra, la falta de empatía con aquellos que llegan a España en unas condiciones no tan distintas de quienes tuvieron que marcharse de aquí hace apenas unas décadas. Puedes percibir en muchas actitudes actuales en torno a los inmigrantes una herencia del discurso hipócrita hacia los emigrantes del franquismo, que, por un lado, despreciaba a los «españolitos pobres» a quienes no les quedaba otra salida que irse, mientras que, por otro, se aprovechaba de sus remesas de divisas. Visto así, la emigración es un fiel reflejo de la lucha de clases.

-¿La ficción, como dice el tópico, sirve para contar mejor la realidad?

-'Virtudes (y misterios)' se adscribe a eso que podríamos llamar «novela sin ficción». Los recursos propios de la novela, independientemente del grado de ficción que contenga, son herramientas idóneas para hacer aflorar esas verdades: apelar a las emociones y conmover, lo que no debería confundirse con sensiblería o sentimentalismo. A mí me sirvieron para abrirme camino entre la maraña de silencios, equívocos y olvidos de mi historia familiar, y tratar de darles un sentido a través de la narración, aunque, como ya apunto en el propio título, algunos misterios permanecen.