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Novelas de playa a 5 euros
SOTILEZA

Novelas de playa a 5 euros

Un paseo de lector entre libros por una Feria que siempre propicia descubrimientos y curiosidades

Viernes, 12 de agosto 2022, 07:14

Por regla general –y por pura lógica, claro–, los libreros son más de tierra firme que de playa. Al menos, la veintena que cada año, en agosto, plantan sus reales en la plaza de Farolas y ofrecen su mercancía a viajeros y estables. Pero lo que de verdad les gusta, como a los abonados de sol en la Feria de Santiago, es que salga el día nublado.

Todos sabemos, sin embargo, que no sirve de nada luchar contra los elementos, y que si la vida te manda limones, a treinta y tantos grados a la sombra, lo mejor que puedes hacer es… unirte a ellos. Así que este año en la Feria del Libro Viejo de Santander hemos descubierto un nuevo género literario: las «novelas de playa».

Y es que sabíamos de las novelas de evasión –que no, no tienen nada que ver con Papillon o el Lute; se trata de evadirse de la realidad, no de la cárcel–, de las novelas románticas, de las fantásticas y hasta de la literatura de quiosco, pero la elección de una bibliografía específica para leer en un lugar tan concreto como una toalla extendida sobre la arena se antoja una pequeña genialidad del reclamo publicitario.

Eso sí, a poco que uno afine ese alma de filólogo que todos, o casi todos, llevamos dentro, enseguida el espíritu científico le llevará a la gran pregunta: ¿Qué se lee en la playa? ¿Algo radicalmente distinto a lo que se pueda leer, por ejemplo, en la montaña? ¿O en el banco de un parque? ¿Algo diferente a lo que lees en el salón de tu casa?

La respuesta de la librería Cajón Desastre está sobre la mesa, literalmente. En concreto, en una de esas 'islas' que parecen desprenderse de la caseta, una especie de expansión del puesto pero con vocación popular, al estilo de las librerías de los países nórdicos, que salen al encuentro del paseante con los cajones de saldos ubicados a la puerta de la tienda.

Varias personas se detienen en las casetas de la Feria del Libro Viejo, en la Plaza Alfonso XIII, donde se encuentran todo tipo de ejemplares. Alberto Aja

Pues bien, sobre la mesa de esta librería berciana nos encontramos una propuesta variopinta y nada fácil de sistematizar: tiene su poquito de bestsellers de otras temporadas –'Caribes', de Alberto Vázquez Figueroa, 'Laberinto' de Larry Collins–, su ración de 'longsellers' de amplio espectro –desde 'El club Dumas' de Arturo Pérez Reverte a 'Sefarad' de Antonio Muñoz Molina–, hasta obras originales cuyas adaptaciones al cine tuvieron mucho más recorrido, como 'En busca del fuego', de H. Rosny –en realidad, dos hermanos belgas–, pasando por el ensayo histórico-biográfico de muy variado pelaje. Es decir, que no es lo mismo el 'Hernán Cortés' de Salvador de Madariaga que el 'Garzón' de Pilar Urbano. Como tampoco es comparable un ejemplar camuflado entre tantos otros, tal vez la cubierta más hermosa de toda la feria: la que Antoni Tàpies diseñó, rojo sobre blanco, para las memorias de Pablo Neruda, publicadas en 1974 por la entonces naciente Biblioteca Breve de Carlos Barral. Nada es comparable, pues, y sin embargo todo en esa mesa se iguala justo por donde más duele: el precio. Aunque, tal vez, en este caso no proceda hablar de 'dolorosa', ya que tan solo cuestan cinco euros. ¿Que en unos casos es una ganga y en otros un atraco? Podríamos acogernos a aquello del «sobre gustos no hay nada escrito» pero, al final, solo es una cuestión de mercado. Y ¿quién conoce mejor a los lectores que un buen librero?.

Claro que los playeros no son la única opción libresca de esta feria con solera. Nos lo cuenta Héctor Torres, librero valenciano que este año debuta en Santander: «Es de las mejores del país», asegura. Él no ha traído libros de playa, sino un fondo bastante cuidado en el que destacan algunos ejemplares valiosos, con tres dígitos en el precio. Como sus paisanos de El Asilo del Libro o Al Tossal, ya unos clásicos en esta cita. Y es que son muchos los que repiten, como la Librería Anticuaria Mundus Libri, de Salamanca, o la bilbaína Librería de Lance, aunque Gerarda Porrúa nos explicaba su secreto: ser originales; «no podemos traer siempre lo mismo y contar la feria de la misma forma». Como originales son Los Libros del Reino Secreto –¿quién más iba a poner un negocio en la «calle Muerte y vida, número 1» de Segovia?–, que esta semana seguro que le han arrancado una sonrisa al Premio Nacional de las Letras, invitado de los Martes Literarios, José María Merino: su librería toma prestado el nombre de uno de sus títulos más emblemáticos.

Varios expositores se han instalado se han instalado fuera de las casetas, en el centro de la plaza. Alberto Aja

Desde Barcelona, Litoral ha traído una selección de su enorme catálogo –más de veinte mil títulos– donde destacan ediciones príncipe de nuestra literatura y «en general toda clase de libros antiguos, curiosos y agotados». Desde Madrid vienen Librería Utopía, Madrid Books y Recuerdos de Papel con una propuesta muy moderna, centrada en el coleccionismo y con mucha oferta de cómic y novela gráfica.

El pabellón cántabro vuelve a estar representado por Antuñano Más que Libros, Carmichael Alonso Libros, Asunto Tornasol y Librería de Viejo Roales. En estas destaca el fondo local, con especial atención a los poetas cántabros y los trabajos históricos. Y un pequeño rincón para José Hierro, en el año de su centenario.

Libros hay, por tanto, muy variados, aunque no todos sirven para la playa. Y menos los que protagonizan el rumor que corre de caseta en caseta: que el director de una importante fundación de un poeta del veintisiete, está haciendo compras importantes. Él seguro que no quiere ni un grano de arena entre las páginas.

El sol declina en el horizonte y los bañistas vuelven de la playa; con la tregua del termómetro curiosean entre los ejemplares, quién sabe si buscando algo que leer al día siguiente sobre la toalla. Y, por fin, el misterio del nuevo género, el de las «novelas de playa», nos lo aclara José Manuel Suárez, el librero ponferradino que está detrás de los carteles: «Es una manera de publicitar las novelas a buen precio. ¡Ahora el marketing es todo!». Su negocio está especializado en «libro popular», así que conoce de sobra qué funciona y qué no con los lectores. Y el reclamo resulta de lo más efectivo: «la gente se tira al letrero y luego siempre se lleva algo, una novela histórica, o romántica… y lo mejor es que lo acaban leyendo en la playa, por lo que me dicen. Aunque lo más curioso es que muchísima gente le saca una foto al cartel, en vez de a los libros. ¡Y eso que yo rotulo fatal!».

En fin, que no sabemos qué se llevará el bañista de sol esta semana para leer en Mataleñas, en El Sardinero o en Peligros, pero lo que sí está claro es que cada lector siempre va a encontrar un buen libro que llevarse a donde más le guste leerlo.

El Puerto en papel

Obras que se pueden contemplar en la exposición 'De San Martín de Bajamar al Barrio Pesquero'. Alberto Aja

El vasto mar es el protagonista» escribió Gerardo Diego en 'El mar', un poema dedicado a ese «amplio mar, titán infatigable», que «modula sin cesar la triste estrofa de su eterna canturía». Un poema recogido en su particular canto de amor a la tierruca, 'Santander, mi cuna, mi palabra', publicado inicialmente en 1961.

El poema fue seleccionado, dos décadas más tarde, por la Editorial Hispánica de Bibliofilia para aparecer en su colección 'Renacer gráfico', unas cuidadísimas carpetas de artista en las que colaboraban grabadores y escritores. En esta ocasión, el artista cántabro Joaquín Capa aportaría doce aguafuertes para ilustrar el poema de Diego. Se imprimieron tan solo doscientos veinticinco ejemplares, pero apenas salían dos centenares a la venta. Casi cuarenta años más tarde, cada uno ha alcanzado un valor en el mercado de unos mil cuatrocientos euros.

Y este agosto uno de esos libros de artista preside la exposición de la carpa central de la Feria del Libro Viejo de Santander, en una edición dedicada especialmente a la Bahía, la ciudad y el Puerto –que este año celebra su ciento cincuenta aniversario como institución independiente– como nexo de unión entre ambas, que no frontera.

La muestra, ya un clásico en esta feria, ha sido seleccionada y organizada por el librero y director del evento, Paco Roales, y no aporta tan solo fondos bibliográficos, sino que ha optado por materiales mucho más diversos, recreando todo o casi todo lo que un lector o un coleccionista puede encontrar en una librería de viejo: fotografías antiguas, tanto del puerto como de barcos, planos cartográficos, pisapapeles, mapas, fotografías aéreas, carteles, derroteros, revistas, álbumes para niños y… libros, por supuesto, muchos libros.

Uno de los más llamativos es, en realidad, una publicación periódica, 'La Revista de Santander', un ejemplar de 1930, abierto de tal modo que hace coincidir a Concha Espina y al poeta del mar, José del Río Sáinz, 'Pick', que nos habla de 'Las regatas y el pueblo'. Un poco más allá, la Sotileza de Pereda, en edición de los años cincuenta, posa con traje de pescadora, falda roja y pañuelo verde incluidos. Debajo, 'Los raqueros', también de Pereda, se echan un cole junto a 'La venus de barro', de Riera Ganzo. Aún más abajo nos esperan los 'Tipos populares santanderinos' de Rafael Gutiérrez Colomer, tantos de ellos ligados al mar por oficio y tradición. Y al fondo de este mar de títulos, Pachín González nos vuelve a contar el incendio de 1941, aunque otros libros más lo analizan en detalle.

Las 'Costas y montañas' de Amós de Escalante, las novelas populares como 'Parrocha' de José Alonso Gutiérrez o las 'Tochás' de Ladislao del Barrio, 'Un valle en el mar' de Concha Espina completan el capítulo de novelas. La poesía tiene su espacio con José Hierro, Jesús Cancio, Matilde Camus, Marisa Campo, Alejandro Gago o el cancionero de Gabino Sinde.

Luego hay espacio para diversos callejeros, guías y folletos turísticos, con el encanto de lo añejo, antes de dar paso a los estudios históricos, entre otros a cargo de José Simón Cabarga o José Luis Casado Soto y las publicaciones institucionales, entre las que destacan las cuidadísimas ediciones al cuidado de Carlos Limorti, para la Autoridad Portuaria.

Aunque el libro más importante está casi escondido: un poemario de Vladimir Maiakovski, abierto por el poema 'España', donde reflejó su visión de la ciudad desde el mar en 1925. Precisamente este texto ha dado origen a una de las sorpresas más gratas de la Feria: la publicación de '6 relatos portuarios', una iniciativa de Paco Roales, editada por la comisaria artística Lidia Gil.

El libro reúne en cien páginas media docena de relatos y otras tantas ilustraciones, que van recreando las diferentes zonas portuarias dentro de la ciudad: Ana García Negrete y Alfonso hablan sobre Bajamar, con un emocionante recuerdo para Casado Soto. Raúl Real y Marta Valledor idean una pieza teatral tan surreal como submarina en Puertochico. El Muelle es el territorio de Jesús Ruiz Mantilla, que dinamita una de las fronteras invisibles de la ciudad, con la ayuda de Abel Cuesta, quien ante las negativas para permitirle el acceso al puerto decidió ilustrar una frontera bien visible: la puerta que cierra el paso al Puerto. La zona de la Estación Marítima sirve de escenario a Nuria Labari, e Ishara Solís presenta una imponente ferry, que parece a punto de convertirse en un edificio más de la ciudad. El Pesquero, con texto de quien suscribe, es reinterpretado gráficamente por Carmen Gutiérrez Somavila, en un curioso ejercicio de transcripción emocional al plano cartográfico. Finalmente, Paco Roales dialoga con Maiakovski y deja constancia gráfica con una composición minimalista, de ecos vanguardistas rusos.

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