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Benjamín Prado (Madrid, 1961) se define como «un gitano vocacional lleno de supersticiones». Más bien «manías» como le corrige su mujer. El autor, siempre poeta, que también escribe novelas, libros de aforismos, ensayos y, sobre todo junto a Joaquín Sabina, letras de canciones, asegura que ... le gusta «meterse en camisas de once de varas» y en cualquier otro proyecto que le permita aprender. Estos días está en Santander, la tierra de su esposa, una ciudad a la que adora y en la que atiende a El Diario Montañés para hablar de su última novela, 'Todo lo carga el diablo' (Alfaguara) publicada el pasado mes de octubre y protagonizada por Juan Urbano que investiga sobre tres deportistas españolas que en 1936 acudieron a los Juegos Olímpicos de Invierno celebrados en la Alemania nazi.
- Esta la quinta entrega de la serie protagonizada por Juan Urbano.... Parece que no puede desprenderse de este personaje.
-Pues no. Le he tomado tanto cariño que cuando empecé la serie y dije que iban a ser diez entregas me parecía un poco extremo y ahora que ya estoy en el ecuador empiezo a ver este empeño con un optimismo próximo al de las vacunas y me preguntó que haré si me apetece escribir más.
el covid
-Cada lector tiene su propia visión del personaje. ¿Cómo le ve el autor?
-Creo que el personaje ha cambiado mucho desde la primera novela. En esta entrega, por ejemplo, estamos ante un Juan Urbano muy enamorado y volcado en Isabel Escadón, quien por cierto lleva el nombre de la abuela de mi mujer que era la dueña de la casa a la que yo vengo a Santander. Me gusta gastarme a mí mismo la broma de convertir personas reales en personajes de ficción. Y me encanta ver tan enamorado a un Juan Urbano que al principio de la serie clamaba que el roce no hace el cariño y que solo hace rozaduras.
-Muchos ven en él a su alter ego.
-No, yo soy mucho más guapo (ríe). Cuando escribes novelas tienes que intentar que los protagonistas no se parezcan a nadie en concreto. Un personaje de una novela siempre es una muñeca rusa que lleva dentro otros más pequeños para conformar un tipo de persona. Un anclaje que simbolice lo que alguna gente fue en algún momento y en algún país del mundo. Y de eso trata esta serie de recuperar algunos episodios de nuestra Historia y personajes con los que yo creo que no se ha hecho justicia.
-En este caso sus protagonistas son tres deportistas españolas que en 1936 participaron en las Olimpiadas de Invierno. Dos son reales, la tercera no. ¿Cómo llegó a ellas?
-Pues como se llega a todas las partes, por curiosidad. De Margot Moles tenía referencias. Era la gran atleta republicana que batió récords y una pionera de los derechos del feminismo. De la que no sabía nada y fue para mí el gran descubrimiento fue Ernestina Maenza.
-¿Qué descubrió?
-Ambas deportistas que participaron en nada más y nada menos que las Olimpiadas nazis habían sido exterminadas de la Historia de España tras la República y no me extrañó en el caso de Margot Moles por su ideología, pero Ernestina era una señora de derechas, muy conservadora, partidaria incluso de la sublevación militar y casada con Enrique Herreros un escritor del régimen franquista. No podía entender que sus méritos no constaran, hasta que vi un reportaje de Javier Rioyo sobre su marido y en él que tampoco salía nada de ella. Le pregunté por qué y para mi sorpresa me respondió que fue la condición que le puso su hijo para poder hacer el documental. Así que, como hubiera hecho cualquier otro novelista, pensé que si no quieren que se cuente nada será porque la suya es una gran historia.
las redes sociales
-En esta entrega Juan Urbano ha vuelto a dar clase de lengua y literatura en un instituto. ¿Qué cree que pensaría de la Ley Celaá?
-Me parece que es un fracaso democrático que en este país no se haya llegado a un consenso en el tema de la Educación que para mí es el más importante de todos. Creo que ninguna frase ha hecho tanto daño a las sociedades modernas como aquella de James Carville '¡Es la economía, estúpido!'. Ahora con esta pandemia es un buen momento para recordarla. Pues no, estúpido, es la sanidad, la educación, la cultura, el cuidado de los mayores... La economía tiene que estar al servicio de las personas y no al revés. Es muy triste que en un país con un bagaje cultural tan grande como el que tiene España nuestros alumnos ocupen siempre lugares de cola de Europa y creo que eso debería de preocupar más a nuestros gobernantes que otras estupideces como la Casa Real.
-Hablando de la pandemia. ¿Cómo ha afectado a la publicación de esta novela?
-Este libro, que está escrito mucho tiempo antes, es también un homenaje a la gente mayor y lo que ha pasado con ella durante esta pandemia me parece una de las mayores atrocidades que he vivido. Espero que lo que se ha hecho con los mayores en algunos lugares, como en Madrid, acabe cuando menos en un juzgado. Es terrible parece que parece que los mayores molestan.
-¿Qué reflejo ha tenido en su gremio?
-Por lo que respecta a la cultura le pido a la gente que no se acuerde Santa Bárbara solo cuando llueve. La Cultura ha estado ahí durante todos estos meses de forma desinteresada. Me gustaría que la gente no olvide que cuando abres un libro estás como mínimo en dos sitios a la vez y durante el confinamiento, los libros nos han permitido viajar a otros lugares.
-Le vemos muy a gusto con las novelas y escribiendo canciones. ¿Ha abandonado ya la poesía?
-No, la poesía es la que le abandona a uno. Viene cuando ella quiere y no se la puede forzar. La diferencia entre escribir una novela o un poemario está en que con la primera puedes hacer un trabajo de oficina, sentarte todos los días a trabajar cinco o seis horas y siempre te sale algo, un párrafo o tres páginas. En cambio a la poesía es difícil obligarla. En 2021 publicaré un libro de poemas y esta vez es una alegría porque en vez de tardar ocho años en hacerlo como en el anterior he tardado solo siete. (Vuelve a reír) También te digo que escribir novelas es muy divertido. Yo me lo paso muy bien y encima aprendo mucho. Las novelas me dejan satisfecho cuando salgo de ellas sabiendo muchísimo más que cuando las empecé. Ni se imagina lo que he aprendido de deporte con 'Todo lo carga el diablo'.
-¿Está trabajando en algún nuevo proyecto musical?
- Siempre estoy escribiendo alguna canción porque los cantantes son muy pesados y no me dejan en paz. (Más risas) Sí, algunas cosas saldrán en este nuevo año. En verdad me divierte y aparte de las cosas inevitables que hago con amigos, me gusta hacer otras cosas que me enseñen algo, como cuando hice un disco con Amaia Montero porque quería saber qué era una diva pop. Así que este año saldrá alguna cosa y creo que a muchos les va a sorprender que yo ande por medio. Pero me encanta ponerme camisas de once varas.
-Los viejos rockeros nunca mueren, ¿los poetas sí?
-La clave está en la palabra viejos. Los años pasan para todos y para mí de una manera inverosímil. Tengo la sensación de que hace diez minutos tenía veinte años. Pero no es así. Y ya estoy en esa edad en la que me doy cuenta de lo importante que es disfrutar de la vida porque se acaba muy pronto.
-Es muy activo en twitter, ¿qué encuentra en las redes sociales?
-Lo mismo que fuera. Gente que me gusta, positiva, que disfruta con los libros, y también la misma gente que me desagrada fuera, que insulta, que chilla y que no respeta a los que piensan de otra manera. Pero twitter tiene una ventaja que no tiene la vida real y es que se puede bloquear a los imbéciles. O silenciarles. Las redes sociales me parecen una ventaja porque en mi mundo han servido mucho durante el confinamiento.
-Siempre escribe en tinta verde. ¿Alguna otra manía?
-Tengo manías para llenar El Sardinero. Soy un gitano vocacional muy supersticioso y, entre otras cosas tengo que entrar siempre por la escalera o la puerta que está más a la izquierda. No puedo salir a la calle sin los cordones de los zapatos perfectamente alineados... Siempre tengo que escribir cerrado con llave... ¿Quiere que siga?
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