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Confrontar, asociar y dialogar sus figuras y trampantojos, sus miradas aparentemente opuestas, pero también sus complicidades, puntos de fuga y de encuentro es una de las señas de identidad de una singular propuesta expositiva para el otoño santanderino. La confluencia en un mismo espacio ... de dos creadores y otros tantos estilos, que representan a generaciones distantes en la superficie: Roberto Orallo y Okuda. La iniciativa parte de la aún joven sala expositiva santanderina, Balta Gallery, nacida el pasado verano en la ciudad. Espacio que inició su andadura en la capital cántabra con una exposición individual de José Manuel Ciria, uno de los grandes pintores europeos. La nueva galería de la empresaria lituana Jurate Sodeikiene da un segundo paso y el espacio ubicado en la intersección de las calles Lope de Vega y Valliciergo, inaugura el próximo viernes 11, a las 19.30, esta iniciativa.
Los dos artistas santandeirnos, Roberto Orallo y Óscar San Miguel, Okuda, abren diálogo «entre generaciones y estilos, pero con muchas convergencias y muchas más complicidades».
Orallo, 1947, y Okuda, 1980, han compartido desde posiciones, técnicas, materiales, lenguajes y perspectivas diferentes una mirada creativa que implica lo público y el arte urbano, con proyectos no exentos en muchos casos de polémica. En 1988, cuando Orallo intervino la torre del entonces Rhin del Sardinero, hoy restaurante Maremondo, se vivió un escándalo aún mayor, si cabe, del que desató, en 2020, la intervención de Okuda en el Faro de Ajo. La pionera acción de Orallo fue el resultado de una propuesta de la galerista Coco Piris, que seleccionó varios proyectos y los sometió a votación popular en el Museo de Arte Moderno de Santander. El proyecto de Orallo fue el ganador, y hoy, esa primera intervención en la calle santanderina es inseparable de la imagen del Sardinero. Por su parte, desde el mismo anuncio del encargo a Okuda de pintar el Faro de Ajo, una obra titulada no casualmente Cantabria Infinita, se desató una agria polémica, pero hoy el edificio portuario y las casetas intervenidas constituyen un atractivo turístico. Una de los últimas creaciones de Orallo, el Monumento a la Batalla de Flores de Laredo, a modo de escultura pictórica, también propició el debate.
Okuda, artista polifacético que ha ganado su puesto en el arte internacional arrancando del muralismo urbano, y antes, de aquellos graffitis clandestinos o casi clandestinos, pinta sus murales, exteriores o interiores, por todo el mundo. La Nueva Mona Lisa, de París, la cúpula y muros de la iglesia desacralizada del Cannabis, en Denver, o los muros interiores de la igualmente desacralizada iglesia de Llanera, en Asturias, entre muchos ejemplos. Y Orallo, desde que en 1981 pintara el mural para Casa Ajero, tampoco ha dejado de realizar esas intervenciones. Y obra suya hay en Valdecilla, en el Instituto de Santa Clara o en la cúpula y muros del Palacio de Soñanes, en Villacarriedo. Ambos, desde otro ángulo, han afrontado en sus respectivas trayectorias trabajo más intimistas y de estudio.
Además destaca otro vínculo: Okuda llama a Orallo 'el profe', porque fue su primer maestro de dibujo y pintura. Y desde entonces les une una relación de «cariño, amistad y mutua admiración La del discípulo al maestro, y la del maestro que ve crecer y triunfar al discípulo».
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