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«Daniel Alegre es la figura clave, por su personalidad, su magisterio y su obra, de la escultura de principios de siglo en Cantabria». La ... sentencia del crítico y escritor Gabriel Rodríguez, colaborador de El Diario, pertenece al libro-catálogo 'La escultura en Cantabria: de Daniel Alegre a nuestros días', que editó hace casi un cuarto de siglo la Fundación Botín. Salvo excepciones como esta referencia, la figura del escultor ha permanecido inmersa en periodos de oscuridad, silencio u olvido.
Ahora, coincidente con el 75 aniversario del fallecimiento del artista cántabro, un libro fruto del trabajo del editor Raúl Reyes, a modo de estudio y catálogo razonado, ve la luz estos días como rescate y reivindicación de la huella del artista. La edición ha contado con el apoyo de la Consejería de Cultura y del Centro de Estudios Montañeses. Es la primera vez que se realiza y edita un catálogo razonado de toda la obra conocida de Daniel Alegre, que será la base para posteriores estudios y exposiciones sobre el escultor.
En la reseña del año 2000 el estudioso definía a Alegre como «un artista sereno, que transformó la piedra en seres animados por resortes poéticos, sin sentir la necesidad de rupturas radicales en los sistemas de representación, un vanguardista que no ejercía como tal, un reposado meditador de realidades, un amante de lo formal, un habitante atemporal de las formas posibles del realismo».
La historia debe reconocer «al maestro, el escultor por excelencia, que supo apadrinar y apoyar con entusiasmo las innovaciones de las nuevas generaciones de artistas cántabros».
El nuevo acercamiento global de R&R a la vida y obra de Alegre con el título significativo de 'Un escultor olvidado', se plasma en un retrato, un merecido y necesario reconocimiento a toda su obra y trayectoria, poco conocida en la actualidad, y que permite descubrir todas sus etapas creativas. Hay que tener en cuenta que las imágenes de sus Cristos y Vírgenes Dolorosas que se conservan en muchas iglesias de Santander forman parte de sus obras más representativas. El libro refleja las obras que han llegado hasta hoy (otras fueron destruidas durante la Guerra Civil o están desaparecidas), y que han sido recogidas de forma minuciosa junto a diversos testimonios de personalidades del mundo de la cultura que lo conocieron en vida, una relación de todos los artículos publicados en prensa sobre él, un detallado catálogo razonado cronológico de toda la obra conocida del escultor -más de 75 piezas-, y, sobre todo, dos estudios analíticos sobre su vida y obra realizados para la ocasión por Francisco Gutiérrez Díaz y José Francisco Díaz Ruiz, autores miembros del Centro de Estudios Montañeses y gran conocedores ambos de la obra de Alegre, junto a la introducción escrita por el escultor José Cobo Calderón.
'Daniel Alegre. Un escultor olvidado' se postula como una oportunidad para descubrir o redescubrir su obra, «pues desde su fallecimiento y hasta ahora han sido escasas las ocasiones en las que se ha recordado y evocado la figura de quien fue uno de los artistas más prestigiosos nacidos en Cantabria y figura clave de la escultura de principios del siglo XX», según subraya Raúl Reyes.
Con su edición se pretende, además, rendir homenaje a este gran tallista cántabro cuando ahora se cumple el 75 aniversario de su fallecimiento. Nacido en Escalante en 1887 y fallecido en Santander, destaca como «figura clave de la escultura de principios del pasado siglo y testigo directo de la transición del clasicismo a la modernidad en el arte».
Tuvo una difícil infancia y juventud -su padre fallece cuando aún tiene tan solo cuatro años, y su madre, en una difícil situación económica, se ve obligada a trasladarse a Barcelona, donde residían familiares suyos, pero fallece en ese mismo año (1892), por lo que el artista pasó a ser tutelado por un tío suyo-. Con tan solo 21 años, Alegre decide irse a vivir a París trabajando con los más afamados escultores de la época (Meunier, Bourdelle...), pero tuvo que regresar precipitadamente a España al iniciarse la Primera Guerra Mundial. Tras unos años en Madrid (1914-1917) y un fugaz paso por Casar de Periedo (1917), finalmente decide instalarse en Santander, donde se erigió como «el escultor» por antonomasia» poseedor de una técnica exquisita, realizando un gran número de esculturas en piedra y madera, destacando en la imaginería religiosa y la talla de retratos en mármol. Además, y tras su experiencia parisina, Alegre alentó a otros artistas coetáneos a que viajaran y se formaran en París, caso del reconocido pintor Pancho Cossío.
Alegre «introdujo cierta modernidad en la escultura española y especialmente en la cántabra en las primeras décadas del siglo XX». En París fue miembro del influyente Salón de los Independientes, lo que indudablemente le introdujo en los nuevos lenguajes del arte de su época. Y allí adquirió la influencia idealista de Rodin, de quien fue discípulo, añadiendo un sesgo novecentista e ideando obras de temática historicista.
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Ana del Castillo
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