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Se encuentra bien, «comparado con el país», afirma Fernando Savater (San Sebastián, 1947). El filósofo y ensayista acudió a Santander para participar en el ciclo 'Ideas y maestros', promovido por la Consejería de Cultura, Turismo y Deporte, en un diálogo con Andreu Jaume «un interlocutor ... al que tengo muy estudiado», pues no era esta la primera vez que se sentaban frente a frente, en esta ocasión, en la Filmoteca de Cantabria Mario Camus.
Acostumbrado a que la ironía sea parte de su ajuar, considera Savater que política, amor y deseo, los tres términos que figuran como subtítulos de su último libro, 'Carne gobernada' (Ariel, 2024), son tres cosas «que siempre están de actualidad». Dos de ellos, al menos, política y amor, han puesto sobre la mesa la continuidad de Pedro Sánchez al frente del gobierno nacional. «Un amor un poco especial», matiza el escritor, que cree que su esposa, Begoña Gómez, «es su perdición». La sucesión de consecuencias del anuncio sirven, a su juicio, «para repasar la 'bajecidad' en que vivimos». «El número de imbéciles que hay hoy en día es una cosa estremecedora; todo ese coro de plañideras y mamelucos», critica. En cuanto a los objetivos de Sánchez, considera que «ya se sabe; querrá que le den un baño y un masaje de entusiasmo o tendrá algo debajo que aún no sabemos y que antes de que le estalle quiere irse». Pero lo significativo «es la desolación de la gente. Hasta Almodóvar diciendo que lloró como un niño al leer su carta. ¿Se puede ser más imbécil?».
Desde hace décadas, Savater tiene uno de sus campos de batalla en su tierra, con el nacionalismo como muro al que cargar con su ariete dialéctico. Con los resultados del domingo en el País Vasco, pasará «lo que no ha dejado de pasar desde hace 30 años, con violencia o sin ella». La «limpieza étnica», como define el fin último del nacionalismo, va avanzando. «Antes a base de muertes y amenazas, de asesinato y ahora con la convicción de los jóvenes de que por ser nacionalista en el País Vasco no te pueden pasar más que cosas buenas. Y por ser constitucionalista solo malas». Trata de explicar: «La gente se pregunta por qué votan a Bildu, pues porque es lo más seguro para tener ventajas sociales y políticas. Si votas a Vox, no tienes ninguna. No son las convicciones, son el viva quien vence, característico de este país».
En un artículo publicado en 'The Objective', planteaba los escasos apoyos logrados por la lucha ideológica y cultural contra el terrorismo etarra a nivel europeo e internacional. Al contrario, indicaba, más bien ha sido ETA la que ha tenido simpatizantes o comprensivos justificadores en los medios periodísticos y académicos. Un resultado que se sustenta en dos aspectos: «La ignorancia nunca hay que despreciarla, siempre está ahí, pero creo que es haberlo vendido bien». Los delitos de terrorismo «son delitos bien vistos», expone. «Las víctimas dicen que tienen que perdonar, mientras que si hay un señor que hace veinte años atropelló a una señora o le hizo algo indebido, nadie dice: hay que perdonarle. Todo lo contrario. Nunca se le va a perdonar. A Polanski nadie le va a perdonar jamás, aunque la persona ofendida lo hiciera. A los terroristas sí, para no ser malo». Ante la pregunta de si ambos ejemplos los considera delitos igualmente, insiste: «si has matado a dos o tres personas, pero lo has hecho por ideales que parecen nobles, está bien, pero si le has tocado el culo a una señora cuando ella no quería, eso ya te excluye de la sociedad para siempre».
¿La ley está, pues, sometida a las modas? A juicio del filósofo, sí. A las modas, «al que dirán y a los vaivenes ideológicos de la sociedad, un feminismo y un nacionalismo de aquella manera». Un sumatorio que da como resultado la cultura, con lo positivo y negativo. «Tenemos la manía de referirnos solo a lo bueno cuando hablamos de cultura, pero las modas o la teocracia también lo son, aunque no nos guste».
«La limpieza étnica del nacionalismo sigue avanzando con la promesa de cosas buenas»
«La lectura fue el primer placer intenso de mi vida y será el último que deje»
En 1982, Savater recibió el Premio Nacional de Ensayo por su libro 'La tarea del héroe', en la que se enfrentan orden y desorden. 42 años después, cree que esa tarea «siempre es intentar ser uno mismo, con cierta honradez». Actuar deliberadamente, en lugar de hacerlo por mímesis «que es la forma habitual que tenemos todos de vivir». Una persona, cuando no tiene ningún estímulo especial para hacer o dejar de hacer algo, hace lo que hacen los demás. «En cambio, en los momentos heroicos, es cuando uno pretende vivir a su modo, pensando lo que va a hacer sin esa mímesis». A comienzos de este año, Savater fue despedido como columnista de 'El País', tras casi 50 años de labor. La cabecera consideró intolerables los insultos que el autor incluye en su último libro. Él cree que se debió a salirse de la línea marcada desde el «medio gubernamental» y hace una comparativa: «Los librepensadores siempre son elogiados cuando ya están muertos. A nadie le gustan los librepensadores de hoy. En cambio Voltaire que maravilloso hoy, pero si fuéramos sus contemporáneos, pensaríamos igual de mal de él que entonces».
Recuerda sus artículos, «donde publicabas e inmediatamente todo el mundo te lo comentaba». El periodismo escrito, que ha practicado toda su vida y le ha gustado tanto como lector que como escritor «ya no es el más popular». «Hoy la gente se deja llevar por los influencers, que es algo que no me deja de asombrar». Savater no tiene redes sociales, sabe que hay reacciones, pero nunca las lee, aunque lo que siempre quiso fue ser lector «y eso lo he conseguido plenamente», dice. «Fue el primer placer intenso de mi vida, la aventura y será el último que deje; como lector creo haber realizado mi vida». Con cuatro o cinco libros entre manos a la vez, lo de escribir fue una alternativa «porque por leer no pagan» y a través de esa alternativa ha publicado medio centenar de ensayos.
Santander, que le gusta, es como «la puerta de al lado de mi casa», en Donosti, a donde regresará el lunes, tras haber pasado el periodo más largo que recuerda «exiliado del mar» desde enero. Amante de las carreras de caballos, la suya es más bien una de fondo, en la que ya está «llegando a la meta». Cada 18 de marzo, Savater escribe una carta de 300 palabras a su mujer, fallecida hace ocho años, con un amor perenne por bandera. Pero no sería la actualidad lo que querría contarle. «Si la tuviera otra vez aquí, le hablaría de cosas más importantes, sería muy triste que tuviéramos que hablar de la carta de Sánchez».
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