Secciones
Servicios
Destacamos
La última vez que Alberto Iglesias (Santander, 1975) actuó en su ciudad fue en octubre del año pasado con las 'Variaciones enigmáticas' que dirigió Román Calleja. Ahora regresa en el doble papel de autor y actor de 'Los secuestradores de Chiemsee', una obra que parte ... de la actualidad, de las consecuencias de la crisis económica de 2008, e invita a reflexionar, en clave de humor amargo, a partir de la decisión de un grupo de jubilados que secuestra a su asesor fiscal. Tiene doble función mañana y pasado en el Palacio de Festivales (19.30 horas).
-Se inspiró en hechos reales. ¿Fue más fácil a la hora de crear?
-Hay esta ley no escrita que dice: no dejes que la realidad te estropee una buena historia. Digamos que desde que leí la noticia, en 2010 y hasta que empecé a escribirla en 2014, hubo un viaje largo. No sé si es bueno o malo; es lo que es. Tras ver esta propuesta y darse cuenta de que lo que se narra ha sucedido en la realidad, uno se puede quedar un poco incrédulo o puede pensar que todo forma parte de una fantasía, pero los hechos son los hechos. Hay una parte de construcción de personajes y juego dramático, lógicamente. La noticia, que era muy poderosa; cinco jubilados alemanes secuestran a su asesor fiscal, sirve como excusa. Sirve para hablar de la maldad de la gente normal, de la justicia, de la venganza, del sistema que nos devora y a veces la gente con menos posibilidades se ve absolutamente agraviada y solo tiene dos opciones, no hacer nada o hacer algo que no entra en su legalidad. Me interesaba para el teatro, un lugar en el que plantear preguntas que nos pueden parecer incómodas. Una comedia negra de la tercera edad.
-El teatro está hecho para plantear preguntas y la gran cuestión de esta obra sería ¿qué pasaría si actuásemos?
-La casa siempre gana y la ley caería sobre nosotros. Esto es así y es muy difícil de vencer. Una batalla que se da casi por perdida. No se justifica el hecho, solo se plantea para que el espectador decida. Es un texto con el que tenía muchas ganas de ver la reacción del público. Hay una serie de asuntos que como dramaturgo no me interesa cerrar, al contrario, abrir un foro de encuentro. Y el propio disfrute de ver a los actores batallar con esta historia que es donde se da el do de pecho.
-¿El espectador simpatiza con los autores del secuestro porque se identifica con su problemática?
-Digamos que juegas con la imaginación y los deseos ocultos de las personas. El teatro también está para eso, para poder vivir lo que uno no vive en la vida real. ¿Quién no ha pensado en tomarse la justicia por su mano? Lo bueno de la escena es que podemos vivir esa fantasía a través de los personajes.
-¿Cree que pasa el tiempo pero los desamparados siguen siéndolo?
-Por desgracia, no pasará nunca de moda. Tendría que haber una revolución. Lo estamos viendo en todo; en los desmadres del poder, cómo la justicia lo ampara, podríamos citar muchos casos, pero la gente tiene suficiente inteligencia para dilucidar lo que es correcto de lo que no lo es. El caso de las preferentes es similar al que contamos aquí. O la subida de la luz mientras los presidentes de las compañías se llevan miles de euros ¿Es legal? Sí. Pero, ¿hasta qué punto es ético? Lo que hace este grupo de jubilados es lo que no se debe hacer, pero a lo mejor lo otro tampoco. Ese es el terreno peligroso en donde uno debe ampararse en la ley, pero el que hizo la ley hizo la trampa y vivimos un momento delicado. La justicia debería darse una vuelta, quizá ser más neutral, más objetiva y estar más cerca de la ciudadanía.
-Los jubilados consiguieron que protestaron ante la falta de atención en los bancos o se manifiestan desde hace años por sus pensiones, pero ¿cree que se les tiene en cuenta?
-No se les presta nada de atención. No pretendemos hacer un teatro social por una razón sencilla; estos señores en los que se basa la historia lo tienen todo. En la calle hay gente que no tiene suficiente para sobrevivir. Una de las máximas del sistema es que el capital es lo más importante. En ese juego en el que no es fácil ponerse de parte de alguien que sigue teniendo lo que necesita, la realidad es que les han quitado algo que también era suyo. La diferencia es que ellos, al estar más acomodados, se sienten más valientes, para que lo suyo, que es intocable, les sea devuelto. El jubilado o el pensionista no se atreve, pero estos sí, porque se sienten la élite. Es algo real que sucedió en Alemania
.Comedia ácida, comedia negra, comedia agridulce. ¿Con cuál de las definiciones se quedaría?
-Es bonito lo de comedia agridulce. También lo de negra, porque tiene un punto oscuro. A veces utilizamos la anécdota para hablar de otras cosas y aquí hay situaciones que hacen gracia. Es un buen vehículo para no tener que sentir la presión de estar ante algo serio. Cuando nos arrancan la sonrisa, nos relajamos y eso nos predispone a una mejor escucha. Y hay algo que me gusta pensar, la profundidad está en la superficie, en lugares donde aparentemente no pasa nada, pero debajo hay un volcán. La labor de Mario Gas ha sido ahí fundamental, para obligar al espectador a mirar un poco más allá y que esté activo. El escenario debe ser el motor de la imaginación del espectador.
HORARIO: Mañana y sábado, 19.30 horas. Sala Pereda.
DIRECCIÓN: Mario Gas sobre un texto de Alberto Iglesias
REPARTO: Alberto Iglesias, Gloria Muñoz, Helio Pedregal, Juan Calot, Manuel Galiana y Vicky Peña.
-¿La simbiosis con Mario Gas ha sido clave para el resultado?
-Mario es una persona que ha sido muy importante en mi carrera y en mi vida. Me ha dado grandes oportunidades, he tenido la suerte de trabajar con él como coautor, he aprendido mucho a su lado y son muchos años de amistad. La suerte de este texto es haberlo podido poner en sus manos y que después entrase los Teatros del Canal, Barco Pirata y Producciones Rocambolescas, y empezásemos a materializarlo sobre el escenario. Ha sido un empeño.
-Otra de las claves de la obra es también la admiración que dicen sentir unos con otros en el equipo
-Es que lo que se ha juntado aquí, es muy complicado verlo hoy en día. Hay mucho peso pesado sobre el escenario. Juntos no sé qué cantidad de años de profesión y talento suman sobre el escenario. Creo que son todos actores alucinantes. Nos ha quedado la espina de no haber podido contar con Ricardo Moya, que se nos fue y era otro de los defensores a ultranza del texto, pero de show must go on. Actuar en Santander va a ser inevitable pensar que Ricardo estaría allí, pero es lo que hay. Solo por el hecho de ver a esta troupe, en la que no me cuento,porque vuelvo a ser el jovencito es un placer y una escuela.
-Reír es la única excusa de la vida, afirma.
-Hay algo en mis textos que no puedo evitar que es ese pelín absurdo que tiene la existencia. cosas que suceden y a veces te hacen reír y otras te arrancan una lágrima. Hay que reirse un poco de uno mismo y el teatro lo favorece. No quita para que reflexionemos, pero soy un poco enemigo de la intensidad, de intentar dar lecciones. Nunca he concebido el escenario como un púlpito sino como un lugar de encuentro, donde yo cuento y el otro recibe, pero sin tratar de dirigir el discurso.
-¿Qué perspectivas tiene ante la transformación que se augura en Santander a nivel cultural?
-Creo que Santander tiene todo para convertirse en un punto de referencia del arte en general. El Palacio fue el primer buque que atracó en la Bahía, el Centro Botín es fantástico, el trabajo que ha hecho siempre la Fundación Botín es maravilloso. Qué mejor enclave. Y veo además una predisposición del público. Yo vivo en Madrid porque aquí trabajo, pero la actividad cultural en la ciudad ha sido siempre incesante. Herramientas y armas para hacer una sociedad mejor. El arte nos salvará y cuantos más lugares de encuentro y disfrute haya, mejor para la ciudadanía.
-¿El arte nos salvará porque los bancos no?
-Los bancos podrían hacerlo si tuvieran voluntad, pero la realidad es otra y poderoso caballero es Don Dinero. Desde el teatro lo que podemos hacer es seguir contando nuestras historias, e intentar que resuenen en la gente y que tras un buen rato, se lleven un poco de reflexión. Si eso sucede, nos podemos dar un canto en los dientes.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.